Como si de la película de Vittorio de Sica se tratara, el
ladrón de bicicletas está en la ciudad. Y el objetivo de
Steven es encontrarlo y recuperar la suya, su objeto más
querido, además de su medio de transporte.
Steven es un joven belga de 28 años que se dedica a viajar
por el mundo. Salió en junio desde Bélgica en bicicleta y
llegó hasta Alemania. Después fue hasta Francia y Suiza. En
ese último destino se afincó durante cuatro meses, siempre
con su bicicleta. Estuvo trabajando como voluntario en una
granja. Después, en un hotel, el tiempo suficiente para
conseguir algo de dinero que le permitiera seguir adelante
con sus viajes por el mundo.
Una vez juntados algunos ahorros, su siguiente destino fue
el país de la bota. Tras recorrer Italia regresó a Francia.
Después bajó hasta los Pirineos y volvió a trabajar en una
granja, en la que se dedicó al cuidado de cuarenta vacas.
Fue tras esa experiencia, cuando decidió bajar a España. Y
así fue como este viajero y su bicicleta llegaron hasta
Ceuta. Su intención ahora era adentrarse en Marruecos, donde
tenía previsto participar en un tour para ciclistas y seguir
haciendo voluntariados en granjas.
Quería descubrir Marruecos y romper los estereotipos
preconcebidos: “Hay muchos marroquíes en Bélgica y no tienen
una fama muy buena -explica el joven-, por eso yo pretendía
descubrir por mí mismo que no eran como los demás decían en
Belgica que son..., pero bueno, después de esta experiencia
no tengo la oportunidad”.
“¿Y cómo han podido robarme mi biciclteta?”, se pregunta el
chico. “A mí me gustan las montañas y la naturaleza, y
cuando viajo siempre busco un sitio en ella para poner mi
tienda y dormir. Como aquí en Ceuta no hay mucha
oportunidad, pensé que Monte Hacho era una buena opción”,
explica.
Apareció en la zona agotado. Había llegado de Tánger el día
anterior y cargar con una bicicleta, cuatro maletas, un saco
de dormir y una tienda de campaña no ayudaban. El cansancio
le dejó rendido. “Monté mi tienda, enganché mi bici y me
quedé dormido”, añade. Eran las cuatro de la tarde, su
siesta duró media hora. Cuando se despertó, su bicicleta ya
no estaba allí. “Quizás si la hubiese enganchado mejor...,
pero bueno, ahora es demasiado tarde”, lamenta.
Al ladrón, al ladrón
Ante la desesperación, Steven decidió empapelar la ciudad
con unos carteles muy peculiares, en los que, directamente,
apelaba al ladrón. “¡Me has robado la bici, sí, tú!”,
encabezaba el anuncio.
En él, indicaba que su bicicleta y él habían hecho juntos
más de 3.000 kilómetros. “Me has paralizado, me has roto las
piernas, cortado las manos”, empezaba la apelación a su
ladrón. “Por favor, dámela para que nosotros podamos ser
felices de nuevo”, continuaba.
Después, hablaba de ella: “Solo tiene un año y medio, y le
gusta mucho la canción de los pájaros, el viento y la
montaña”. Steven no tiene muchas esperanzas de encontrar su
bicicleta -”todo el mundo me dice que estará en Marruecos
ya”-, pero la esperanza es lo último que se pierde.
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