A la palabra racista, empleada por
lo más racistas del mundo mundial, le está pasando como a la
canción esa del amor que de tanto usarla se está acabando,
haciendo que ya nadie haga ni caso a aquellos que emplean la
mencionada palabra aunque, eso sí, hay algunos que la siguen
empleando, como una forma de defensa frente a aquellos, que
por estar en su país no entienden que se les quiera imponer
la cultura, las costumbres y las tradiciones de quienes nos
han llegado de fuera, buscando una vida mejor para él y para
su familia.
Lo de buscar una vida mejor para los suyos es de todo punto
comprensible. Fuimos muchísimos los españoles que
abandonamos nuestro país, camino de otros países europeos,
buscando esa vida mejor para los nuestros.
Pero todos esos españoles, que llegamos a varios países
europeos, Francia, Alemania o Holanda, tuvimos que acatar
las leyes que tenían esos países, respetar su cultura y sus
tradiciones sin que, en ningún momento, se nos pasase por la
cabeza, que teníamos que imponer nuestras leyes, nuestra
cultura y nuestras tradiciones. Bastante teníamos con echar
más horas que un reloj para poder ahorrar algo de dinero,
siempre pensando volver a España.
De todas formas si por un casual, de esos que ocurren en la
vida, hubiésemos decidido querer imponer nuestras leyes,
nuestra cultura o nuestras tradiciones, lo más que
hubiésemos conseguido es encontrarnos en la frontera con la
vuelta a casa garantizada.
Me aburren todos esos cuentistas que me salen en alguna de
las cadenas de televisión, contando sus batallitas cuando
estuvieron como inmigrantes en algunos de los países
reseñados. Me da la sensación, al escucharlos, que no fueron
inmigrantes o que mienten más que parpadean y sus ojitos no
paran.
Hay que aclarar que la inmigración que hicimos los españole
hacia varios países europeos, fue una inmigración que tenía
que estar avalada por un contrato de trabajo y un previo
reconocimiento médico. Sin ambos requisitos no éramos
aceptados como inmigrantes en busca de trabajo.
La inmigración que estamos recibiendo en nuestro país
carece, por completo de ambos requisitos, por la llegada
masiva en pateras lo que produce una inmigración
descontrolada que, a nos pasar mucho tiempo, nos pasará
factura y más en los momentos de crisis que estamos
padeciendo.
Siempre, por supuesto, saltarán los “buenos”, esos que hacen
tanta caridad con los inmigrantes ilegales con el dinero de
los demás españoles, pero sin poner un euro de sus
bolsillos. Estos “buenos” harán una defensa con todas sus
fuerzas, en su ayuda a esa inmigración, porque de acabarse
la inmigración ilegal, de qué iban a vivir.
Y esos inmigrantes ilegales y los que entran legalmente
tratan de imponernos sus leyes, su cultura, sus costumbres y
sus tradiciones, y en el supuesto que se les recuerde que
están en un país extranjero cuyas leyes, cultura, costumbres
y tradiciones, tienen que ser respetadas, no lo pensarán dos
veces, para sacar a relucir la frase de siempre, racistas o
xenófobos. Manda…la cosa.
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