Mucho se habla de justicia en un
mundo en el que la justicia no es igual para todos, ni
existe para todos, son muchas vidas humanas las que quedan
excluidas de lo que es justo y no justo. Actualmente también
es así, la justicia es un bien escaso en el planeta, pero
quizás uno de los colectivos que recibió mayores
injusticias, sean los afrodescendientes, aquellos
descendientes de personas secuestradas sin derecho a nada,
transportadas quisieran o no como animales de carga, desde
el África subsahariana hasta América por los europeos para
trabajar como esclavos en sus colonias, fundamentalmente en
las minas y plantaciones. Celebro, pues, que la declaración
de 2011 como el año internacional de estas comunidades, nos
sirva a todos los moradores de la tierra para tomar
conciencia de que las injusticias nos pasan factura a todos,
porque una sinrazón hecha a un individuo contamina a toda la
sociedad.
A pesar de los compromisos asumidos internacionalmente por
los Estados, en cuanto a derechos humanos, resulta fácil
constatar las injusticias que aún hoy en día se cometen con
los inmigrantes, abusos que siguen afectando de manera
particular a mujeres, niños, indígenas y pueblos
afrodescendientes. ¡Triste época la nuestra!. Las personas
afrodescendientes todavía no se les ha liberado y acumulan
agravios centenarios. A poco que uno se adentre por los
caminos de la vida, verá que los ambientes racistas
continúan vivos en amplios sectores sociales y, a estas
formas excluyentes, se unen la situación de desventaja en la
que viven estos herederos de la miseria, desheredados del
progreso que jamás han conocido. Han nacido sin techo y
siguen sin techo, en las zonas más pobres deambulan de acá
para allá, nadie les ha dado jamás una oportunidad educativa
y mucho menos un trabajo decente. Bajo estas injustas
mimbres, la posibilidad de romper el círculo de la pobreza y
la exclusión social, roza el amor imposible; basta mirar y
ve que con ellos apenas se practica amistad alguna.
Por eso, hay que seguir pidiendo justicia para los
afrodescendientes, a los que seguimos negándoles el pan de
cada día, y, lo que es todavía peor, su valía como personas.
Si su cultura ha de reconocerse, valorarse, defenderse, de
igual modo su vida ha de humanizarse, hermanarse y fundirse
con el resto de las personas, que sí han tenido ocasiones
más propicias para avanzar y realizarse. Dejemos, en
consecuencia, que la diversidad de manifestaciones humanas
convivan y cohabiten unidas. La herencia africana también
forma parte del mundo, es del mundo, y como tal ha de
considerarse en los procesos de desarrollo de las naciones.
Por consiguiente, resulta mezquino soslayar la riqueza de
las expresiones artísticas y espirituales del patrimonio
afrodescendiente. Como también es bochornoso que algunas
personas vivan en condiciones inaceptables en continentes de
enorme riqueza natural, donde por su biodiversidad se tienen
todas las posibilidades de garantizar el bienestar y la
dignidad de su población. Esto conlleva la necesidad de que
las distintas culturas “negras” o “afroamericanas” que
emergieron de los descendientes de africanos, se reagrupen y
tomen parte activa en las agendas nacionales e
internacionales. Trabajar por la justicia es cosa de todos
y, con ella, se apuntala la igualdad y la libertad, tan
necesaria como el aire que respiramos para subsistir.
Volvamos a la memoria del aire, por aquello de que añorar el
pasado es igual que correr tras el viento, que nunca se le
alcanza. Nosotros tampoco debimos coger, ni acoger, el
abrazo de los planteamientos racistas injustificables, tales
como la esclavización, el colonialismo y el exterminio de
grandes pueblos como los africanos y los judíos.
Ciertamente, si todos compartimos un mismo genoma y un mismo
planeta, recurrir al tema racial, a los tonos de piel u
otras características físicas de las personas, de tal modo
que unas se consideren superiores a otras, es tan miserable
como inhumano. Sin embargo, nos consta que la realidad es la
que es, y aún ahora, se usa el término “raza” para
discriminar, mal que nos pese. A mi juicio, el proceso de
integración de las diferencias es cuestión, más que de
legislación, de cultivo multicultural. Por ello, sin duda
alguna, se han de redoblar los esfuerzos para fomentar
programas de equidad y mejoramiento de las condiciones de
vida de las personas de ascendencia africana, entre las
cuales se encuentran políticas de empleo, educación, salud,
vivienda... ; pero no sólo de palabra, hay que ir más allá,
que los amigos ciertos son los probados en hechos.
A propósito, por si algún lector duda de la fuerte ola de
racismo y xenofobia que vuelve a invadir el planeta,
recientemente un relator especial de la ONU, al presentar
dos informes a la Asamblea General de las Naciones Unidas,
Githu Muigai sostuvo que el racismo y la xenofobia no son
problemas del pasado y que, por el contrario, continúan
siendo un inmenso desafío del presente que afecta a todas
las sociedades. ¿Qué mayor discriminación que calificar al
mundo migrante como un problema y una amenaza para la
cohesión social?. Si recordamos las diversas formas de
discriminación que han sufrido los afrodescendientes a lo
largo de su historia, veremos que realmente no hemos
avanzado demasiado en los tiempos actuales. Para este mundo
de ayer, como para el mundo de la migración de hoy, (ambos
mundos de pobreza), sigue siendo un problema el acceso a la
educación inclusiva, así como la participación en la
sociedad, sin que esto signifique la pérdida de identidad.
En cualquier caso, quiero subrayar que en una sociedad
mundializada nadie puede perder su espacio. El bien común y
el desarrollo integral deben conseguirse con la contribución
de todos.
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