La primera mitad del largo puente
de Reyes, los magos no los del país, ha servido para que
lleve a mi hijo pequeño a esquiar en Valter 2000.
Las pistas de esquí situadas en los Pirineos catalanes, poco
más arriba del último pueblo de esa zona de Catalunya antes
de llegar a la frontera francesa: Setcases, anda escasa de
nieve y los remontes funcionan desangelados con algún que
otro despistado que osa subirse.
Sin embargo, en algunos tramos de las pistas siguen
existiendo la cosa blanca aunque bastante congelada, lo que
dificulta realizar el deporte del deslizamiento. Pero esos
tramos han servido para que mi hijo in tentara practicar el
esquí.
El único golpe que ha recibido ha sido al caer de espaldas
por pisar un trozo de hielo. No llevaba bastones como Soraya
Sáenz de Santamaría.
A la portavoz pepera se le olvidó que sus manos agarraban
los consabidos bastones de esquiar y al tratar de limpiarse
los mocos de su nariz… ¡zas!, bastonazo que te crió.
Resultado: fractura del tabique nasal con escayola pegada a
su morro. Como los payasos pero de color blanco.
Mi chico, sólo un pequeño dolor en los riñones que
desapareció milagrosa y precisamente el día de Reyes al
abrir los regalos.
Ignoro si en Formigal (Huesca) hay árboles (principalmente
abetos) que signifiquen obstáculos eludibles para los
esquiadores… pero golpearse con su propio bastón me parece
de chiste.
Seguiría escribiendo cientos de comentarios pero prefiero
autocensurarme. Tiene narices la cosa.
Hagamos un paréntesis del tema.
Ya veis cuánta razón tenía al escribir en éste diario, días
atrás, sobre el problema de la barriada del Príncipe.
Yolanda Bel debería estar más atenta y anticiparse a
cualquier acto que afecte la seguridad ciudadana y de
nuestra policía local. No vaya a ser que patine sobre un
terroncito de arena y se fracture, no ya la nariz sino otras
partes de su cuerpo, iba a escribir lozano pero prefiero no
hacerlo. Estamos en la era de la igualdad.
Volvamos al tema.
Setcases es un pueblecito típicamente montaraz y ubicado en
la comarca del Ripollés, al norte del valle de Camprodón y
de donde parte el río Ter.
Este río nace en Ulldeter (Ojo del Ter) al pie de un circo
glaciar que está a 2.480 m de altitud y desemboca, por la
Gola de Ter (entre las poblaciones de l’Estartit y Pals), en
el Mediterráneo tras recorrer 200 km.
Visitamos el Ojo de Ter con las debidas precauciones para no
patinar al fondo del valle. La nieve es puro hielo y los
resbalones se cuentan faltando dedos de las manos.
Por pura casualidad me encuentro con un tertuliano del
Casinet, que anda de excursión con toda su familia, y
después de felicitarnos mutuamente por el nuevo año me
comenta que empezamos mal. Tiene a tres de sus hijos mayores
en el paro, los otros dos son pequeños para engrosar la
lista, y en febrero se les acaba la pequeña ayuda que
recibían (los 420 euros).
Ahora, me dice, comenzará un calvario para él. Tendrá que
ayudar a sus hijos, con el problema de que dos de ellos
están casados, y el comercio que rige no da bastante para
ello.
Le acompaño en el sentimiento pero le aseguro que no es un
problema de él solo. Hay millones en la misma o peor
situación que él.
De mis seis hijos solo uno tiene problemas para encontrar
empleo estable.
Bueno, el último día de estancia en los Pirineos lo
aprovechamos para comer en Camprodón y regresar
inmediatamente a nuestra casa a fin de preparar los regalos
en la noche previa al día de Reyes.
Llegamos a tiempo para que mi chico entregara la carta a
Melchor, que cabalgaba en un trono asentado en una carroza
esperpéntica pero que, a los ojos de mi hijo, era una
carroza de las mil y una noches.
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