Su regreso a nuestro fútbol,
convertido en el número uno de los entrenadores mundiales,
ha propiciado que la envidia española vuelva a florecer en
todo su esplendor dañino. Y la envidia ha motivado también
que se haya desatado una aversión manifiesta hacia su
persona por parte de muchos profesionales pertenecientes al
mundo del balón. El portugués, desde que se anunció su
contratación como entrenador del Madrid, principió a ser
objeto de odio, aborrecimiento, antipatía, etcétera. Fobia
que ha ido creciendo cada vez más contra un técnico
triunfador en tres países distintos. Y ha llegado al extremo
de ser la causa por la cual no haya partido en el cual
José Mourinho no sea afrentado por parte de los
componentes del banquillo contrario, que parecen
predispuestos a tenérselas tiesas con el entrenador
madridista.
En tales grescas, antes, durante, o después de los partidos,
participan entrenadores, jugadores, fisioterapeutas,
delegados… Que parecen haberse conjurados para demostrar que
Mourinho es un tipo dominado por una chulería que los
españoles no deben permitir bajo ningún concepto. Y mucho
menos, faltaría más, si el chulo es de nacionalidad
portuguesa. Con lo cual la animosidad contra su persona es
doblemente mayor. ¡Esto no hay quien lo aguante!, exclaman
sus enemigos. Exclamación que lleva una tonelada de
soberbia. Y dentro de nada comenzarán a decir de Mourinho
que está loco. Lo cual significa que hace cosas con las que
no están de acuerdo los demás profesionales que son
incapaces de practicarlas.
Antes que a Mourinho, ya vivimos los más viejos del lugar a
Helenio Herrera: quien pasó a la historia como el
entrenador que hizo posible, entre otras muchas cosas, que
la utilidad de los entrenadores sea reconocida, desde
entonces, y pagada a precio de oro. Aunque en la época de HH
los críticos futbolísticos eran cuatro y no se atrevían a
realizar campañas en contra del “Melenas”. Sobrenombre por
el cual era asimismo conocido el entrenador de origen
argentino.
Mourinho es un excelente entrenador. Y así lo pudimos
comprobar, una vez más, el domingo pasado, en el partido que
su equipo jugó con el Villarreal, al tomar decisiones sobre
la marcha que cambiaron el curso del encuentro. Decisiones
que no siempre salen bien pero que son deseables antes que
quedarse cruzado de brazos a ver lo que pasa mientras los
jugadores propios no dan pie con bola. Mourinho ha llegado
al Madrid en un momento donde en España se sigue viviendo el
éxito del Mundial como si fuera la panacea. Triunfo
extraordinario que, junto al juego maravilloso del Barça y
sus rotundas victorias han hecho posible que Guardiola
y Del Bosque estén a un paso de que pidan para
ellos la canonización. Y, por si fuera poco, ambos
representan la mejor versión del buenismo actual que existe.
Son los mejores exponentes de esa falsa humildad tan en
boga. Cuando habla Guardiola, más que a un entrenador me
parece estar oyendo al padre espiritual que tuve en un
colegio de jesuitas. Y Del Bosque podría explotar siempre su
figura de Papá Noel. Sin necesidad de ponerse la ropa.
Mourinho, en cambio, cada vez que abre la boca es para
despertar sentimientos encontrados de admiración y odio. Y
ha logrado que Valdano se sienta ridículo. Y éste, tan cursi
cual peligroso, vive pensando en darle jaque mate al
portugués. Lo tiene difícil.
|