España limita al Norte con el museo Guggenheim de Frank
Gehry (Canadá, 1929) y al Sur con La Manzana del Revellín de
Álvaro Siza (Portugal, 1933). Ambos tienen los más altos
galardones en arquitectura, los premios Pritzker, que se
comparan con los Nobel. Gehry lo recibió en 1989 y Siza tres
años después, en 1992.
Me van a permitir que me felicite por la suerte que he
tenido de estar entre ustedes, los ceutíes, y poder
disfrutar como periodista de la construcción de ‘La
Manzana’. A finales de los 90 lo hice con el Guggenheim de
Bilbao, del que publiqué varios reportajes sobre su
endiablada estructura metálica y el no menos endiablado
ajuste de sus placas de titanio. Posible todo ello gracias,
como supe entonces, a un programa de ordenador (Catia) que
se emplea en el diseño de carrocerías de automóvil. La obra
de Siza se mueve dentro de parámetros de excelencia. Obra
luminosa, mágica, milimétrica. Un ser vivo a pesar de
inmóvil.
Ustedes podrán exponer muchos motivos para la polémica. Sin
duda. También se vivieron en Bilbao con el “Guguen”. Las
obras arquitectónicas, como producto de los hombres son
polémicas por naturaleza. Modestamente les invito a que se
sientan orgullosos de la obra de Álvaro Siza y la disfruten.
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