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OPINIÓN - JUEVES,19 DE ENERO DE 2011

 
OPINIÓN

Erradicar los hurtos : la estrategia

Por Nuria Van den Berghe


No se encuentran ustedes absolutamente asqueados por la utilización del eufemístico “menores” para denominar a los delincuentes juveniles?. Lógico que, los votantes populares andemos ávidos ante la previsible y rigurosa reforma de la Ley del Menor que todos demandamos y que llegará con nuestro advenimiento.

Pero, por ahora, los comerciantes del Revellín y Constitución tienen, poco menos que “resignarse” a que les roben los pandilleros. Y tragarse que lo están haciendo con una actitud de impunidad y de burla continuada a la ley.

No obstante no es el único lugar de España donde, las fechorías de los delincuentes juveniles, han amargado las vidas de los ciudadanos, de hecho, en Barcelona, las Ramblas y los lugares turísticos llegaron a hacerse intransitables por la acción de ladrones, carteristas y cacos de menos de dieciocho años, muchos de ellos llegados de la mano de mafias delictivas extranjeras que les traían para eso :para robar aprovechando las bondades de la Ley del Menor.

Pero, quien hace la ley (aunque esté mal hecha) hace la trampa y hay ciento una estrategias para conseguir aburrir a esos aprendices de delincuentes. Y más aún a sus familias. De entrada siempre merece la pena intervenir hasta sus últimas consecuencias, en el sentido de detener al delincuente y llevarle ante el Juez, por muy pesados y farragosos que sean los trámites y aunque hayan tratado de robar tan solo un calzoncillo de un euro.

A ningún delincuente le gusta ser detenido y retenido hasta que lleguen sus padres. Ni que el grupo de Menores interrogue a los padres. Y si, encima, los jóvenes son menores de dieciséis años hay que investigar si existe absentismo escolar. Todo complicado. Pero ni la Policía ni la Fiscalía de Menores “pierde el tiempo” los que si lo pierden son los detenidos y sus familias que se topan con multitud de inconvenientes. Puedo referirme al tema con absoluta tranquilidad porque he llevado muchos casos en los Juzgados de Menores y en no pocos me he encontrado con buenos padres arruinados y embargados por tener que afrontar las multas y la responsabilidad civil derivadas de los actos delictivos de sus hijos. De hecho, en muchos Juzgados de Andalucía, van más rápidos con los dineros que tienen que pagar los padres que con las propias medidas a adoptar con “el menor”. Y allí se paga. Pagas o te embargan lo que tengas, hasta parte del paro de los padres los embargan.

Pero lo que más impresiona es el seguimiento por parte de los servicios sociales de la Junta de Andalucía, que son abrumadores, padres imputados por el absentismo escolar de sus hijos y padres totalmente responsabilizados de las fechorías de sus vástagos. Eso ha significado, ante la reiteración de las multas y los embargos, que sean los propios padres los que aten corto a sus hijos para que no les cueste el dinero, las comparecencias ante Fiscalía, las comparecencias con los psicólogos, que les acusen e imputen porque sus gamberros faltan a clase y siempre con la espada de Damocles de que, la Junta, si se demuestra que los padres son incapaces, asuma la tutela de los “prendas” y les mande a un Centro de Menores por considerar que, los padres no son idóneos y existe riesgo de abandono.

Mucha facilidad para asumir la tutela por parte de la Junta y mucha alegría en caso de delitos y de reiteración de actividades delictivas para decretar el ingreso en Centros, preferiblemente alejados de la localidad de origen y en el caso de Málaga, destino Tierra de Oria, Almería, que no es para reirse. Se lo juro que el lugar es duro. Pero viene muy bien porque templa los ánimos y enseña a comportarse para poder acceder a beneficios. Allí “todo” hay que ganárselo. Los jóvenes las pasan canutas pero, en el fondo y en la forma, mejor que tus padres te visiten en un centro que, que lo hagan dentro de un par de años, en una cárcel.

Me comentaban que, en Barcelona, la Guardia urbana detenía a los mismos una y otra vez, llamaba a los padres, acudían los servicios sociales, la cosa se ponía seria y las familias, que habían llegado a poner a sus hijos a robar, se acababan marchando ante el riesgo de verse desposeídos de su principal fuente de ingresos : los delitos de sus hijos y sus propios hijos.

La situación de la avalancha de robos de menores en muchas ciudades españolas se ha llegado a atemperar en cuanto se ha procedido contra los progenitores y en cuanto, cualquier mínima infracción, ha supuesto horas de detención y papeleos, riesgos de internamiento y la fama de que “no se deja pasar ni una”. Es una especie de prueba de resistencia : a ver quien se agota antes. Si la sensación que percibe el joven y futuro inquilino de una prisión es de hartazgo por parte de las Autoridades, la respuesta será de envalentonamiento, si se sigue la famosa política del ex alcalde Giuliani de Nueva York de “tolerancia cero” el tema funciona y los buenos ganamos.

Basta recordar que el temible Giuliani hacía detener y llevar ante el Juez hasta a quienes se colaban en el metro porque decía que, los criminales y los peligrosos socialmente, no suelen pagar el metro, vamos, que no se paran en esas minucias. Al delincuente en ciernes se le detiene, se le ficha, se le marea, se llama a los padres, se les marea, se le presenta ante la Fiscalía, más mareo, se llama a los padres a comparecer, mareo y medio, llegan los servicios sociales, ración triple de mareo, se les amenaza con el ingreso en un Centro del menor, para su reeducación y reinserción, mareo y mandangas. Todo extraordinariamente largo, pesado, farragoso, agotador, coñazo y mareante.

¿Y merece la pena un calvario de incomodidades y malos ratos durante meses por robar un par de camisetas y salir corriendo? Para los tipos inteligentes no. Por supuesto que no.

La estrategia es simple : agotarles. Porque, nosotros, no nos vamos a agotar jamás, en ello nos va la diferencia entre vivir con calidad de vida o sobrevivir en territorio comanche. Por cierto ¿No habían notado lo que nos parecemos al 5º de Caballería?.
 

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