La inmensidad del azul del mar rodea las escarpaduras del
Monte Hacho y la línea del horizonte se aleja suavemente
permitiendo ver entre la bruma las cumbres nevadas de la
Sierra de las Nieves, en Málaga. Punta Almina, el extremo
este de la península ceutí, permanece varada al borde de dos
mares como testigo muda de otras épocas. Allí en un saliente
aislado de la montaña se levanta el edificio conocido por
los caballas como ‘La Sirena’ que nació en 1913, aunque la I
Guerra Mundial demoró su puesta en marcha para reforzar con
señales acústicas el sistema de aviso a los navegantes del
Faro de Cerro Mosquero, que funcionaba ya desde mitad de
siglo XIX.
Las frecuentes nieblas que se forman en el estrecho de
Gibraltar suponían un peligro para los barcos que
transitaban cerca de la solitaria costa ceutí, por lo que se
construyó esta sirena. Las peculiares señales acústicas que
emitía, similar a los mugidos de un animal, le valió el
sobrenombre de ‘la vaca’.
El edificio fue abandonado en el año 1980, tras la
instalación en el cercano faro de un moderno sistema de
sonido y quedó en silencio hasta el año 2008. Desde
entonces, un convenio entre el Servicio Público Estatal de
Empleo (SPEE), la Delegación del Gobierno y la Fundación
Forja XXI está haciendo posible su renacimiento. El inmueble
ha sido sometido desde entonces a una rehabilitación
integral con un objetivo doble, incorporarlo a la ruta de
los fuertes de Ceuta y cederlo a una asociación
conservacionista para que lo dedique a la observación de
aves. Ya hace un par de años, la Sociedad Española de
Ornitología (SEO) aportó la idea de convertir ‘La Sirena’ en
un centro de avistamiento de aves marinas, rapaces y
cetáceos.
Diego Martínez Arguello, director del taller de empleo ‘La
Sirena de Punta Almina’, fruto del convenio citado, explica
los trabajos que se realizan a cargo de desempleados. “La
remodelación abarca dos años en dos talleres consecutivos de
albañilería, carpintería y electricidad. Entre diciembre de
2009 y diciembre de 2010 se recuperó la fachada del edificio
cuidando mantener el volumen original de los muros que son
de 80 centímetros en la base y 60 en altura. Se ha colocado
una estructura nervometálica nueva en el interior, losa de
cimentación y forjado. En el segundo taller, que hemos
empezado en diciembre, se están haciendo los trabajos de
albañilería para la partición interior de los espacios y se
instalará el sistema eléctrico y las puertas y ventanas”.
Estas últimas las están haciendo los participantes en el
taller en un almacén del antiguo Mercado de Abastos. Los
alumnos han elaborado las 16 ventanas con sus premarcos,
todas de grandes dimensiones, que serán colocadas en el
edificio.
Francisco Marruecos, monitor de carpintería explica que a
los alumnos se les enseña unos conocimientos completos sobre
la madera. “Aprenden formación de medidas, dibujo técnico,
toma de datos, ebanistería, carpintería de montaje y
lacado”.
Loli Torres, de 35 años, una de las participantes en el
taller, es testigo de que cualquier parado puede aprender a
trabajar la carpintería. “Mi formación es la de integradora
social, pero estaba en paro y preparando unas oposiciones.
Me enteré de estoy me apunté. Me está resultando interesante
y útil. Ya he hecho varios arreglillos en mi casa”, explica.
La empresa Dragados ha consolidado la cubierta y ha
instalado una fosa séptica en el viejo edificio de 320
metros cuadrados. Ahora en su interior diáfano trabajan los
alumnos de albañilería. Arturo Fuentes, de Forja XXI,
detalla hasta que punto se quiere aprovechar el espacio de
cara al uso cultural, medioambiental y turístico. “Habrá una
recepción, biblioteca, almacén área de trabajo, servicios y
área de usos múltiples para actos y exposiciones”.
Mohamed Larbi, peón de la construcción en paro, y Conchi,
que trabajaba antes de recepcionista en una asociación,
colocan ladrillos y llevan los materiales de un lado a otro.
A su lado, Saba, que ya trabajó hace unos años en otra
escuela taller en El Príncipe, dibuja su futuro con muchas
ganas. “A mí me encanta trabajar de escayolista y
encofradora, me gustaría tener un contrato indefinido, pero
muchas empresas solamente llaman a los hombres”.
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El círculo de la formación, las prácticas y el empleo para
la inserción laboral
Los 28 alumnos del taller de
empleo, todos parados de más de 25 años, hicieron cursos de
FPO u otros ciclos formativos antes de incorporarse al
proyecto de Punta Almina en diciembre pasado.
Ahora los electricistas adquieren conocimientos teóricos y
prácticos de montajes eléctricos, los carpinteros elaboran
puertas y ventanas y los albañiles realizan tareas como
replantear tabiques y colocar aislantes térmicos. La
formación se completa con módulos de educación
medioambiental, prevención de riesgos laborales, igualdad de
género, informática y alfabetización compensatoria.
El objetivo es la inserción laboral. Nueve alumnos del
taller de empleo anterior han conseguido ya un puesto de
trabajo como carpinteros (4), albañiles (3) y electricistas
(2).
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