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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Carolina Pérez se ha hecho el harakiri político
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Decía yo el martes pasado, que se viven tiempos revueltos y que los políticos han de intervenir cuanto antes en los casos de corrupción, mal endémico de los regímenes dictatoriales y frecuentes ya en las democracias, para evitar revoluciones a cuyo frente acaban poniéndose muchedumbres airadas que se sienten expoliadas y alegan que nunca han sido tenidas en cuenta.

Son los parados, sin duda alguna, clase social cuya amargura va creciendo en consonancia con el aumento de los escándalos de corrupción. Cuantos más conocimientos van teniendo los sin trabajo de cómo se llenan los bolsillos ciertos políticos, de manera fraudulenta, el recipiente de la bilis se les va llenando hasta que un buen día se desborda e inunda cualquier plaza importante de cualquier ciudad del mundo donde el tirano lleva muchos años haciendo de su capa un sayo.

Pues bien, siendo peligrosa la corrupción, cáncer de la democracia la llamaba Garzón, días atrás, no menos peligroso es hablar generalizando. Es decir, cuando por comodidad, por sentirnos importantes en cualquier foro, por creer que nuestras palabras se van a quedar entre las cuatro paredes donde las expresamos, por error de comprensión, etc., englobamos bajo el mismo término a las gentes más distintas y les atribuimos acciones colectivas, opiniones colectivas: Los serbios han hecho tal cosa…, los ingleses han hecho la otra…, a los judíos no hay por donde cogerlos…, los negros han incendiado…, los árabes se niegan… Y, sin mayores problemas, formulamos juicios como que tal o cual pueblo es trabajador, hábil o vago, desconfiado o hipócrita, orgulloso o terco.

A Carolina Pérez, quien hace ya muchos años que me retiró la palabra, prueba evidente de no quererme bien, nunca le he descubierto yo el menor asomo de racismo o xenofobia, y sin embargo, debido a que ha tenido que hablar en un sitio que le venía ancho –el Senado-, se ha hecho el harakiri político. Ha cometido un error lamentable, también por su falta de preparación. Así que le recomiendo que, cuanto antes, lea “Identidades asesinas”; libro escrito por Amin Maalouf (Premio Príncipe de España).

Conviene celebrar, sin duda alguna, la rapidez con que Carolina Pérez ha reconocido que ha metido la pata hasta el corvejón y lo pronto que ha presentado su dimisión. Otra manera de actuar, por parte de la señora que dirigía la consejería de Bienestar Social, hubiera sido tan absurda cual improcedente. Pues sus declaraciones, reconocidas así por el presidente de la Ciudad, han sido “desafortunadas y muy alejadas, por no decir contrarias, a la manera de pensar y de actuar del Gobierno de la Ciudad”.

Dicho lo que ha ocurrido, debemos recordar que en el seno de cada comunidad herida aparecen evidentemente cabecillas. “Airados o calculadores, manejan expresiones extremas que son un bálsamo para las heridas. La mejor manera de aprovecharse de un ambiente enrarecido, se ponen a decir que no hay que mendigar el respeto de los demás, un respeto que se les debe, sino que hay que imponérselo”. Y prometen victoria o venganza, inflaman los ánimos y se frotan las manos pensando en que hasta pueden conseguir réditos importantes (hay huellas en EMVICESA). O sea, que la negativa actuación de CP les ha venido que ni pintiparada.

Carolina Pérez ha llegado hasta donde se lo ha permitido su capacidad política. Lo cual no debe ser motivo para triturarla.
 

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