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OPINIÓN - VIERNES,7 DE ENERO DE 2011

 

OPINIÓN / SNIPER

Pensar la guerra, ganar la paz
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Quien tiene un amigo tiene un tesoro y aquí amanezco el 6 de enero, en Cantabria, disfrutando de mi elegante bufanda colocada con primor bajo el árbol navideño el día de los emblemáticos “Magos”, porque de “Reyes” nada. Claro que entre éstos y el nórdico “Papá Noel” yo me quedo con la tradición venida, como tantas cosas, de Oriente y sus tres simbólicos regalos: oro, incienso y mirra.

Arriba, en la buhardilla que mi amigo tiene acondicionada como biblioteca, charlamos un buen rato sobre la tesis que lleva largos años preparando sobre la filosofía de los conflictos armados partiendo de la base de que la paz es un concepto equívoco, difícilmente manejable incluso conceptualmente. Naturalmente subyace en todo su trabajo, con centenares de libros apiñados y subrayados, una concepción de la política entendida como conciliación de intereses contrapuestos puesto que, en caso contrario, no hay política y se pasa directamente a la violencia organizada. En definitiva y tal como yo entiendo, pensar la guerra para diseñar la paz porque, fatalmente, la “Paz Perpetua” de Kant no deja de ser un principio diletante. Tampoco pienso que en el plano internacional la paz sea posible porque el devenir histórico en sí mismo, unido a las frías ecuaciones de la relación recursos/población, no ayudan precisamente a ello. Es decir, un somero análisis geopolítico arrumba de partida cualquier criterio presuntamente pacifista. Aun así el historiador Donald Kagan, en su clásica obra “Sobre las causas de la guerra y la preservación de la paz” (Turner/FCE, Madrid 2003) concluye: “El estudio de la guerra y sus causas es, al mismo tiempo, un trabajo aleccionador y un desafío. Nadie puede examinar la sombría historia de la humanidad, asolada repetidamente por el dolor y el horror de la guerra, sin sentir una gran tristeza por su ubicuidad y perpetuidad. No obstante, cualquiera que analice los orígenes de algunas guerras en particular puede sentirse impactado por la impresión de que muchas pudieron evitarse”. O como señala el investigador John Keegan en su obra “Historia de la Guerra” (Planeta, Barcelona 1995), “La política debe continuar; la guerra no. Eso no quiere decir que haya llegado el fin del papel del guerrero. La comunidad mundial requiere más que nunca guerreros hábiles y disciplinados dispuestos a ponerse al servicio de la autoridad. Unos guerreros que puedan con rigor considerarse protectores de la civilización, no sus enemigos”. Porque en definitiva, a la hora de la verdad tal y como ya advertían los latinos “Si vis pacem, para bellum”. Lapidaria y premonitoria frase que luce en el frontispicio del Centro Cultural de los Ejércitos de Madrid y que no parece de más, pese a la ramplona ideología rampante, recordar estos tiempos.

Buenos leños para encender, buenos libros para leer y buenos amigos para conversar. Gracias Concha y Elías por vuestra amistad y afecto de siempre. Que tu tesis, amigo, la lleves a buen puerto cualquier año de éstos. Y ante los pleamares de la vida, nos suenen estimulantes aquellas sabias palabras de Julio Cortázar: “Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”. Porque el coraje está en madrugar con la aurora cada día como si éste fuera el último de nuestra azarosa existencia.
 

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