En fecha de ayer y en un singular artículo publicado en el
diario El Faro, Juan Luis Aróstegui de la coalición Caballa,
lanzaba durísimas acusaciones contra los ciudadanos de
Ceuta. Según los cálculos de este sindicalista, diez mil
personas de ideología conservadora son “fanáticos” y “a
ellos se suman los doce mil votos del racismo trashumante”.
Es decir, en Ceuta existen diez mil fanáticos y doce mil
racistas. Y de estos últimos especimenes añade que “Un
sector muy amplio y muy influyente de la sociedad ceutí,
tiene como única referencia de la vida política una
disparatada y delirante cruzada contra los musulmanes”. La
impresión que causan la lectura de estas imputaciones en una
persona que no es de Ceuta, como es el caso de esta
analista, es nefasta. Porque significa que veintidós mil
personas presentan comportamientos reprobables que rozan o
inciden directamente en el delito. Muy mala imagen para la
ciudad. Siempre que fuera cierto y no una simple
elucubración, absolutamente imprudente y que traspasa con
amplitud los límites de las libertades de expresión y de
opinión para entrar directamente en el terreno de nuestras
Leyes Penales.
Diez mil ciudadanos han sido tachados de “fanáticos” y este
calificativo es claramente vejatorio y humillante, implica
menosprecio y tilda a esos ciudadanos de presentar unas
características reprochables y un comportamiento inadmisible
en un sistema de libertades y además lo hace por escrito y
con publicidad, lo que agravará la querella por injurias. En
la que ha de incluirse aunque en imputación más leve el
tachar al pueblo de estar afectado por un “singular
masoquismo colectivo” que entraría en el supuesto de la
difamación ya que presume que, ya que el masoquismo es una
patología psiquiátrica, la inmensa mayoría de los ceutíes
presentan graves alteraciones mentales. Esa aseveración
escrita daña la imagen de la ciudad y de sus habitantes.
Difamatorio, vejatorio, humillante, ofensivo, he aquí los
ingredientes de la futura querella en la que lógicamente, se
solicitará una responsabilidad civil y no hablemos de
responsabilidades civiles subsidiarias.
Pero, la segunda acusación es más grave aún ya que existen
doce mil racistas y un sector amplio e influyente a modo de
caballeros cruzados contra los musulmanes. Es sabido que, en
la querella por calumnias, existe la exceptio veritatis, por
lo que espero que, el señor Aróstegui cuente con pruebas
claras y cumplidas sobre las que basar la acusación de
comisión de un delito por parte de doce mil ceutíes y de los
caballeros templarios locales. Porque el racismo es delito.
Y Aróstegui está realizando una imputación delictiva contra
miles de personas que, lógicamente, no se van a quedar
calladas ni se van a conformar con ser tachadas de
“delincuentes”. La querella por calumnias graves con
publicidad está ya en marcha, los hechos son claros, los
fundamentos de Derecho son transparentes y aún no es seguro
si ambas acciones penales, la de injurias y las de calumnias
irán juntas o por separado, falta oír la voluntad de los
miles de ceutíes agraviados y perjudicados en su honor y en
su imagen.
No obstante, las imputaciones no acaban en la distinción
social y de conductas delictivas de los fanáticos y los
racistas, sino que continúan en una catarata de
descalificaciones e imputaciones aterradoras, de tal calibre
que me he llegado a preguntar si, el Fiscal jefe, no estará
estudiando la incoación de Diligencias contra toda la ciudad
de Ceuta. Al Presidente Vivas le acusa de “aceptar que el
origen de su voto está en un comportamiento racista”.
Aseveración calumniosa. Y más aún cuando habla que, la
conjunción entre “fanáticos y racistas” constituye un
“blindaje que provoca una enorme perversión” Acusación
difamatoria. Habla de “hechos deleznables y comportamientos
reprobables”, los hechos deleznables pueden tener relevancia
penal y los comportamiento reprobables también, es
difamación. A no ser que especifique con claridad cuales son
esos “comportamientos” dignos de reproche y entonces
entraríamos en la calumnia o en la injuria.
Judicializar la vida política nunca es positivo, porque se
pierde el tiempo que se podía dedicar a otros asuntos más
relevantes. Pero, en estos casos, donde las acusaciones
salpican a miles de ciudadanos a quienes se agravia y
vitupera injustamente, en estos supuestos sangrantes, solo
cabe la respuesta penal más rigurosa por parte del Gobierno
ceutí, obligado moralmente, en el fondo y en la forma, a
“dar la cara” por el pueblo que ha sido arrojado “a los pies
de los caballos”.
Hay que analizar el artículo para determinar el grado de
crispación que estas imputaciones contra veintidós mil
ceutíes puede generar en el colectivo musulmán. Burda
estrategia la de tratar de arañar el voto musulmán
denunciando una “cruzada” en su contra por parte de los
“doce mil racistas” ¿Qué se pretende con ello? ¿Calentar el
panorama y que empiecen los conflictos a partir de
acusaciones falsas? Eso es una maldad. Crispar a la gente es
malvado y curiosamente este escrito tan peculiar a la vez
que inadmisible, viene a coincidir con la celebérrima “Ley
Mordaza” que andan fraguando a nivel central para acallar a
los críticos, pero que, en su exposición, anuncia que
castigará con dureza a quienes “generen crispación social”.
Y ¿Hay mayor crispación que acusar de racistas a miles de
ceutíes con el riesgo de que, en una ciudad que es un modelo
de armonía y de convivencia, un crisol de culturas, prenda
la mecha y haya un enfrentamiento?.
La imprudencia y la frivolidad son inadmisibles en el
desempeño de la función política y las aseveraciones
calumniosas e injuriosas que pueden suponer una
confrontación entre ciudadanos, “marcando” como racistas a
nada más y nada menos que a doce mil ceutíes y de cruzados
“antimusulmanes” a sectores “amplios e influyentes”, esas
afirmaciones, suponen un peligro social.
Por ahí no. Por ahí no puede, ni debe, ni va a desarrollarse
ninguna campaña política. Mecanismos legales existen de
sobra en nuestro ordenamiento jurídico como para atajar ese
tipo de conductas que suponen un riesgo para toda la
comunidad. Y contra comportamientos ilícitos, respuestas
legales. Por el bien de todos. Por coherencia para con los
ciudadanos de quienes se pregona una indigencia moral y
ética y una tendencia delictiva. Por la más elemental
justicia. Con el pueblo de Ceuta, por ahí no.
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