Cuando se pierden las formas de lo
racional, se confunde el uso con el abuso de las cosas y,
así, por mucho desarrollo que nos inventemos, éste no
avanzará responsablemente. Ya me dirán cómo podemos
alimentar a una población que aumenta cada año, mientras los
precios mundiales de los alimentos se disparan o cómo
podemos mejorar la salud de los humanos si los agentes
contaminantes, lejos de cesar en su atroz guerra, se
incrementan por la irresponsabilidad de la especie.
Debiéramos crecer y aprender de lo vivido, puesto que no hay
otro responsable de lo que sucede en el planeta que el
propio ser humano.
Las mujeres y los niños del mundo necesitan más que
ofrecimientos, realidades de cambio. También los hombres
deben requerir cambiar la historia de ser un lobo para él
mismo. Cuando la lucha del ser humano comience dentro de sí;
en lugar de saber lo que es justo, amaremos lo justo; y en
vez de saber lo que es vivir, amaremos la vida. Lo
importante es amar sin condiciones, ni condicionantes, a
quien puedas y como puedas, sin perder de vista que quien
ama con el corazón, con él vive.
Con urgencia debemos, pues, poner valor a la vida e injertar
lo valioso que es una sociedad racional para ilustrar la
mente y no perder las formas. Las autoridades, en todo caso,
han de ser las primeras en comprometerse en lo de poner
orden, calmar los ánimos, y en tomar buena nota de las
preocupaciones legítimas de la gente. Los enfrentamientos
violentos no conducen jamás a buen puerto, generan más
violencia y más dolor. Por desgracia, cada día son más las
personas que solicitan protección a instituciones
internacionales, fruto del avance de la irracionalidad que
no beneficia a nadie.
No se pueden perder las formas, insisto, cada persona tiene
que ser responsable de lo que dice y hace. Por consiguiente,
el ser humano tiene que asumir su cuota de responsabilidad
en un planeta cada día más castigado por los desórdenes, por
la intimidación y el integrismo, que legitima las peores
acciones. El fanatismo ciego nos conduce a la destrucción
sin límites, erosiona todos los derechos humanos,
llevándonos al desmoronamiento. Por eso, hay que sancionar
dura, muy duramente, a los que infringen normas básicas de
convivencia, de humanidad. El tiempo apremia para estas
formas transgresoras inhumanas, hay que pararlas, antes de
que nos dominen nuestra propia conciencia.
El mundo no puede dejar perder sus formas innatas, su gnosis
natural, de defensa y protección al ser humano y a su
hábitat. Hagamos todo lo que esté en nuestras manos por poco
que parezca. Las causas de los derechos humanos, de la
seguridad y el desarrollo, hay que tomarlas en serio, mucho
más en serio, porque hay muchos caminos y pocas posadas,
muchas contiendas que nos atormentan y pocas armonías que
nos abran las ganas de vivir. La vida no puede ser tan
amarga para tantos, ¡y son tantos!.
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