La jubilación parcial, la que
tengo actualmente, parece que va a ser erradicada por el
gobierno socialista. Pero no creo que llegue a afectarme,
que me quiten lo “bailao”, porque ahora es el último tramo
que me queda.
Ahora estoy trabajando, el 15% que me corresponde en 2011, y
los desplazamientos que realizo a mi puesto de trabajo,
suelo hacerlo en el autocar Mataró-Barcelona que lleva el
letrero C-1, suele ir atestado de empleados.
Lo bueno de estos desplazamientos es que puedo leer “La
Vanguardia” que el conductor entrega gratuitamente a los más
madrugadores… porque a partir de las 7:30 ya no quedan.
Bueno, en Mataró hay un barrio que se llama Rocafonda y al
que suelo acudir porque desgraciadamente, y digo
desgraciadamente, tiene su estudio fotográfico un amigo mío
y con el que suelo colaborar haciendo retratos dibujados de
gente.
Pues bien, cada vez que accedo a ese barrio me parece estar
entrando en la barriada de El Príncipe de Ceuta. Todos sus
habitantes son musulmanes y musulmanas, entre los que se
mezclan algunos negros, perdón subsaharianos. Los catalanes
son escasos.
Y para no perder el sabor, olor y puesta en escena, los líos
sociales son tremendos.
El pasado martes, para no ir más lejos, una trifulca retrató
el conjunto de acciones que se producen cotidianamente en
ese barrio.
La grúa municipal acudió, avisada, a retirar un coche que
estaba aparcado en doble fila, en una calle de dos
direcciones extremadamente estrecha, y nada más enganchar al
vehículo infractor, una marabunta de gente le rodeó
ponioendo en peligro su integridad física. Entre gritos y
silbidos apareció el propietario del vehículo, un marroquí
inmenso, joven de gran estatura.
Gritando como un energúmeno, agarró al pobre empleado
municipal y le exigió con gritos y aspavientos que soltara
su coche.
Por suerte el de la grúa no estaba solo. Le acompañaba un
agente de la policía local que fue el que le avisó. Este dio
aviso al cuartelillo y de inmediato se presentaron varios
agentes de la policía local.
No fueron suficientes. Tuvieron que llamar a los Mossos
d’Esquadra, la policía catalana, y se presentaron varias
patrullas con policías de paisanos, conocidos como los
antidisturbios invisibles, con cascos de motorista.
Para reducir al gigante marroquí, que pegaba puñetazos a
todo policía gritando y gesticulando como nunca he visto en
un ser humano, tuvieron que emplear la fuerza bruta de tres
Mossos, mientras el resto contenía a la multitud que
amenazaba entrar en batalla. Los gritos y silbidos
arrecieron, alcanzando el paroxismo cuando metieron al
propietario del vehículo en la furgoneta.
Por suerte la cosa no pasó a mayores.
Ya es la quindécima vez que los musulmanes se saltan las más
sencillas normas de convivencia social y por lo visto no
pararán.
Lo bueno de ese día fue que pude conocer y saludar a la
primera niña nacida del 2011 en España, en Mataró, Jasmine.
Felicité a sus padres, marroquís residentes en el barrio
Rocafonda, deseándoles suerte en la vida y lamentando que
hubiera venido al mundo justamente quince minutos después de
que se cerrara el ciclo de los cheques-bebé de 2.500 euros.
Me aseguraron que habían intentado que naciera dentro de los
últimos minutos del 2010.
Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, recibieron
muchos regalos de las autoridades locales.
En fin, como ya escribo antes, este barrio es idéntico a El
Príncipe. Con sus grupos de gente reunidos en plazoletas,
portales, etc. Tiendas a porrillo que bufan el
característico olor de los corderos descuartizados en
desordenada mezcla con otros productos…
¿Sigo en Ceuta?, pronto regresaré. Cuando acabe la
jubilación parcial.
|