No, no se volvió a ver la clásica estampa mañanera en la que
aparecía un hombre en la barra de una cafetería, fumando un
cigarrillo mientras se leía el periódico local y se bebía el
primer café del día. Ya ha pasado algo más de un mes desde
que el pasado 2 de enero de 2011, el ministerio de Sanidad y
Política Social aprobase una ley, por lo cual queda
prohibido fumar en el interior de los locales cerrados,
tales como bares y cafeterías, centros de trabajo,
hospitales y otros espacios.
Una medida que ha sembrado la polémica entre los ciudadanos,
desatándote tanto feroces detractores como efusivos
defensores de la ley, siendo entre los trabajadores del
sector hostelero donde se han desatado las mayores críticas.
Luis inauguró su bar hace algo más de un mes, coincidiendo
con la aplicación de la ley antitabaco. “Si llego a saber
que las cosas iban a cambiar con la ley, me lo hubiese
pensado mejor”, reflexiona. Aceptó el traslado del bar
‘Alejandro’ y lo rebautizó como café ‘El Punto’, y aunque
empezó muy ilusionado con su nuevo negocio, asegura que los
beneficios están muy por debajo de las previsiones: “La
gente se toma una cerveza y se sale a fumar, y ya no entra
más, mientras antes se pasaban aquí la mañana entera”,
apunta Hassam, uno de los clientes, “porque la salud es de
cada uno, y yo creo que el tabaco no le molesta a casi
nadie”. A lo que Luis añade: “Yo creo que deberíamos ser
nosotros, los dueños, los que decidiéramos si en nuestro bar
se puede o no fumar”. “Yo -rebate el cliente- si supiera que
a él [al dueño] no le va a perjudicar, fumaría dentro del
bar, que a mí no me parece bien que me anden prohibiendo; si
me salgo fuera es solo porque no quiero que a él le pongan
una multa”.
Miguel Ángel, otro cliente, además de dueño del restaurante
‘Don José’ apunta que los bares pequeños y las cafeterías se
están viendo mucho más perjudicadas que los restaurantes:
“Uno no deja de ir a comer con la familia porque no pueda
fumar, pero si renuncia al café de media mañana que era la
excusa para el cigarrillo”.
No es el único que se queja de que la nueva ley esté
perjudicando su negocio: “Hasta la clientela fija está
dejando de venir. Gente que llevaba viniendo toda la vida,
me dice: ‘Mira, yo lo siento, pero es que prefiero ir a un
bar que tenga una terraza en la que pueda fumar’. Pero yo no
puedo sacar mesas fuera. En los almuerzos se nota menos,
pero en los desayunos y meriendas, el descenso de clientes
durante enero ha sido, por lo menos, del 30%”, protesta
Miguel, el encargado del mesón ‘La Jota’, y añade: “El
Gobierno debería recapacitar y dar marcha atrás con la ley
antitabaco.
Aunque no todos son tan contrarios a la nueva ley. Cada
mañana, en la cafetería ‘La campana’, puede verse a amplio
grupo de gente echando el primer cigarrillo del día de cara
a la Gran Vía. Hecho con el que los camareros están muy
contentos. “Nosotros no hemos notado que venga menos gente.
Solo que llegan, desayunan y se salen a fumar fuera”.
Del mismo modo piensan en una cafetería situada unos metros
más abajo, en ‘La Juana’. “Nosotros, como tenemos la
terraza, disfrutamos de la ventaja de que la gente se pone
fuera. Y cuando llueve, no es que venga menos gente porque
no se pueda fumar dentro, sino porque, simplemente, cuando
llueve la gente se queda en sus casas”, apunta la encargada.
El ex-director del antiguo Instituto Cultural Español en
Dublín, ahora llamado Cervantes, José Antonio Sierra, señala
el ejemplo de otros países en los que ya desde hace años
está prohibido fumar en los bares. Señala que Irlanda fue el
primer país donde se prohibió fumar en los pubs, en el año
2004, y la sede que él dirigía fue la entidad pionera en la
prihibición de fumar en sus instalaciones, ya en 1983. “Esta
iniciativa fue muy elogiada, pero también rechazada y
criticada por algunos socios y alumnos del instituto y parte
de su personal laboral”, explica Sierra. Sin embargo,
después del primer año de experiencia, las cosas se
normalizaron: “Al final, todo el personal apoyó por
unanimidad la prohibición, las compañías de seguros nos
hicieron descuentos, y la jornada laboral se hizo más
agradable”, concluye.
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Los buenos propósitos, ¿se esfumaron con enero?
Las farmacias no tardaron mucho
tiempo en dejar de venderlos, tras decidir que no les salía
rentable. Sin embargo, en electrodomésticos ‘Ratan’, que son
los encargados de su distribución, aseguran que el
cigarrillo electrónico se sigue vendiendo “como el primer
día” y que es frecuente que se les agote el producto de
tanto como lo demandan. Pero lo cierto es que son frecuentes
las situaciones en las que uno se encuentra con el
cigarrillo electrónico, y sus respectivos recambios, que
tanta curiosidad y expectativas despertó en algunos,
amontonado en el fondo del algún cajón entre otros tanto
objetos que se perdieron por el camino y que, pasada la
emoción del primer momento, no volvieron a usarse nunca más.
¿O quien no conoce acaso a algún amigo, familiar o jefe que
presumió el pasado 1 de enero con un “lo juro, desde hoy ya
no fumó más” y se ha embarcado en el mes de febrero con un
cigarrillo, y no precisamente electrónico, entre los labios.
¿Cuántos buenos propósitos se esfumaron con el mes de enero?
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