Uno ya sabía que es un tipo
antipático, envanecido y colérico. Que muy bien podría
pertenecer a esa clase de personas que, cuando los suyos no
le dejan hacer su santa voluntad, son capaces de ponerles
los platos de la mesa bocabajo o, incluso, estrellarlos
contra las paredes del comedor.
Uno ya sabía que es un tipo desabrido, amargado, avinagrado,
huraño… Y, sobre todo, un Fulano que no cesa de destilar
odio contra sus paisanos. Por una causa bien sencilla: sus
paisanos no le quieren ver ni en pintura y se lo vienen
demostrando cada cuatro años, cuando les toca acudir a las
urnas.
Uno ya sabía de sus malas andanzas en la política. De sus
contactos con empresas ceutíes, que lo consideraban el mejor
asesor de sus componendas. Las de las empresas, claro. No en
vano era, y sigue siendo, pariente de los propietarios de
una que lideró este mercado durante muchos años.
Uno ya sabía de cómo por medio de faxes colocaba a dedo en
el Ayuntamiento; es decir, de manera vergonzosa, a gente de
su cuerda, impidiendo el acceso al empleo público en
igualdad de condiciones. Lo que hacía posible que muchos de
los mejores aspirantes se quedaran en la calle.
Uno ya sabía que padece de bovarismo: vive en un estado de
insatisfacción debido al desajuste entre la alta concepción
que de sí tiene y sus condiciones reales. Lo cual, como me
dijo a mí alguien muy cercano a él, le hace estar en
permanente acritud. Convertido en una fiera enjaulada, que
segrega mala baba en cantidad.
Uno ya sabía que se tiene por ser la persona más inteligente
nacida en esta ciudad. Debe ser porque maneja un sindicato
de clase, a su antojo, desde hace un montón de años.
Recibiendo subvenciones del Estado necesitadas, sin duda, de
alguna que otra fiscalización.
Uno ya sabía…, bueno, que Juan Luis Aróstegui era lo
que es y muchas cosas más. Pero lo que no entraba en mis
cálculos es que fuera un traidor. Un traidor que ha
terminado dando la cara con el artículo publicado el jueves
pasado, titulado así: “Romper el círculo vicioso”.
En ese escrito –el editor del periódico añejo se ha cubierto
de gloria al publicarlo- se aprecia la mejor versión de
Aróstegui como cabecilla de una comunidad a la que trata de
dividir. Inflamando los ánimos de los musulmanes, pidiendo
venganzas y propalando que esta tierra pertenece a veintidós
mil votantes del PP, en los que diez mil son fanáticos y
doce mil racistas trashumantes desde lo ocurrido en Perejil.
Ni siquiera Máximo Cajal y López se había
atrevido a llegar tan lejos en su aversión por esta tierra:
Ceuta.
Pero hay más: Aróstegui, al fin, ha dado señales evidentes
de estar trabajando a favor de los del otro lado de la
frontera. Me explico: ha emprendido una campaña contra la
sociedad ceutí, a la que ha acusado de estar dispuesta a
acoger a cualquier delincuente y hacerlo presidente de la
Ciudad, si éste les prometiera a los ciudadanos que su
misión principal consistiría en expulsar a los musulmanes
españoles de su tierra. Con lo cual ha puesto la primera
piedra contra una actitud que debería primar siempre aquí:
tejer lazos de unión, disipar malentendidos, hacer entrar en
razón a unos, moderar a otros, allanar, reconciliar… En
suma: mediar entre las diversas comunidades y las diversas
culturas. Aróstegui ha excitado identidades… Deberá atenerse
a las consecuencias.
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