Si consultan las hemerotecas podrán constatar la evidencia,
de que desde hace al menos un año, desde las páginas de esta
publicación se ha proclamado la urgente necesidad de una
Regeneración Democrática y de una Nueva Transición. Es
irrebatible el que, muchos de los logros conseguidos en los
últimos treinta años, han ido desmoronándose y
desvirtuándose en este último y nefasto periodo.
Es perentorio regenerar, reciclar e incluso tunnear la
realidad española en todas sus vertientes y a nivel de todas
las instituciones. Eso señaló el lider del Partido Popular
en la pasada Convención de Sevilla, como respuesta a las
expectativas ciudadanas de cambio radical. “Esto de ahora”
es malo. Y no sirve. Y no lo queremos.
La propuesta de Rajoy ha sido la de que todos asumamos el
compromiso de cumplir con dos premisas : trabajo y
austeridad. Aquí no sobra nadie, no sobran manos, ni mentes,
ni ideas, todo tiene perfecto acoplamiento y cabida para la
regeneración que ha de llevar a cabo la ciudadanía. Con
esfuerzo. Como decían los griegos de la época clásica (lo
escribo como se pronuncia) “jalepá ta kalá” que significa
“lo bello es difícil”. Nada se nos va a regalar ni a dar
gratis (los “nuestros” no somos chupópteros de subvenciones)
y eso es mejor, porque el encontrar dificultades en el
camino transforma la meta final en infinitamente más
placentera y a nosotros, los españoles, en mejores personas.
Cuando los problemas y las dificultades son obstáculos que
hay que saltar, sortear, encarar y superar pasándolas putas,
de la experiencia salimos fortalecidos, con los nervios
hechos cisco, pero fortalecidos.
Y uno de los grandes temas y peliagudos problemas que vamos
a tener que afrontar es el relativo a la violencia de
género. Se han dictado leyes correctas, se ha montado una
infraestructura de protección a las víctimas de malos
tratos, existen casas de acogida caso de tener enfrente a
energúmenos peligrosos, se ofrece apoyo psicológico y social
a las mujeres, se trata de amparar a los hijos de los
maltratadotes. Juzgados especiales, salas de víctimas,
órdenes de alejamiento… Pero las mujeres siguen muriendo,
físicamente y psicológicamente. Fallan las medidas
preventivas. Fallan incluso a veces las rigurosas campañas
de información en las que se ruega a las mujeres que
denuncien. Sigue habiendo miedo.
En mis treinta y un años de letrado de penal he defendido
infinidad de casos de violencia, siempre como acusación
particular y de parte de la víctima. He visto el “antes” y
el “después”. De la infinita crueldad de las leyes en los
ochenta y en parte de los noventa, al clamor ciudadano que
derivó en la actual ley que no sé si será mejor o peor
porque es la única que hemos tenido, gracias sean dadas a
Dios.
Y es a raíz de que, la violencia se haya convertido en tema
de telediario y la protección de las víctimas en absoluta
prioridad, cuando surgen historias pasadas, no de hace
siglos, sino de hace unos pocos años, de antesdeayer, de
cientos de mujeres ferozmente maltratadas que, o acabaron
mal, o consiguieron distanciarse tras un duro divorcio, o
las dejaron marchar cuando los verdugos se aburrieron y que
penaron en un tiempo en los que no nos encontrábamos tan
profundamente concienciados. Bajo los dictámenes de ese
derecho consuetudinario tan alienante y tan brutal que es
“la ley del silencio : ¿Qué va a decir la gente si se
entera?”. Maltratadas y encima avergonzadas de que “se sepa”
¿Cabrá mayor vileza e indignidad que la de un sistema social
que hace que, la víctima “se avergüence” de serlo?.
En mi bufete aparecen muchas que “lo han sido” y se han
librado por los pelos, se libraron en su momento, cuando
“aquello” de la bofetada quitándose los anillos para no
herir, el ojo morado, los insultos, las vejaciones y las
humillaciones continuadas ,incluso las relaciones sexuales
forzadas, se padecían en silencio “que no trascienda”.
Los temas han prescrito según la ley actual. Pero se avecina
una regeneración en la que se va a tunnear y modernizar
absolutamente todo, entre otras cosas principios jurídicos
obsoletos y que no se corresponden con la realidad social,
como lo es el de la aplicación de las nuevas normas
jurídicas que tan solo puede llevarse a cabo con efecto
retroactivo si es beneficioso para el imputado. Es decir
que, si al fulano la nueva ley no le favorece aparece la
irretroactividad de la ley penal para todo aquello que no le
fuere perjudicial ¡que premio tan placentero para los
delincuentes! ¡cuantos garantismos!. Claro que, a las
víctimas de los delitos los garantismos para con los
criminales no les hacen saltar de gozo precisamente. Y con
razón. Por eso han de regenerarse y modificarse muchas
leyes.
No es de recibo que individuos que han sido salvajes y
brutales maltratadores encubiertos y se hayan beneficiado y
hoy se beneficien, por el silencio y el secreto que, una
educación caduca y desfasada, llevaba a sus víctimas a no
denunciar por vergüenza y por no quedar desacreditadas. Es
intolerable que berracos inmundos, amparados por la falta en
el día de ayer de leyes rigurosas contra la violencia de
género, sigan hoy ocupando puestos de relevancia social, con
un cómodo lugar de prestigio dentro de la colectividad, con
sus vidas incluso rehechas cuando probablemente sus
ex-víctimas siguen temblando de manera automática cuando
oyen la llave en la cerradura. Porque, la mujer que ha sido
víctima de violencia no lo supera jamás. Lo olvida a ratos,
lo obvia, lo trata de borrar de la mente, expulsa el
recuerdo, pero eso está ahí. He tenido a personas cercanas
que consiguieron escapar y tuvieron la inmensa fortuna de
que, el verdugo, encontrara nueva pareja y entretenimiento a
su ser perverso, mujeres que no denunciaron y que tienen que
sufrir el pavoneo de su verdugo, el “prestigio” social y la
aceptación pública de ese lobo con piel de cordero y con las
pezuñas teñidas de sangre. Prestigio, reconocimiento,
posición social y categoría pública que debe al silencio de
su víctima. ¡Ay si más de una hablara cuanto personaje
tendría que poner kilómetros por medio!.
La regeneración va a ser tan fundamental para las mártires
silentes, para quienes no obtuvieron justicia, para quienes
sufren afrentas ante la impunidad de los violentos y doble
afrenta si, encima y para más escarnio, el violento es
considerado como una persona de “categoría un pilar de la
sociedad”. La regeneración va a suponer tantos cambios,
tantas convulsiones y tantos ajustes que sé que a todos
llegará. Llegará a la cultura, la mentalidad y el
pensamiento femenino, para un último empujón definitivo.
Llegará a las leyes, a los plazos de prescripción a los
Principios Generales del Derecho. ¡Zafarrancho de limpieza
general!. Y, aquellos que se fueron de rositas y que aún hoy
son culpables de que, a sus víctimas, les siga saltando el
corazón en el pecho al oír la llave en la cerradura, esos
que se vayan preparando y que no olviden que, a todo cerdo,
le llega su San Martín. Y si, para que paguen por lo que han
hecho hay que modificar hasta los títulos de las leyes y
ponerlos en arameo, se hará. ¿O es que no existen
movimientos ciudadanos, colectivos sociales y grupos para
clamar por la justicia? Existen, saben, conocen y están.
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