Son las dos de la tarde, cuando
recibo la llamada de quien me dice que ha estado esperándome
en los lugares que yo suelo frecuentar y que, en vista de
que no aparezco, ha decidido localizarme por medio del
teléfono.
Muy importante debe ser lo que tienes que comunicarme como
para que te molestes en querer hablar conmigo ahora, sin
esperar a verme mañana, le digo a mi interlocutor.
De ahí que su contestación sea rápida:
-En realidad, Manolo, he preferido no verte y así
poder comunicarme contigo por teléfono. Y la explicación es
clara; no quiero ni por asomo que al verme contigo piensen
en que soy yo el que te ha podido poner al tanto de lo que
sigue.
-Vaya, hombre, tal y como hablas no parece más que me vas
contar que Jesús Fortes disfrutará en su momento de
un buen número en la lista electoral del Partido Popular.
-Tú siempre, Manolo, tratando de ironizar con mis cosas. Con
mi manera de ser y entender la política. Y, sin embargo,
cada vez que te he anticipado algo nunca has tenido el menor
motivo para echarme en cara el que haya tratado de
equivocarte.
-Cierto. Desembucha, pues.
-Mira, Manolo, hace unos días tuve la oportunidad de estar
muy cerca de dos personas pertenecientes al PP; una ejerce
cargo de diputado, y otra ostenta actualmente un puesto de
escaso relieve, aunque tiene asignado una buena cantidad de
dinero para quien lo representa. Una bicoca, en el sentido
exacto de la palabra. Pues bien, las dos personas citadas,
cuyos nombres debes silenciar, porque si no lo haces me
pones a mí en una situación delicadísima, no tuvieron el
menor inconveniente en jactarse de que a ambas les desagrada
“El Pueblo de Ceuta”. Tal y como suena. ¿Qué me dices…?
-En principio, hay algo que no falla: cuando dos personas
revelan que les desagrada otra es una cómoda manera de
expresar que se agradan mutuamente. Y te diré, además, que
acabo de parafrasear a Oscar Wilde. Que no quiero yo
apuntarme sentencias que no me corresponden. En lo tocante a
estas personas, sé que detestan, desde hace ya mucho tiempo,
que el editor de este periódico sea cada vez más fiable
cuando se trata de defender la línea que sigue el Gobierno
presidido por Juan Vivas. Al que ellos, las personas
que tú me has nombrado, adulan por delante y luego, en
cuanto creen sentirse fuera de peligro, ponen como chupa de
dómine.
-Llevas razón –dice quien dialoga conmigo-. Y, desde luego,
a partir de este momento harán todo lo posible, según tengo
entendido, para meter cizaña entre bastidores,
aprovechándose de que el PP, como partido, ha perdido la
entidad de la que venía gozando hasta hace no mucho. Motivo:
el presidente de la Ciudad no puede estar en misa y
repicando.
-Bueno, los problemas del partido, los que tú apuntas, son
de poca monta. Y lo son por algo tan simple como innegable:
Juan Vivas es quien gana las elecciones. Y ante esa obviedad
nada pueden hacer los conspiradores de tres al cuarto. Lo
que sí me preocupa -y mucho- es que en esta Casa se siga
tratando de lujo a dos señores que nos tienen tirria. Mucha
tirria. Pues a mí, lo de poner la otra mejilla, en estas
circunstancias, me parece un comportamiento tan desagradable
como masoquista.
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