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OPINIÓN - MARTES, 8 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Se viven tiempos revueltos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Una chispa puede prender fuego a toda la llanura (Mao Zedong). La chispa se produjo en Túnez y el fuego se propaló a Egipto y las llamas amenazan con seguir avanzando por el mundo árabe, favorecidas por el viento de la ira de los más desfavorecidos.

La pobreza extrema y la falta de libertades consiguen que, quienes las padecen, lleguen a infectarse con el deseo de derribar el sistema. Ningún país puede permitirse el lujo de tener millones de parados. La injusticia, la pobreza, la ignorancia, pueden ser eliminadas mediante la reforma o la revolución. A los gobiernos corruptos, por más que estén presididos por dictadores, también les llega el día en el cual se les sublevan todos aquellos a los que nadie escucha.

Lo que ha sucedido en Túnez y está sucediendo en Egipto no sólo debe alertar a los dirigentes de países como Siria, Jordania, Argelia, Territorios palestinos o Marruecos, sino que ha de ser motivo de reflexión en muchos otros países donde se exhibe la democracia como un éxito y, sin embargo, no cesa de aumentar el número de personas que viven en la indigencia.

En España, por ejemplo, estamos inmersos en una crisis en la que, de la noche a la mañana, muchas gentes se han empobrecido hasta extremos de tener que depender de las ayudas de Cáritas Diocesanas. Los bancos se han quedado con los pisos de quienes, al perder sus empleos, no pudieron seguir pagando la hipoteca. Personas que, además, se vieron obligadas a asumir la deuda contraída.

Mientras el derrumbe de la clase media se ha estado produciendo -mejor dicho, se está produciendo aún-, la corrupción política no cesa. Raro es el día en el cual no leemos que Fulano del Partido Socialista Obrero Español ha pegado un mangazo o que Mengano del Partido Popular está involucrado en tal o cual acción de la siempre detestable y peligrosa corrupción.

La corrupción es el cáncer de la democracia. Y hace posible que los ciudadanos crean que muchos políticos siguen convencidos de que no apropiarse de lo ajeno, en tan favorables circunstancias, más que honradez lo que les puede proporcionar es fama de tonto. Y, por lo tanto, creen a pie juntillas que los cargos públicos son casi todos de la misma condición.

Juan Vivas lleva ya más de una década presidiendo el Gobierno de Ceuta. Y volverá a ser elegido en las urnas por mayoría absoluta en las próximas elecciones. Pero antes habrá de hilar muy fino a la hora de hacer la lista de las personas que irán con él. Por razones obvias. Y, desde luego, deberá procurar por todos los medios tener un control exhaustivo de todos cuantos formen parte del Gobierno, de un modo o de otro. Se impone, pues, que puedan ser fiscalizados a cada paso. Con el fin de evitarles las malas tentaciones. Por culpa de esa condición picaresca que sigue recomendando a los que ocupan cargos políticos, que sean muy vivos para forrarse.

De no ser así, es decir, si el presidente se duerme en los laureles, podría ocurrirle que su dilatada y exitosa vida pública, hasta el momento, pasara a la posteridad sin pena ni gloria. Un pecado que ya sabemos de qué modo lo condenó Dante en la Divina Comedia. Por lo tanto, presidente, al menor atisbo de corrupción entre los suyos, intervenga sin remilgos. Pues se viven tiempos revueltos.
 

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