Leí unas declaraciones de
Michael Laudrup, entrenador del Mallorca, un día antes
de enfrentarse su equipo al Real Madrid en el Santiago
Bernabéu, en las que, entre otras cosas importantes, dijo
una verdad como un templo: hay jugadores que no saben
regatear pero eso no les impide que tácticamente puedan ser
extraordinarios.
Hay jugadores que pueden estar muy limitados técnicamente.
Lo cual no es óbice para que sean imprescindibles en las
alineaciones por su enorme capacidad táctica. El trabajo
táctico es tarea que concierne a los entrenadores.
Los medios para desenvolverse los jugadores en un terreno de
juego los eligen los entrenadores. Y ellos son los
encargados de entrenar los movimientos de sus futbolistas
cuantas veces sean necesarias hasta que consigan un
automatismo adecuado a las necesidades del equipo.
Un equipo compuesto por jugadores de medio pelo, si han sido
aleccionados por su técnico de modo que puedan hacer alardes
de sus cualidades y evitar que sus defectos sean muy
visibles, siempre será capaz de conseguir logros por encima
incluso de lo previsto.
El Mallorca, por ejemplo, mostró en el Bernabéu sobradas
razones para hacernos comprender que el entrenador bermellón
sabe a lo que juega porque conoce perfectamente defectos y
virtudes de sus futbolistas. Así que estuvo en un tris de
dar la campanada como ya lo hiciera en el Camp Nou, en
Mestalla y en Nervión.
Los entrenadores, además de ser los responsables de trabajar
la táctica, siempre en consonancia con las aptitudes de los
componentes de la plantilla, han de estar capacitados para
que el conjunto adquiera una concentración ideal cuanto
antes mejor.
La concentración de un equipo es fundamental para evitar que
suceda lo que les suelen suceder a muchos equipos: que
apenas han pisado el césped ya llevan un gol en contra. La
falta de concentración de los jugadores también puede
entrenarse. Más aún: debe entrenarse. Sobre todo cuando la
falta de atención se convierte en un problema crónico que
redunda en la pérdida de puntos cada dos por tres.
Los problemas de la Asociación Deportiva Ceuta, hasta el
momento, han sido tácticos y, desde luego, de falta de
concentración. Y ambos son corregibles, siempre y cuando se
proceda a combatirlos con trabajo extenuante.
La plantilla de la ADC está compuesta por jugadores que no
tienen que envidiar nada técnicamente a los componentes de
otras plantillas tenidas por la flor y nata de esta
competición: llámese Cádiz o Murcia. Lo cual no quiere decir
que no esté carente de un futbolista que propicie un juego
de conjunto que tanto se echa de menos. A lo mejor es
Manolo Pérez, jugador recién fichado, la pieza que
faltaba para poder completar el puzzle.
En lo tocante a la disciplina, convendría saber lo
siguiente: Ceuta es una isla, para todos los efectos, y en
sitios así hay que adaptarse a vivir cuanto antes. Los
jugadores deberían tener asumido que jugar en esta tierra
merece la pena. Aunque exige sacrificios. Y, naturalmente,
los directivos han de ser conscientes de que deben ser mucho
más flexibles en cuestiones acerca de la vida nocturna. En
fin, este último asunto merece mucha atención y vista larga
para que los jugadores no puedan decir que se sienten
agobiados.
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