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OPINIÓN - LUNES, 24 DE ENERO DE 2011

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

¡Yo tendría que estar en Fonteta con el profesor Punset!
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Como lo oyen. Tal día como hoy, mi ultracarismática amiga, la coleccionista de arte y directora de museo Carmina Maceín y servidora tendríamos que estar en el Bajo Ampurdan, en la masía de Eduardo Punset en Fonteta. Así habíamos convenido y acordado con el abogado del profesor que es Trías del despacho Cuatrecasas de Barcelona.

Soportes de metacrilato para la obra de Picasso, Dalí, Miró, Saura, Rosselló y la gloria bendita que guarda mi amiga tras una vida entera dedicada al arte. Las paredes de piedra de los salones abovedados eran intocables, de ahí los caballetes de metacrilato para sostener la obra museística. Todo muy aéreo. Y supongo que gélido porque, cuando estuvimos en primavera invitadas por Punset allí, con tanta bóveda y tanto suelo de piedra de la Edad Media la temperatura era de cinco grados menos que en el exterior. ¡Un frío!.

De mascota de la fundación el leal Darwin, multirretratada mascota del profesor. Bajo los tilos centenarios, donde se merienda, una escultura espectacular y otras adornando el paseo de cipreses que entra hasta la fuente. Aunque ese trayecto era para los visitantes porque el resto entramos por la parte de atrás que da a la cocina y al porche acristalado donde se almuerza . ¡El frío que estaríamos pasando con el montaje del museo de arte y pensamiento!.

Desventajas que nos ahorraron a todos, porque, ya enjaretado el proyecto y Carmina diseñando marcos maravillosos para la obra, la señora de Punset vendió Fonteta. Me lo avisó Esther, la secretaria del profesor y luego él a Carmina. “¡Pero Eduardo, tu despacho!”. Porque si existía una estancia mágica en aquel lugar mágico era el despacho-laboratorio de ideas del anciano profesor. Allí ponía en marcha su cerebro privilegiado y guardaba toda una vida en las paredes y en las estanterías. Una habitación de piedra a la que se accedía desde el gabinete de Punset. En el centro una mesa de trabajo de alta época, patinada por los siglos, con el ordenador, libros, manuscritos y documentos. A la izquierda la chimenea horadada en el muro desde el siglo XIV, frente a la mesa un ventanal abierto al Ampurdán y a la derecha una puerta por la que se salía a la balconada, piedra y plantas trepadoras, copas de tilos y los Pirineos al fondo. Carmina y yo comentamos que, si un pintor tenía que retratar el corazón de Eduardo Punset sería el retrato de su despacho, siempre que fuera capaz de captar y plasmar el perfume del corazón de la piedra fría y del campo exterior. ¿Pena? Inmensa. Cosas de familia. La masía maravillosa estaba a nombre de su esposa francesa y decidió venderla porque ella vive en Madrid, en la calle Españoleto y tiene su pizzería que se llama Nabucco en la calle Hortaleza. ¿Cómo se le quedaría al profesor el corazón viendo finiquitado su proyecto de museo en su Fonteta? Yo no le pienso preguntar, pero pienso que mal. Y triste.

¿Y donde estarán Darwin y el otro perro negro y pulgoso? Carmina ofreció hospedaje a los dos canes en su museo de Tánger, pero esas mascotas eran de Fonteta y de paseos por el Ampurdán acompañando a su amo. ¡Que lástima!. El profesor quiere continuar con el proyecto en otro lugar, habían hablado de Valencia, pero no es Fonteta…

¡Las vueltas que da la vida! De helarnos mi sabia amiga y yo en Gerona, allá donde Cristo pegó las tres voces, a verme con el Mediterráneo ceutí entrando por mi ventana y con la levantera zarandeando el universo. De la lluvia del Ampurdán a la lluvia del sur de España y de pasear con Darwin (especialista en colarse en las cocinas para hurtar espetet) a observar con envidia a los dueños de las mascotas de Ceuta. Yo aquí no tengo a mi mascota. Ni iba a tenerla en Gerona pero pensaba ejercer con Darwin y con su compañero pulgoso.

¿Qué quieren que les diga? Sí, sé lo que voy a responder, como dirían los judíos: “Será para bien”.
 

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