He aquí las sombras de las leyes represivas! No se
preocupen, no voy a dar la vara con mis abominaciones del
recorte de libertades de la Ley-Antitabaco. Porque viene
anunciada otra ley aún más rocambolesca, para distraernos y
que tengamos de que hablar, ya que las “Macrooperaciones de
Marbella”no se las tragan a estas alturas, ni los niños de
teta.
Lo cierto es que me pasado una tarde dominguera paseándome
Ceuta y con una colilla en la mano, a la busca de un
cenicero público. Sí, me refiero a ese tipo de
ceniceros-papeleras que te encuentras en las estaciones de
tren, ceniceros como los de Atocha, pero en pijo, en bonito.
Quiero decir que con algo de diseño y enriquecidos con el
escudo de la ciudad, porque fumamos en la calle y no tenemos
donde finiquitar la colilla apestosa. Buscas y encuentras
una reja de alcantarilla donde solapar los restos del acto
delictivo del fumeteo o te expones a una sanción por
ensuciar si tiras la colilla al suelo y la apagas pisándola,
disimuladamente, con el zapato. Además a las alturas de
civismo en las que nos encontramos, a ninguno nos apetece
tirar absolutamente “nada” en las aceras y quien lo hace
puede recibir de cualquier viandante un sonoro bufido o un
reproche directo Estamos concienciados, tanto con el tema de
la pulcritud como con el tema de la abominación de las
bolsas de plástico.
En la Península hay un aborrecimiento generalizado al
“plástico” y todas las marujas o jennifermaris, nos espiamos
a ver quien usa o no usa la bolsa reciclable, luces y
sombras de la ex-sociedad del bienestar, por un lado mucha
conciencia ecológica y mucho reciclaje y por otro las
familias comiendo de los contenedores de basura. El plástico
tabú, porque a todos nos concierne, los pulmones de cada
cual, por el contrario, pertenecen a su legítimo propietario
y si el tabaquismo tiene un coste para la Seguridad Social
para algo, el fumador, ha estado toda la vida cotizando y
pagando por adelantado por si enferma.
Pero, ceniceros públicos no encuentro. Ni ceniceros en las
puertas de los establecimientos de hostelería, así ves a la
clientela, apurada, mirando adonde apaga el cigarro
delictivo y con malísima conciencia si, la colilla, tiene
que acabar desintegrada en el asfalto. Lógico, tampoco se la
van a comer ni a guardar en el bolsillo. Mejor atender a la
demanda ciudadana y, como los fumadores votamos, habilitar
recipientes para las pruebas palpables de nuestro
innombrable vicio. ¿Han visto cuantas pamplinas?.
Pues, con la nueva ley que se avecina, un engendro de algo
referente a la “discriminación” sublimado a tamaño
esperpéntico, nos vamos a enterar. Puro estado policial y
pura persecución ciudadana, aunque la ley tiene sus ventajas
porque se puede acusar de “todo” a “todo” el mundo. Si
alguien “te mira mal” y te sientes discriminada, le
denuncias. Supongo que, si un musculitos, pura tableta de
chocolate, te rechaza por no ser de su gusto, también se le
puede denunciar porque “te discrimina”. Si se va a un
casting de modelos y te informan educadamente de que se
trata de una prueba para adolescentes y tú has cumplido el
medio siglo, se denuncia porque te discriminan por la edad.
Si una se quiere presentar a Miss España y la rechazan
porque no cabe en el bañador, es también discriminatorio.
Yo, por ejemplo, me siento “discriminada” por no ser la
Preysler ni imagen de Porcelanosa y también porque, los del
Hola no me quieren poner en la portada ni sacar retratado mi
apartamento, por pobretón. ¿Pero es que no “merecemos” salir
todos fotografiados en nuestras VPO con las piezas de diseño
exclusivo de “Mercamueble”? ¿No ha salido Tamara Falcó en su
exclusivo ático del Madrid de los Austrias? ¡No vean la ley!
Tengo ya una lista de ciento ochenta denuncias por lo menos,
todas bien motivadas, con los hechos tan bien expuestos que
parece que llevo a un viejo en la barriga y luego sus
fundamentos de Derecho que son una monería.
Y encima, con la ley antidiscriminación puedo sacarle unos
dinerillos a la Ciudad Autónoma, porque tiene habilitadas
papeleras para tirar las bolsas de los comedores de patatas
fritas Lays y de gusanitos y no ha instalado ceniceros
urbanos para que, los fumadores, no nos sintamos corroídos
por la culpabilidad y tremendamente infelices por arrojar
restos al suelo y convertirnos, automáticamente, en puros
exponentes del más malvado incivismo.
Y no es que quiera denunciar al Ayuntamiento por
discriminación por nada personal, es porque necesito el
dinero para comprarme tabaco, es decir, para vicios, si no
necesitara apoyo económico y financiación para cultivar mi
adicción no les demandaría, pero, la cosa está muy mala y
hay mucha crisis y aquí el que no corre vuela. La excusa
moral que alego es que, la falta de instalaciones idóneas me
hace sentir “muy mal” y “muy culpable” y eso me genera
ansiedad y, por culpa de la ansiedad, fumo más aún, por lo
que necesito muestras de solidaridad. En una palabra: si me
regalan unos cartoncillos de Chester y unos mecheros de los
que llevan la bandera española, yo me conformo y me doy por
resarcida.
Pero ¿Pueden creerse que no encuentro ni un cenicero? A ver
si ando despistada, pero, si no ando despistada es que “me
están discriminando” y aquí, más de uno y más de dos se van
a enterar…
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