Soy ceutí de corazón y aunque no resido en la ciudad lo que
allí sucede no me ha sido nunca indiferente.
Desde que se anunció el cierre de las sucursales del Banco
de España de Ceuta y Melilla he escrito varios artículos de
opinión expresando mi total desacuerdo. Me he referido tanto
a los aspectos económicos como a los políticos que
aconsejaban su mantenimiento y al error irreparable que se
comete por parte del Banco de España con esta actitud en
estas ciudades.
Si esta institución fuera una empresa privada seguramente
sería aconsejable plantearse la eliminación de toda la red
de sucursales y mucho de su plantilla, pero la realidad es
que no es una empresa privada. Las instituciones públicas y
que prestan un servicio público no deben perseguir
necesariamente un beneficio, si no mal iríamos, pero nos
podríamos hacer preguntas como las siguientes: ¿el Banco de
España ha tenido pérdidas en su último balance anual?, o
¿cuánto cuesta la sucursal de Ceuta?
Si no es un problema de costes ¿es quizás un problema de
ineficiencia o de mala gestión? Si este es el caso, esta no
sería una razón para dejar de prestar un servicio o dejarlo
parcialmente en manos privadas. Haciendo un símil podríamos
decir que hay que cerrar hospitales o centros de salud en
plena pandemia de gripe porque o son deficitarios o son
ineficientes.
La crisis en la que nos ha tocado vivir es una crisis
financiera y el Banco de España no debería replegarse en la
plaza de la Cibeles mirando hacia Alemania, mas al
contrario, debería sacar a todos sus economistas del
Servicio de Estudios y como si fueran representantes con su
maletín ir Sucursal por Sucursal explicando a la gente de a
pie cómo salir de esta situación y, lo más importante, que
se puede salir de ella. Esta crisis que es financiera, lo es
también, y en mucho, de confianza y esa confianza se
transmite conociendo la realidad (la económica, y no solo
conociendo el diferencial con el bono alemán). Las frases
grandilocuentes y casi mesiánicas que de vez en cuando nos
regala el gobernador desde su trono ni justifican las
sucursales ni la cantidad de economistas que residen en el
centro de Madrid.
Las reformas estructurales que, parecen ser la panacea, son
un defecto (y este sí que es estructural) que ya
arrastrábamos cuando España entró en el Mercado Común (y yo
ya lo escribí en ese momento).
Las autoridades ceutíes están haciendo grandes esfuerzos en
todos los foros posibles (Comisión Europea, plataforma con
Melilla para la constitución de un programa económico
conjunto, entre otros) porque hay una consciencia de que lo
que nos estamos jugando.
No es tiempo de actitudes partidistas, es necesario un
consenso (casi como aquellos pactos de la Moncloa que por
circunstancias diferentes aunaron a todas las fuerzas
políticas) tanto en Ceuta y Melilla como en el resto de
España. Los anclajes europeos que intentamos conseguir aquí
no pueden ser menoscabados por gobernantes económicos o
políticos que actúen a bandazos o con nerviosismo.
Me atrevería a decir que la recuperación económica se puede
iniciar desde Ceuta y Melilla. Parecerá algo extraño, pero
estas ciudades son las que están más retiradas de la órbita
financiera europea y por lo tanto más cerca de la economía
real por muy inestable que sea políticamente.
En mi opinión hay que abrir nuevos mercados, y en esa línea
debe estar la reestructuración de Ceuta y Melilla. Si esto
debe pasar por una profundización en su autogobierno o en su
proyección financiera internacional será algo que hay que
empezar a hacer.
Nuestro norte de África tiene su propia crisis, como tienen
que ser reconocidas sus peculiaridades, y hay que aprovechar
este momento histórico porque quizás nos estemos jugando
algo más que un incremento de la tasa de paro. Sólo hay un
camino: pertenecer a la Unión Europea pero mirando hacia el
mercado económico árabe (desde Marruecos hasta Arabia) y
convertir estas ciudades en enclaves económico-financiero
internacionales. No hay términos medios.
Si en mitad de este proyecto quieren llevarse la sucursal
del Banco de España, que nos dejen una delegación, y si no
que nos dejen sus funciones, y las asumiremos bajo
patrocinio autonómico. Reinventemos el Banco de España desde
Ceuta y Melilla.
En política, como en economía o en la vida misma, siempre se
pueden tomar diferentes caminos, pero siempre hay que
minimizar las consecuencias negativas que se puedan derivar
de nuestras actuaciones.
Esta del Banco de España, si se lleva a cabo en nuestra
tierra, no tendrá marcha atrás y necesitamos estar
conectados, por nuestra consideración de ultra periféricos,
con Madrid y por ende con el Banco Central Europeo.
No es una decisión que se pueda tomar a la ligera y sólo por
un gobierno o un gobernador que pueden tener fecha de
caducidad. Aunque nuestras decisiones puedan ser efímeras
tenemos que procurar que no nos recuerden por las
consecuencias nefastas para unas ciudades-autónomas que son
dueñas de su futuro. En estos momentos de encrucijada echo
en falta el estar allí pues con seguridad habrá cambios muy
importantes si nos adelantamos al mañana. Buena suerte.
(*) Abogado y economísta
|