El poder de las personas se
percibe inmediatamente. Sobre todo en las pueblos y ciudades
pequeñas. Por ejemplo: está usted en un restaurante lleno
hasta la bandera y donde hay mucha gente en lista de espera
para obtener una mesa, y es testigo de cómo un tipo
influyente es recibido con parabienes y, en un amén, se le
habilita una mesa en el comedor. Ante la desesperación de
quienes llevan más de una hora matando el tiempo en la barra
de la cafetería.
Las personas influyentes eluden problemas y molestias que
sufren los que no gozan de semejante capacidad. Verbigracia:
debe usted pasar bajo un arco que detecta metales. Y si
acaso les suenan los zapatos o las botas, inmediatamente
debe descalzarse y quedarse en calcetines. En Ceuta, tenemos
un helipuerto y es obligatorio, como no podía ser menos,
pasar la prueba del detector de metales. Y los zapatos les
suelen sonar lo mismo a una persona influyente que a un
desconocido de piel cetrina o a una profesora de piano que
viaja a la península para verse con su novio.
La persona de piel cetrina y la profesora de piano que viaja
hacia la Costa del Sol buscando darse un homenaje de aquí te
espero, han de descalzarse. Y hasta serían obligadas a
desvestirse íntegramente si acaso la máquina insiste en
seguir aullando.
En cambio, a la persona influyente o poderosa, por más que
les suenen los zapatos o los adentros, nadie es capaz de
hacerle cumplir lo estipulado. Más aún: el encargado de la
seguridad suele dar lo mejor de sí mismo. Y lo mejor de sí
mismo es, sin duda alguna, ponerse a disposición de la
persona tenida por poderosa y, sin ningún pudor, ofrecerse
para todo y hasta pedirle las disculpas correspondientes,
porque el arco detector de metales no haya sabido distinguir
la diferencia que hay entre un mindundi, un don nadie y los
personajes que pisan tan fuerte en la ciudad como para que
‘El Mundo’ los destaque.
Me consta que en el helipuerto, desde que comenzó a
funcionar la línea de helicópteros, Juan Vivas y
José Fernández Chacón no han tenido nunca que hacer el
menor asomo de strip tips. Aunque a su paso por el control
de metales les sonara hasta el carné de identidad. Tengo la
certeza de que Francisco Márquez, en sus idas y venidas en
los aparatos voladores, jamás ha sido molestado aunque su
cuerpo sonara como si fuera un hombre orquesta.
Y qué decir de Yolanda Bel o José María Campos.
Todos ellos, además de ser poderosos, son muy conocidos. Tan
conocidos como para que los servidores de hacer cumplir la
ley saquen a relucir su carta de amabilidades. Y es que los
ciudadanos “más poderosos” están en su perfecto derecho de
que se les dispense de ser tratados como plebeyos.
Pues bien, ahora entiendo la razón que tuvo Mohamed Alí
para formalizar la alianza de su partido con el de
Aróstegui. Y, claro está, se me viene a la memoria lo
que me dijo en su momento:
-Mira, Manolo, a partir de ahora seré más reconocido
y respetado por las instituciones, gracias a que seré
presentado en sociedad por Aróstegui.
Y no estaba equivocado el líder de la UDCE. Ya que ‘El
Mundo’ le ha dado la categoría de persona influyente.
Poderosa. De modo que Alí ya tiene bula para no quitarse los
zapatos, aunque éstos suenen como una matraca, a su paso por
el detector de metales del helipuerto. Ya es alguien…
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