De Mohamed Alí sigo yo
teniendo una magnífica impresión como persona. Motivada
porque fue siempre educado en nuestras conversaciones,
amable y respetuoso y jamás me hizo el menor reproche ni
siquiera cuando le hice críticas desfavorables. Lo cual no
deja de ser un hecho digno de encomio. Porque un político es
un hombre al que no le gusta la crítica; por instinto, sería
fascista (Albert Boadella).
Tales críticas comenzaron ya en el año 2009. Cuando escribí
de él lo siguiente: Alí es incapaz de mantener el interés
que despertó su sorpresiva y exitosa irrupción en la vida
pública. En puridad, parecía que Alí se había fijado metas
más altas. Pero, desgraciadamente, se ha ido diluyendo como
un azucarillo. Y es así, porque su pecar de novato le ha
hecho desnortarse en todos los sentidos. De manera que lo
tenemos yendo de un lado a otro, dando bandazos políticos
tan continuos como innecesarios y tomando decisiones
desacertadas.
En esa fecha, se habría tachado de loco a cualquiera que
hubiera insinuado que Mohamed Alí estaba dispuesto a ceder
su liderazgo en la oposición, mediante una alianza con el
PSPC y que de ella nacería una Coalición llamada Caballas.
Pero loco de atar. Así que mienten quienes dicen que los
ataques a Alí se deben al hecho de haber entregado sus
poderes en las urnas a una persona que lleva muchos años
siendo despreciada por los ciudadanos.
En aquella época, el líder de la oposición gozaba ya de un
trato especial en este medio. Mejor dicho: desde la llegada
de Gonzalo Testa a esta Casa, Alí disfrutó de un
tratamiento destacado cada día. De manera que Testa se
pasaba las horas muertas con Alí para luego escribir páginas
y páginas relacionadas con las ideas de éste y sus denuncias
continuas.
No obstante, el editor de este periódico, a pesar de los
consejos de quienes podían atreverse a dárselos, para
hacerle ver que era desmedida la atención que GT le prestaba
a la UDCE y, concretamente, a su hombre principal, nunca
tachó al periodista de una posible parcialidad en su trabajo
y, mucho menos, le obligó a que dejara, de una vez por toda,
de seguir haciéndole el artículo ininterrumpido a Mohamed
Alí.
He creído conveniente recordar este pasaje en la vida de
este medio, relacionado con el ahora líder (!) de la
Coalición Caballas, debido a la inquina que éste viene
mostrando contra este periódico y contra su editor, no sólo
por serlo sino también por ocupar la presidencia de la
Asociación Deportiva Ceuta.
Una tirria tan absurda como para pensar que Alí ha perdido
la chaveta. Quizá debido a que le han podido dar un brebaje
de los que suelen adormecer para que no se entere de los
riesgos que está corriendo en todos los sentidos.
El primero y principal es, sin duda alguna, permitir que
esta ciudad sea sometida a tensiones inútiles, estériles y
absolutamente peligrosas. Luego, cómo no, participar en la
agitación de agravios de vecindad que acabará acarreando
problemas graves. Y todo ello, que no es poco, por haberse
asociado con alguien que almuerza con la tristeza, come con
el abatimiento y cena con la desesperación de sus fracasos
continuos. Lo cual, además de no ser bueno para su salud, la
de Mohamed Alí, evidencia que éste ha dejado de ser novato
para convertirse en vasallo…
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