En más de una ocasión, siendo
estudiante de Bachillerato, cuando los planes de estudios
eran serios y carecían del cachondeo que tienen ahora, tener
un examen de Matemáticas, de Lengua Española o de Latín, en
cuarto o en quinto de Bachillerato, era algo serio y había
que prepararlo, en condiciones.
Los que no éramos de ciudad, sino que vivíamos en pueblos, y
en pueblos cercanos a las fragosas sierras del Sistema
Central, corríamos el riesgo, especialmente en invierno,
cuando las tempestades de nieve, lluvia o viento, de
quedarnos sin luz, una noche, dos o una semana.
La situación de mi pueblo, en la época de la caza en Gredos,
o de pesca por las mismas latitudes, tenía la ventaja de
que, en esas épocas, el tendido eléctrico estaba muy bien
atendido, por aquello de que, en repetidas ocasiones, el que
mandaba entonces, en el país, el Generalísimo Franco, pasaba
un día, dos o el tiempo que quisiera en el Parador de Gredos,
desde donde tenía, a tiro de piedra y a diez minutos, el
lugar de la pesca de buenas truchas y, a menos de media
hora, el sitio donde poder abatir, sin grandes dificultades,
un macho de la capra hispánica.
En esa época, pues, la luz no podían faltar, pero fuera de
esa época, cuando llegaban las ventiscas del invierno, daba
lo mismo que fuera la fiesta del pueblo o de cuatro pueblos,
a la vez, que fuera la víspera del examen de Filosofía, o lo
que cada uno quisiera ver, para que los apagones llegaran y
no se pudiera recuperar el fluido eléctrico en uno, dos, o
tres días.
No había prisa, ni muchas posibilidades de solucionar
aquello de una forma rápida y como el tabernero del pueblo o
la ventera del cruce de caminos de la trashumancia no se
quejaban de que los productos del frigorífico se les
hubieran estropeado, entre otras cosas porque no tenían
tales frigoríficos, los empleados de la compañía eléctrica
bastante tenían con “patear” la nieve, pasar todo el frío
soportable e insoportable y así arreglar las averías, cuando
buenamente podían. Sé lo que es un apagón de más de tres
días, por ejemplo.
Pues bien, saltando más de medio siglo, en el tiempo, y
viniendo de un pueblo a una ciudad, dicen que muy moderna,
en la que no hay nieve, ni demasiado frío, nos encontramos
con que aquí lo que sí sigue habiendo son apagones y
apagones largos, que dejan a algunos estudiantes con las
ganas de preparar el examen y a otras muchas personas con el
cabreo de tener que preparar la cena a la luz de un quinqué.
Eso sucede hoy en Ceuta, eso sucedía la semana pasada y eso
viene sucediendo a cada instante, porque en una ciudad en la
que nadie se debe sentir extraño, lo auténticamente extraño
es que la compañía suministradora de energía dé un servicio
completo, a lo largo de toda una semana.
Hace muy pocos días, aparecía por clase uno de mis alumnos,
el “hombre” llevaba la ojeras como de no haber dormido o
peor, y al preguntarle qué era lo que le sucedía me
respondió:” Tuve que estar estudiando anoche con una vela y
así se me ha quedado la cara”.
Uno, si es que se fija en el rendimiento estudiantil aquí en
Ceuta podría pensar:”Qué casualidad, no estudiáis nunca y
ahora vienes con las ojeras de haber estudiado a la luz de
una vela”. Eso es lo que pensaría uno si sólo tratara con
estudiantes, pero cuando has comprobado, por ti mismo, que
había un largo apagón, que había servicios en la calle que
estaban trabajando a oscuras y que durante mucho rato, dos o
tres horas, la ciudad se había visto privada de fluido
eléctrico podemos decir eso que creo se decía allá por los
años 50 del pasado siglo:” Enciende la vela Mariana que
estamos a oscuras”. Esto no hay quien lo solucione.
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