Las reiteradas agresiones a las Fuerzas de Seguridad también
tiene sus víctimas, agentes lesionados por el impacto de las
piedras.
Uno de los casos más graves, acaecido hace dos años, fue el
del agente Salvador Hernández, al que una pedrada en el
pómulo le causó una lesión grave y con efecto retardado. El
paso del tiempo le fue descubriendo secuelas graves que le
han alejado del servicio en la calle por la pérdida de
visión de un 30% en un ojo.
El policía local explica que “el 6 de julio de 2008 subimos
a El Príncipe detrás de un coche robado que iba haciendo
trompos. A la altura del centro de salud, salimos del coche
y nos apedrearon. Una piedra me impactó en la cara de lleno,
en el pómulo, casi a la altura de la sien. Me reventó la
ceja, el pómulo y el ojo”.
El compañero de patrulla de Salvador lo metió en el coche y
lo llevo al Hospital Universitario de Ceuta. Allí le
hicieron un fondo de ojo, detectaron una inflamación
interior y tuvo que guardar reposo absoluto durante un mes.
Salvador pasó sus primeras revisiones por ser un accidente
laboral en la Mutua de Ceuta y Andalucía y lo derivaron a la
Clínica Tecnoláser del Sur, de Cádiz. “Vieron que tenía la
pupila abierta y me diagnosticaron una Uveitis
Postraumática. A partir de ese momento, descubrieron que
tenía un agujero en la retina y eso provocó que tuvieran que
intervenirme quirúgicamente tres veces en la clínica de
Cádiz”.
Una vida destrozada
La pedrada de aquel vándalo no solo destrozó el ojo a este
policía sino que le alteró su vida para siempre. Estuvo
impedido de poder hacer sus tareas habituales, de baja
permanente mucho tiempo, y su mujer le ayudaba para llevar
una vida normal. Tuvo que dejar de leer, ver la televisión,
hacer deporte y de ir a la playa. En el verano de 2008 no
fue ni un solo día y en el de 2009 fue tres veces y pagó un
precio muy caro. “Se me resecaba el ojo, parecía que me
echaban arena y se me hizo una quemadura”, explica.
Todavía le quedaban meses de revisiones y de operaciones
porque la rotura en la retina provocaba una tracción del ojo
que hacia temer a los médicos que perdiera la visión
totalmente si le operaban de una vez.
Cuando sufrió la brutal agresión, Salvador Hernández llevaba
veinte años trabajando en la Policía Local y tenía sus
aspiraciones de progresar en la escala de mando. “Quería
hacer la oposición para inspector, pero eso truncó mi
carrera”, recuerda con amargura. Desde ese momento tuvo que
plantearse el servicio de otra manera. “Siempre me gustó la
calle, la patrulla y desde ese momento tuve que pasar a las
oficinas forzosamente”, señala este veterano agente que en
enero de 2010 se reintegró al día a día trabajando en la
oficina de Seguridad Ciudadana.
Cuando aprieta el sol, especialmente en verano, Salvador
tiene que ir por la calle con gafas y gorra, esto último es
algo que nunca se ha planteó ya que el uniforme policial ya
le obligaba a usarla.
Todavía hoy, vive condicionado por un día de servicio
policial de 2008 y sabe que aún le aguardan dos años de
revisiones cada tres meses en la clínica gaditana. Recuerda
el tiempo de más sufrimiento como algo pasado, “dolía más
que una muela y en mi vida he tomado tanto Nolotil y tantos
calmantes”. Y tiene una larga lista para el periodista con
lo nombres de las personas que le han sostenido, apoyado e
impulsado para que siga adelante. De la primera, su mujer,
Mariángeles, dice que “se lo debo todo, desde el principio
ha estado apoyándome y luchando por mí”.
También quiere agradecer todo el aliento recibido de sus
compañeros de Comisiones Obreras, del inspector Alfonso
Vega, jefe de Seguridad Ciudadana, de Eduardo Vallejo, del
092 y de toda la plantilla en general.
Esperando el juicio
A nivel de actividad, además del servicio en las oficinas,
el policía ha vuelto a hacer deporte pero a un ritmo muy
lento. Poco a poco.
Ahora tras las secuelas físicas y psíquicas le queda por
rebasar una última etapa, la del procedimiento penal. El
Cuerpo Nacional de Policía detuvo al presunto autor de la
pedrada y fue puesto a disposición judicial.
La instrucción del caso está avanzada después de las
correspondientes investigaciones policiales, testimonios y
las revisiones de los forenses a las que ha tenido que
someterse.
Salvador Hernández espera ahora que el juzgado le convoque
para el enjuiciamiento de su presunto agresor. Parece que,
por fin, 2011 será el año en el que se hará justicia.
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