La justicia social, entendida como los mecanismos e
iniciativas destinados a apoyar a los sectores más débiles y
frágiles de la sociedad, a quienes se encuentran en
situación de riesgo de exclusión y a quienes se han visto
abocados, por circunstancias, a estar francamente excluidos,
es una realidad en todos los sistemas occidentales. Del
resto de los sistemas no hablo, porque, ni son los nuestros,
ni me interesan, que se ocupe la ONU que para eso está.
Pero, ese apoyo, para que sea legítimo y no caiga en una
especie de absurdo paternalismo paralizador en plan “dame
pan y dime tonto” que a nadie beneficia y en nada contribuye
al progreso de la sociedad en general, esos mecanismos e
iniciativas deben ser esencialmente ágiles para potenciar el
desarrollo del individuo. Son mecanismos de acción, que no
de estancamiento y de acostumbrarse a subsistir a base de
“ayudas” y de “subvenciones” a cambio de nada. El Estado
asistencialista es ruinoso. Porque consiste en que una parte
de la ciudadanía trabaje para mantener con el sudor de su
frente a quienes no trabajan y la situación acaba
volviéndose insostenible.
En las democracias occidentales existen sistemas de ayuda y
de asistencia, necesarios en muchos casos y en
circunstancias claramente delimitadas y determinadas. Se
trata de que, los trabajadores, desde el menos al más
cualificado, pero todos ellos integrantes del sistema
productivo de la nación, puedan ser ayudados en caso de
dificultades o disfruten de beneficios y ventajas de las que
se han hecho merecedores. Esto no es “asistencialismo” sino
contraprestación y es legítimo y es justo. El derecho a la
seguridad social,a la educación, a la ayuda por hijos, al
subsidio de desempleo, a las jubilaciones y las cantidades
para los parados de larga duración no son más que
contraprestaciones. El ciudadano productivo deja de
producir, muy a su pesar y sin desearlo y todo el sistema ha
de movilizarse para que supere esa dificultad
circunstancial.
Y la movilización del sistema no puede ni debe comenzar y
acabar en “dar dinero” porque esa es una política
improductiva de limosnas a fondo perdido, que representa el
riesgo de convertir los subsidios en una “forma de vida”
como sucedió hace unos años en Alemania, donde muchos
desaprensivos vivían mejor y con más comodidades recibiendo
ayudas que trabajando ocho horas al día. Hasta que llegó la
Merkel y la cosa cambió .Hoy Alemania oferta trabajo a toda
Europa, porque es un país bien gestionado, donde además
existe una impecable justicia social.
Hablar de justicia social me parece oportuno tras escuchar
en la rueda de prensa ofrecida por una formación política
localista, ácidas alusiones a los parados de Ceuta sin dar
más soluciones que criticar los supuestos “despilfarros” del
Gobierno. “Despilfarros” como acudir a Bruselas a ser oídos
en la UE o comparecer en Fitur para promocionar la “marca”
Ceuta y atraer al turismo que es igual a atraer al dinero.
La conclusión no puede ser más burda : si, los políticos
paralizaran toda la actividad institucional, el dinero
ahorrado se les daría “a los pobres”. ¿Y por qué se les va a
dar dinero a cambio de nada? ¿Pertenece ese dinero de forma
particular a los políticos o, por el contrario, es de los
ciudadanos? En ese caso ¿Quieren los ciudadanos regalar su
dinero a “los pobres”? Pues no. En nuestro sistema es que,
los pobres, dejen de serlo por medio del trabajo. Y el
trabajo depende de la creación de empresas que sean capaces
de activar con sus ofertas el mercado laboral. ¿Y quien
potencia la creación de empresas? Lógicamente los dueños del
dinero que son los bancos y es a por esos a por quienes hay
que ir, obligándoles a que concedan créditos y regulando con
severidad los intereses a percibir, porque la usura y los
créditos abusivos existen y, en mi opinión, la banca ha ido
por libre en épocas de bonanza y es la única que no pierde
en época de crisis.
Si, en su aburrida y repetitiva rueda de prensa, ese partido
localista hubiera arremetido contra el sistema bancario y no
contra las dietas de viajes de los políticos, habría que
darle la razón. La banca ha puesto de rodillas al pueblo
español. Algo que hace añorar el comportamiento abrupto de
políticos como Hugo Chavez que, ante la racanería para
conceder créditos de un determinado banco, amenazó con
expropiarlo al momento ¿Populismo? Indudable. Pero eficaz y
aplaudible por la ciudadanía. Las pequeñas y grandes
empresas son el motor económico de la nación, la clave del
progreso y quienes son capaces de generar empleo, poner a
los españoles a trabajar, que vivan dignamente gracias a su
trabajo y esa existencia digna, por tener un trabajo digno,
es la esencia misma de la justicia social.
Que la “justicia social” se entienda como dar limosnas es un
eufemismo de mal gusto y lo digo desde un desdichado país
donde, las familias, hacen cola en los comedores de Cáritas
y los bancos se quedan con los pisos a medio pagar porque,
los españoles parados, no pueden seguir abonando la
hipoteca. Y están parados porque los bancos no dan créditos
a las empresas, que acaban quebrando y despidiendo a sus
trabajadores. Y esos “nuevos pobres” lo merecen todo, porque
nada se les da, sino que, el propio sistema les devuelve una
contraprestación. ¿Justicia social? Que España deje de estar
cautiva por la banca, eso es justicia social.
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