Los sondeos políticos, en algunos
países, y sobre todo en España, son los que despiertan mayor
interés. Y, en especial, los sondeos electorales. Lo que, en
cierto modo, es comprensible, pues son los únicos cuyos
datos pueden contrastarse con la realidad. Porque, una vez
celebradas las elecciones, los resultados electorales ponen
de manifiesto el acierto o el error de las previsiones de
los sondeos.
Es verdad que los sondeos políticos son también los más
polémicos. Generan debates encendidos entre políticos o
comentaristas que suelen poner en tela de juicio la validez
y fiabilidad de las encuestas, siempre y cuando las
opiniones de los ciudadanos o las intenciones de votos que
expresan no coinciden con sus ideas o sus esperanzas. Y,
desde luego, porque consideran que los resultados del sondeo
y su propalación pueden, sin duda alguna, perjudicarles o
favorecer a sus adversarios.
La última encuesta que ha publicado ‘El Mundo’, encargada a
‘Sigma Dos’, ha vuelto a dejar patente que el ejercicio del
poder, durante diez años, más que desgastar a Juan Vivas,
como suele ocurrir normalmente, lo que ha propiciado es que
la popularidad del alcalde haya aumentado. Y ante este
hecho, tan descorazonador para los líderes de otros
partidos, no les cabe a éstos más que paciencia y barajar.
Resignación en todos los sentidos. Aunque me consta que
sufren en silencio semejante desventura política. Ahí es
nada saber que Vivas ganará nuevamente las elecciones por
mayoría absoluta. Y puede que aumentando sus escaños.
Mohamed Alí es quien está padeciendo más esa
situación desgraciada. Pues no en vano es jefe de la
oposición y gozaba, hasta no ha mucho, de cierto prestigio y
despertaba incluso interés entre quienes no le votan.
Mohamed Alí debutó con éxito en la política activa. Mejor
dicho: con mucho éxito. Y hubo un momento en el cual comenzó
a gustarse como orador. Yo recuerdo que hace ya bastantes
meses, en un pleno, destaqué la actuación de Alí debatiendo
y no tuve el menor inconveniente en decirle a Fatima
Hamed, durante un descanso de la sesión plenaria, que el
líder de su partido lo estaba haciendo cada vez mejor.
Pero Alí no entendió que en política, lo verdaderamente
importante cabe en la punta de una servilleta (Iñaki
Anasagasti). Y creyó que estaba llamado para alcanzar
metas superiores. Como si obtener cuatro diputados, en
Ceuta, hubiera sido moco de pavo. Y comenzó a perder el
sentido de la realidad. Quizá alentado por terceras personas
que, indudablemente, debieron avizorar en él debilidades
que, bien explotadas, podrían conducirle a la ruina en las
urnas. Y de ahí nació la alianza con un perdedor nato:
Juan Luis Aróstegui.
Me consta, porque así me lo ha comunicado alguien muy
cercano al líder de la UDCE, que éste anda mustio. Con gesto
ceñudo. Cierto es que Alí nunca ha sido la alegría de la
huerta. Pero tampoco ha vivido como lo viene haciendo ahora:
entre enormes dudas, por haberse unido al PSPC; dudas que se
van reflejando en su carácter. Da la impresión de que está
siempre enfadado con el mundo.
Y sus declaraciones, cuando le han preguntado sobre la
encuesta en la que se vaticina que Vivas será el triunfador
absoluto y que él, MA, puede perder dos diputados, son
conformistas y tópicas… Pero sus palabras dejan entrever la
amargura de quien sabe que su pacto con Aróstegui puede
pagarlo muy caro. Pero no reacciona.
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