Ya estamos preparando nuestros
carnavales. Las comparsas, chirigotas y cuarteto, en el
supuesto que este último para disfrute de los ceutíes vuelva
al escenario, aceleran en la preparación de sus coplillas,
haciendo de sus ensayos todos los esfuerzos posibles,
poniéndose a punto para tratar de ganar la final, máxima
ilusión de todos los participantes en estos concursos.
Dicen de fuentes bien informadas, no digo de mis fuentes
porque carezco de ellas, ya que la única fuente que conozco
es la fuente del Avellano que cantaba mi admirado Antonio
Molina, que la cosa del concurso de carnaval tendrá lugar en
el auditorio de la Manzana del Revellín. Y si lo dicen las
fuentes bien informadas, es que va a ser allí donde se
celebre el concurso del carnaval ceutí.
Desde mi particular punto de vista, aunque algunos se puedan
molestar, no es el lugar más adecuado para la celebración de
la final de los carnavales. Pero quien manda, manda, y
cartucho al cañón.
Y no es, por supuesto, que me extrañe lo más mínimo que se
celebre el mencionado evento en aquel lugar, pues en mí
época se han celebrado en diferentes lugares, algunos de los
cuales la acústica brillaba por su ausencia, a pesar de los
esfuerzos realizados por los encargados del asunto, que no
eran pocos.
En aquella época, en la que Beatriz Palomo y yo
presentábamos los carnavales, lo hicimos en diferentes
lugres, Siete Colina, El Revellín y hasta en una ocasión nos
fuimos a presentar la gran final al desaparecido cine
Terramar.
Por cierto que el Terramar estaba perfectamente ubicado para
la celebración de esta clase de eventos sólo le faltaba,
todo hay que decirlo, unos camerinos donde se pudiesen los
participantes cambiarse y colocarse sus disfraces.
Una pena que el gobierno de la ciudad no hubiese adquirido
el Terramar no sólo para llevar a cabo los carnavales, sino
para otra clase de eventos en los que se necesitasen un
mayor aforo.
Sólo había que hacerle una pequeña reparación, realizando la
consecución de los camerinos y lo más importante, es que, El
Terramar, tenía espacio para hacer un gran aparcamiento,
donde sería fácil conseguir una plaza para todos los que se
tuviesen que desplazar hasta aquel lugar, para presencia
cualquier evento que tuviese lugar en la mencionada
ubicación. O sea, con claridad meridiana, el Terramar tenía
todo lo necesario para ser el lugar idóneo.
La oportunidad que tuvo el ejecutivo de la ciudad para
hacerse con el Terramar, era tan fácil como decían que le
ponían las carambolas al rey aquel.
Tenía todo a su favor, teniendo en cuenta que poco o ningún
desembolso había que efectuar por parte de la Ciudad
Autónoma, dadas las circunstancias que rodeaban al
propietario del lugar, que no habría puesto problema alguno
para que la Ciudad se hubiese quedado con el mencionado
cine.
Pero como donde hay patrón no manda marineo, y aguas pasadas
no mueven molino, pues allá cada uno con sus problemas y con
la visión de realizar lo más conveniente. Nosotros
insistimos que, para la celebración de los carnavales, el
auditorio no es el lugar más adecuado.
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