¡No vean ustedes lo contenta que
me he puesto con la noticia de los avances en la
restauración de la iglesia de San Francisco! Esa joya
arquitectónica de 1723 que, de encontrarse en los Estados
Unidos estaría protegida por paneles de metacrilato para
preservarla y bajo los mimos de un equipo de perpetuos
restauradores y conservadores. Pero, los españoles, para que
lo vamos a negar, hemos sido siempre un poco cafres con
nuestro patrimonio histórico-artístico porque, por raza y
por raíces, estamos tan acostumbrados al arte y somos tan
artistas, que lo vemos como algo normal.
Y claro, han tenido que venir los guiris, los americanos,
los australianos, los chinos ricos y los japoneses, para
iniciar tímidamente lo que se está dando en llamar “turismo
espiritual”. Ya ven, eso lo lleva reclamando mi anciano
esposo, Erik el pintor, desde los años ochenta ¿Qué que
reclama? Pues seguir la política italiana de veneración a
los monumentos y de exaltación total de cada vestigio
histórico, artístico o espiritual. En Italia, cualquier
capilla mediana del siglo XVIII es presentada de tal manera
que siempre tiene a la vera a un autobús de japoneses
extasiándose y sacando fotos.
Nosotros tenemos el más exquisito románico de toda Europa,
las iglesias y catedrales españolas, que son la piel de
nuestra tierra, exhalan misticismo y son pura alquimia para
los sentidos. Siempre mirando al oeste, al poniente, para
que los últimos rayos del sol iluminen las rosetas de encaje
de piedra y rinda así homenaje a nuestros ancestros, los
canteros. ¿Qué no me enrolle hablando de mi tema-fetiche
desde hace veintiséis años que es el patrimonio? Vale, lo
dejo para otra ocasión, pero, si los centenares de millones
de euros tirados en pamplinas de cooperación, no diré
internacional, sino mayormente en cooperación con el
enriquecimiento de los gobernantes corruptos de los
gobiernos tercermundistas, si ese dinero desbaratado se
hubiera invertido en restaurar nuestro patrimonio
histórico-artístico, primero, se hubieran dado puestos de
trabajo a centenares de padres de familia, segundo, se
hubieran impartidos cientos de talleres para formar a
trabajadores expertos en restauración. Y por fin, los
monumentos más bonitos que un San Luis, se avisa a los
japoneses y a los guiris del turismo cultureta para que
acudan a disfrutar de su belleza. El patrimonio es una
buenísima inversión, porque genera trabajo y ganancias. Y
aparte de eso, es que es “nuestro”, es un escaparate al
mundo de lo artistas que hemos sido siempre, de la
espiritualidad que lleva aparejada esta raza celtíbera
enriquecida por el genio romano , el toquecillo atlante y el
alioli sefardí. ¡Cuánto arte destila esta piel de toro!
Bueno, aclaro, el toro de la piel salpicó, al ser
desollados, sus atributos viriles y uno fue a parar a Ceuta
y otro a Melilla, de ahí el talante de sus ciudadanos.
Pero la noticia que alboroza es el acicalamiento del templo,
por cierto ¿Está clasificado como BIC? Porque es
clarísimamente BIC, Bien de Interés Cultural, como todas las
iglesias de Ceuta que reúnen los requisitos de la antigüedad
que presentan, su belleza arquitectónica claro exponente de
sus respectivas épocas, la espiritualidad que exudan tras
siglos de plegarias contenidas entre sus muros y la
proliferación de obras de arte y la serena elegancia de sus
interiores. Pero si empiezo a disertar no paro, porque el
patrimonio es mi pasión, al igual seguramente que la de
ustedes. Y cuando oigo el repique de nuestras campanas, que
son flores de bronce fundido, se me remueve en las tripas la
emoción silente de mis antepasados, al escuchar emocionados,
el son de la cristiandad.
¡Que patrimonio arquitectónico tan espectacularmente
maravilloso y mágico conforma la piel de nuestra tierra!
Cierto es que San Antonio Gaudí, el arquitecto de los
ángeles de Dios, no esculpió los vientos de Ceuta en torres
de piedra y nubes. Pero ¿Quién sabe si entre nuestros
jóvenes estamos amamantando a un buen colega discípulo del
arquitecto del aire y aquí, en Ceuta, diseña el ábside de un
templo, atrapa las brisas para diseñar las vidrieras,
imagina capiteles corintios cargados de frutas frigias y de
flores y pájaros ceutíes y a ese niño ceutí le da por
acariciar los cielos y hacerle cosquillas en la barriga a
las nubes del levante con sus campanarios?
¿Quién nos dice que un chico o una chica ceutí no va a ser
capaz de levantar un bosque de piedra que mire al cielo?.
Pero mientras tanto se restaura San Francisco, un templo tan
lindo, tan luminoso, tan cargado de voces y paternosters, de
meses de mayo con flores a María y niñas hundiendo las
narices en los ramos de claveles blancos y azucenas ¡Ay como
huele el mes de mayo!. Por cierto¿ Participan y siguen los
escolares las fases de la restauración del templo? Oigan,
que esto es “suyo” es su cultura y es lo que le vamos a
dejar como patrimonio del alma.
Y lo mismo un niño o una niña que mira hacia lo alto de la
torre, despistado de las enseñanzas del maestro, ve que,
desde arriba, un anciano con barba blanca le guiña un ojo
señalándole con el dedo y el alumno, sin conocerle, sabrá
con el saber del corazón, que le ha guiñado un ojo Antonio
Gaudí, un arquitecto de Dios.
|