No se encuentran ustedes absolutamente asqueados por la
utilización del eufemístico “menores” para denominar a los
delincuentes juveniles?. Lógico que, los votantes populares
andemos ávidos ante la previsible y rigurosa reforma de la
Ley del Menor que todos demandamos y que llegará con nuestro
advenimiento.
Pero, por ahora, los comerciantes del Revellín y
Constitución tienen, poco menos que “resignarse” a que les
roben los pandilleros. Y tragarse que lo están haciendo con
una actitud de impunidad y de burla continuada a la ley.
No obstante no es el único lugar de España donde, las
fechorías de los delincuentes juveniles, han amargado las
vidas de los ciudadanos, de hecho, en Barcelona, las Ramblas
y los lugares turísticos llegaron a hacerse intransitables
por la acción de ladrones, carteristas y cacos de menos de
dieciocho años, muchos de ellos llegados de la mano de
mafias delictivas extranjeras que les traían para eso :para
robar aprovechando las bondades de la Ley del Menor.
Pero, quien hace la ley (aunque esté mal hecha) hace la
trampa y hay ciento una estrategias para conseguir aburrir a
esos aprendices de delincuentes. Y más aún a sus familias.
De entrada siempre merece la pena intervenir hasta sus
últimas consecuencias, en el sentido de detener al
delincuente y llevarle ante el Juez, por muy pesados y
farragosos que sean los trámites y aunque hayan tratado de
robar tan solo un calzoncillo de un euro.
A ningún delincuente le gusta ser detenido y retenido hasta
que lleguen sus padres. Ni que el grupo de Menores
interrogue a los padres. Y si, encima, los jóvenes son
menores de dieciséis años hay que investigar si existe
absentismo escolar. Todo complicado. Pero ni la Policía ni
la Fiscalía de Menores “pierde el tiempo” los que si lo
pierden son los detenidos y sus familias que se topan con
multitud de inconvenientes. Puedo referirme al tema con
absoluta tranquilidad porque he llevado muchos casos en los
Juzgados de Menores y en no pocos me he encontrado con
buenos padres arruinados y embargados por tener que afrontar
las multas y la responsabilidad civil derivadas de los actos
delictivos de sus hijos. De hecho, en muchos Juzgados de
Andalucía, van más rápidos con los dineros que tienen que
pagar los padres que con las propias medidas a adoptar con
“el menor”. Y allí se paga. Pagas o te embargan lo que
tengas, hasta parte del paro de los padres los embargan.
Pero lo que más impresiona es el seguimiento por parte de
los servicios sociales de la Junta de Andalucía, que son
abrumadores, padres imputados por el absentismo escolar de
sus hijos y padres totalmente responsabilizados de las
fechorías de sus vástagos. Eso ha significado, ante la
reiteración de las multas y los embargos, que sean los
propios padres los que aten corto a sus hijos para que no
les cueste el dinero, las comparecencias ante Fiscalía, las
comparecencias con los psicólogos, que les acusen e imputen
porque sus gamberros faltan a clase y siempre con la espada
de Damocles de que, la Junta, si se demuestra que los padres
son incapaces, asuma la tutela de los “prendas” y les mande
a un Centro de Menores por considerar que, los padres no son
idóneos y existe riesgo de abandono.
Mucha facilidad para asumir la tutela por parte de la Junta
y mucha alegría en caso de delitos y de reiteración de
actividades delictivas para decretar el ingreso en Centros,
preferiblemente alejados de la localidad de origen y en el
caso de Málaga, destino Tierra de Oria, Almería, que no es
para reirse. Se lo juro que el lugar es duro. Pero viene muy
bien porque templa los ánimos y enseña a comportarse para
poder acceder a beneficios. Allí “todo” hay que ganárselo.
Los jóvenes las pasan canutas pero, en el fondo y en la
forma, mejor que tus padres te visiten en un centro que, que
lo hagan dentro de un par de años, en una cárcel.
Me comentaban que, en Barcelona, la Guardia urbana detenía a
los mismos una y otra vez, llamaba a los padres, acudían los
servicios sociales, la cosa se ponía seria y las familias,
que habían llegado a poner a sus hijos a robar, se acababan
marchando ante el riesgo de verse desposeídos de su
principal fuente de ingresos : los delitos de sus hijos y
sus propios hijos.
La situación de la avalancha de robos de menores en muchas
ciudades españolas se ha llegado a atemperar en cuanto se ha
procedido contra los progenitores y en cuanto, cualquier
mínima infracción, ha supuesto horas de detención y
papeleos, riesgos de internamiento y la fama de que “no se
deja pasar ni una”. Es una especie de prueba de resistencia
: a ver quien se agota antes. Si la sensación que percibe el
joven y futuro inquilino de una prisión es de hartazgo por
parte de las Autoridades, la respuesta será de
envalentonamiento, si se sigue la famosa política del ex
alcalde Giuliani de Nueva York de “tolerancia cero” el tema
funciona y los buenos ganamos.
Basta recordar que el temible Giuliani hacía detener y
llevar ante el Juez hasta a quienes se colaban en el metro
porque decía que, los criminales y los peligrosos
socialmente, no suelen pagar el metro, vamos, que no se
paran en esas minucias. Al delincuente en ciernes se le
detiene, se le ficha, se le marea, se llama a los padres, se
les marea, se le presenta ante la Fiscalía, más mareo, se
llama a los padres a comparecer, mareo y medio, llegan los
servicios sociales, ración triple de mareo, se les amenaza
con el ingreso en un Centro del menor, para su reeducación y
reinserción, mareo y mandangas. Todo extraordinariamente
largo, pesado, farragoso, agotador, coñazo y mareante.
¿Y merece la pena un calvario de incomodidades y malos ratos
durante meses por robar un par de camisetas y salir
corriendo? Para los tipos inteligentes no. Por supuesto que
no.
La estrategia es simple : agotarles. Porque, nosotros, no
nos vamos a agotar jamás, en ello nos va la diferencia entre
vivir con calidad de vida o sobrevivir en territorio
comanche. Por cierto ¿No habían notado lo que nos parecemos
al 5º de Caballería?.
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