La gobernanza democrática está en
boca de todos; de todos los gobiernos y de toda la
ciudadanía. Ahora bien, como en democracia en lugar de
vencer hay que convencer, hace falta hablar claro y hondo.
Las medias tintas no sirven. Por eso, porque el valor de la
democracia vale la pena hacerlo valer en el mundo, considero
saludable que la izquierda abertzale española haya realizado
un proceso de reflexión interno. Aplaudo su acción. Sin
duda, la democracia adquiere mayor transcendencia en la
medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de las
libertades y el compromiso de crear sociedades
participativas e inclusivas, lo que contradice proyectos
independentistas, como pudiera ser el caso de la
construcción democrática del Estado Vasco en el marco
europeo, mientras siga vigente la constitución de 1978, que
nos hemos dado todos los españoles ejerciendo los valores de
la democracia, y que se fundamenta en la indisoluble unidad
de la Nación española, patria común e indivisible de todos
los españoles, sin obviar que, asimismo, reconoce y
garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y
regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Una democrática gobernanza jamás puede optar por el
silencio, y cuando alce su voz tiene que reafirmarse en sus
compromisos, que han de estar basados en el estado de
derecho y en los derechos humanos fundamentales. Es cierto
que lo males de la democracia se han de curar con más
democracia, que es tanto como decir con más ética y
transparencia, pero sobre todo rechazando de manera
contundente toda clase de violencia o de juego sucio que
contraríe las leyes del juego democrático. Por consiguiente,
creo que es también una buena noticia, que en los Estatutos
del nuevo partido político vasco “Sortu”, se muestre la
voluntad y el deseo de contribuir a la definitiva y total
desaparición de cualquier clase de violencia, en particular
de la organización ETA; así como a la superación de las
consecuencias de toda violencia y terrorismo, en pro de la
paz, justicia y reconciliación de la sociedad vasca. Es
verdad que lo importante no son tanto los estatutos como los
hechos, como las actitudes de sus dirigentes y
simpatizantes. Pero este desmarque de ETA si conviene
subrayarlo. Negarlo sería de necios. A mi juicio, la
democracia no puede poner grilletes a nadie que hable de
paz. Deberían hacerlo más. Desde luego que sí. En cualquier
caso, bienvenidas todas las declaraciones de rechazo a la
violencia pasada, presente y futura. Porque la
democratización no es cuestión de una ciudadanía pasiva,
sino de una ciudadanía activamente pacificadora y pacifista.
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