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OPINIÓN - SÁBADO, 15 DE ENERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Dicen que chismorrear es sano
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me invita a comer, inmerso en la crisis de quien lleva varios días sin fumar, y me dice que para paliar el “mono” ha decidido echar mano del chismorreo. Y que no hay reunión donde no se muestre dispuesto a la habladuría sobre asuntos ajenos.

Y, ante la cara de extrañeza que pongo, decide hacerme el artículo del chisme:

-Mira, Manolo, los antropólogos consideran que chismorrear es un buen medio de mantenimiento del control social y arma indispensable en las disputas entre facciones enredadas en conseguir logros a cualquier precio. Y, además, está demostrado que chismear repercute positivamente en la salud. Ayuda a mejorar la circulación sanguínea.

-Vaya, no sabía yo los beneficios que otorgaba semejante actividad. Si es así, harían muy bien los médicos en recomendarla. Pues es de coste cero. Y los tiempos que corren son, precisamente, para imaginar con el fin de recortar gastos innecesarios.

-A propósito –dice mi interlocutor-, ¿te he contado yo a ti alguna vez algo relacionado con un funcionario que en la huelga general de 1988, la que lideró Nicolás Redondo, decía impropios contra los sindicatos, y años después se convirtió en el sindicalista liberado y más aguerrido que hay en esta ciudad?

-No. Ni tengo la menor idea de quién pueda ser. Y tampoco me interesa de momento conocer su nombre. Amén de que todo el mundo tiene derecho a evolucionar.

-Me da la impresión, Manolo, de que te estás quedando conmigo. Y si te dijera que el cambio radical que se produjo en esta persona, pudo deberse a que pasó en su momento por un trance de homoerotismo. Una atracción hacia otro individuo que le duró lo justo para cambiar de ideas.

-¡Calla!... No sigas por ese camino…

-Perdona, Manolo, de lo que se prendó el funcionario fue de la labia del dirigente sindicalista, así como de su desprendimiento e inteligencia. Y, desde entonces, no ceja de propalar estas virtudes a cada paso. Espero que hayas cogido ya la onda.

-Pues no. Sigo en blanco. Tal vez, créeme, porque a mí me desagradó siempre tener que adentrarme en esa situación de los sindicalistas liberados, por una razón bien sencilla: los hay que gozan de mi estima y no quiero decir nada que pueda herir la susceptibilidad de ellos.

-¡Huyyyy…! A ti te veo yo muy cambiado. Me asombras, Manolo. Y me haces pensar que estás pasando por un momento en el cual no quieres mantenértelas tiesas con nadie. En cualquier otro momento, lo primero que me hubieras pedido es el nombre del individuo de cual te estoy hablando. Máxime cuando me consta que el fulano te tiene una tirria tan grande como para desearte cada día lo peor.

-Pues bien. Pero se nota que cuenta con poca fuerza entre sus santos preferidos. Ya que en diciembre cumplí setenta y un años y soy capaz de hacer el test de Cooper sin desentonar. En fin, estimado conocido, que te agradezco tu invitación y el rato que me has hecho pasar poniéndome al tanto de cosas verídicas o no, que versan sobre la vida privada de una persona. Y que a mí me importan un bledo. Ahora bien, siempre y cuando esa persona u otras personas allegadas a él, no me toquen los dídimos. Que te sea leve lo no de fumar. Y hasta pronto.
 

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