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OPINIÓN - VIERNES,7 DE ENERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Se impone hablar de los miedosos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es jueves, y hora vaga de mediodía, cuando me pongo a escribir con cierta satisfacción. Lo hago nada más regresar de pasear con mi perro, ‘Oasis’, y después de haber visto a unos niños disfrutar de lo lindo con los juguetes que les han traído los Reyes Magos. Muchos recuerdos se agolpan en mi mente durante esta celebración. Y debo decir, aunque les parezca mentira, que también me siento reconocido y, por tanto, paso por ese momento de inconsciencia que los sabios suelen atribuirle a la felicidad. Y todo debido a los presentes que he recibido.

Me han regalado un ordenador. Y libros. En esta ocasión, los Reyes Magos han querido que intente saber algo más sobre vinos. Así que me han dejado en sitio preferido por mí, “Tierra de vinos”; que es el título del libro que me va a permitir seguir ahondando en los conocimientos acerca de la historia del vino, la elección de los vinos, la conservación de los vinos, la cata, etcétera.

El segundo libro con el que he sido premiado, me ha cogido de sorpresa aunque mayor ha sido mi alegría. Y es que un rey, anónimo él, ha decidido regalarme la novela de “Genji”. Que consta de dos partes: una, llamada Esplendor; otra, Catástrofe. La novela de “Genji” es la gran obra maestra de la literatura japonesa de todos los tiempos y una de las primeras novelas de la historia.

Y a mí que no me gusta el anonimato, sobre todo cuando se pone al servicio de la cobardía, no tengo más remedio que alabar el buen gusto y la finura de quien ha creído conveniente hacerme llegar semejante obra literaria -sin dejar el menor rastro-, que no había leído y que lo haré ahora con enorme placer. Eso sí, creo saber quién ha sido la persona que ha querido darme tal motivo de satisfacción. Pero jamás se me ocurriría, a pesar de que por deformación profesional lo esté deseando, descubrirla.

Tampoco entra dentro de mis cálculos airear los nombres de quienes, durante las fiestas pasadas, han venido contándome chismes políticos. Enredos inconcebibles. Bulos como catedrales de grandes. Y por más que en situaciones especiales, digan que una ristra de bulos se agradece tanto como un aumento de sueldo, no pienso propalar ninguno. Entre otras razones, porque ni siquiera valían para salir del paso en esa ya cateta tradición de tener por c… que dar la inocentada en los medios de comunicación.

Lo que si diré es que todos los camelos o patrañas oídos se referían al Partido Popular de Ceuta. A la lucha interna que me han dicho se ha desatado ya entre sus militantes por ver la manera de figurar en la lista de las próximas elecciones de un partido que arrasará en las urnas. Dicen que sólo ha faltado el clásico grito de guerra de la infancia: M… el último.

Habrán observado ustedes que escribo hoy, cuando todavía estamos padeciendo los excesos de las celebraciones, con una cursilería de la que yo tanto suelo abominar. Y seguro que habrá algún lector que diga que me la cojo con un papel de fumar. Y está en su perfecto derecho. Porque me lo tengo más que merecido. Pero el miedo es libre. Y a mí, en este nuevo año, parece ser que el canguelo me tiene atenazado. Y que estoy empezando a ser domeñado por ese problema del cual todos queremos evadirnos a cualquier precio: evitar tenerle miedo al miedo. Porque a un miedoso, cuando lo abaten, encima se jiñan encima de él. Y apesta. En fin, procuraré hablar de los miedosos en algún momento.
 

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