Desde hace varios años, no se
cuantos, soy socio de la Sociedad Protectora de Animales,
quizás por el enorme cariño que siente sobre todo por los
perros, lo me que hace pensar en las sanciones
impresionantes que les pondría a todos aquellos que
abandonan a uno de estos animales y ni te cuento, serrana
del alma, a quienes cuando no los necesitan los cuelgan de
los árboles. A esos, lo digo como lo siento, los metía
directamente en la cárcel.
Queda como muy mono, que llegadas ciertas fiestas en el
calendario los papás les regalen a sus los nenes un perro
como su mascota. Un animal al que deberán cuidar y no
tenerlo como un juguete que cuando se cansen de él se tire a
la basura, en este caso del perro se abandone a su suerte
lejos del domicilio familiar.
Nadie tiene la obligación de comprar un perro. A nadie se le
pone como se dice vulgarmente, una pistola el pecho para que
lo compre. Si lo compra es porque así lo quiere, sin tener
presión alguna para realizar tal compra. Por tanto al
realizar la compra debe de “apechugar” con todo lo que ello
supone. No más ni menos. Así de claro y sencillo. No hay que
darle más vueltas al asunto.
El abandono de ese perro que se ha adquirido para
regalárselo, en determinadas fechas al nene de turno, supone
un auténtico peligro por varias razones. Porque al andar
desconcertado, tratando de busca el camino de vuelta a casa
puede, en cualquier carretera producir un accidente que
causen victimas. De hecho ya han ocurrido varios.
El animal abandonado necesita comer y busca donde encontrar
alimentos. En la mayoría de las ocasiones se une con otros
perros abandonados formando una familia de perros salvajes,
capaces en su necesidad de comer de atacar a las personas
teniendo, en ocasiones, que lamentar más de una desgracia.
Decía la sabia de mí abuela que: “más vale prevenir, que
curar”. Pues bien, hablando de esa clase de perros salvajes,
que destrozan todo cuanto encuentran en su camino para
satisfacer el hambre, tenemos que decir que existe una manda
de perros salvajes a la altura de cementerio, que buscando
comida llegan hasta la potabilizadora donde a cierta
personas que se dedican a la cría de gallinas y conejos, han
comprobado como muchos de eso animales han desparecido
siendo engullidos por esos perros salvajes.
Es más me cuenta uno de esos señores, que tienen allí en la
Potabilizadora sus gallinas y sus conejos, que en cierta
ocasión, estuvo más de media hora subido en un árbol para
evitar ser atacado por esa manada de perros salvajes.
Creo, si la memoria no me falla, que la Ciudad Autónoma
tiene un servicio de recogida de esos animales que vagan sin
dueño por aquellos lugares. Pues harían bien ese servicio
establecido para la recogida de esos animales salvajes,
intentar localizarlos y llevarlos al lugar que le
corresponde, para evitar todo los destrozos que vienen
realizando entre otros animales. Al mismo tiempo, por el
bien de las personas que acostumbramos a andar por aquellos
lares, a los que un día nos pueden atacar, con la desgracia
que ello podría suponer.
Como bien decía la sabia de mí abuela:”Más vale prevenir que
curar”. El que avisa no es traidor. Ojo al enorme peligro
que suponen estos perros salvajes.
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