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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 5 DE ENERO DE 2011

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

El patrimonio artístico:
la piel de nuestra tierra

 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¡No vean ustedes lo contenta que me he puesto con la noticia de los avances en la restauración de la iglesia de San Francisco! Esa joya arquitectónica de 1723 que, de encontrarse en los Estados Unidos estaría protegida por paneles de metacrilato para preservarla y bajo los mimos de un equipo de perpetuos restauradores y conservadores. Pero, los españoles, para que lo vamos a negar, hemos sido siempre un poco cafres con nuestro patrimonio histórico-artístico porque, por raza y por raíces, estamos tan acostumbrados al arte y somos tan artistas, que lo vemos como algo normal.

Y claro, han tenido que venir los guiris, los americanos, los australianos, los chinos ricos y los japoneses, para iniciar tímidamente lo que se está dando en llamar “turismo espiritual”. Ya ven, eso lo lleva reclamando mi anciano esposo, Erik el pintor, desde los años ochenta ¿Qué que reclama? Pues seguir la política italiana de veneración a los monumentos y de exaltación total de cada vestigio histórico, artístico o espiritual. En Italia, cualquier capilla mediana del siglo XVIII es presentada de tal manera que siempre tiene a la vera a un autobús de japoneses extasiándose y sacando fotos.

Nosotros tenemos el más exquisito románico de toda Europa, las iglesias y catedrales españolas, que son la piel de nuestra tierra, exhalan misticismo y son pura alquimia para los sentidos. Siempre mirando al oeste, al poniente, para que los últimos rayos del sol iluminen las rosetas de encaje de piedra y rinda así homenaje a nuestros ancestros, los canteros. ¿Qué no me enrolle hablando de mi tema-fetiche desde hace veintiséis años que es el patrimonio? Vale, lo dejo para otra ocasión, pero, si los centenares de millones de euros tirados en pamplinas de cooperación, no diré internacional, sino mayormente en cooperación con el enriquecimiento de los gobernantes corruptos de los gobiernos tercermundistas, si ese dinero desbaratado se hubiera invertido en restaurar nuestro patrimonio histórico-artístico, primero, se hubieran dado puestos de trabajo a centenares de padres de familia, segundo, se hubieran impartidos cientos de talleres para formar a trabajadores expertos en restauración. Y por fin, los monumentos más bonitos que un San Luis, se avisa a los japoneses y a los guiris del turismo cultureta para que acudan a disfrutar de su belleza. El patrimonio es una buenísima inversión, porque genera trabajo y ganancias. Y aparte de eso, es que es “nuestro”, es un escaparate al mundo de lo artistas que hemos sido siempre, de la espiritualidad que lleva aparejada esta raza celtíbera enriquecida por el genio romano , el toquecillo atlante y el alioli sefardí. ¡Cuánto arte destila esta piel de toro! Bueno, aclaro, el toro de la piel salpicó, al ser desollados, sus atributos viriles y uno fue a parar a Ceuta y otro a Melilla, de ahí el talante de sus ciudadanos.

Pero la noticia que alboroza es el acicalamiento del templo, por cierto ¿Está clasificado como BIC? Porque es clarísimamente BIC, Bien de Interés Cultural, como todas las iglesias de Ceuta que reúnen los requisitos de la antigüedad que presentan, su belleza arquitectónica claro exponente de sus respectivas épocas, la espiritualidad que exudan tras siglos de plegarias contenidas entre sus muros y la proliferación de obras de arte y la serena elegancia de sus interiores. Pero si empiezo a disertar no paro, porque el patrimonio es mi pasión, al igual seguramente que la de ustedes. Y cuando oigo el repique de nuestras campanas, que son flores de bronce fundido, se me remueve en las tripas la emoción silente de mis antepasados, al escuchar emocionados, el son de la cristiandad.

¡Que patrimonio arquitectónico tan espectacularmente maravilloso y mágico conforma la piel de nuestra tierra! Cierto es que San Antonio Gaudí, el arquitecto de los ángeles de Dios, no esculpió los vientos de Ceuta en torres de piedra y nubes. Pero ¿Quién sabe si entre nuestros jóvenes estamos amamantando a un buen colega discípulo del arquitecto del aire y aquí, en Ceuta, diseña el ábside de un templo, atrapa las brisas para diseñar las vidrieras, imagina capiteles corintios cargados de frutas frigias y de flores y pájaros ceutíes y a ese niño ceutí le da por acariciar los cielos y hacerle cosquillas en la barriga a las nubes del levante con sus campanarios?

¿Quién nos dice que un chico o una chica ceutí no va a ser capaz de levantar un bosque de piedra que mire al cielo?.

Pero mientras tanto se restaura San Francisco, un templo tan lindo, tan luminoso, tan cargado de voces y paternosters, de meses de mayo con flores a María y niñas hundiendo las narices en los ramos de claveles blancos y azucenas ¡Ay como huele el mes de mayo!. Por cierto¿ Participan y siguen los escolares las fases de la restauración del templo? Oigan, que esto es “suyo” es su cultura y es lo que le vamos a dejar como patrimonio del alma.

Y lo mismo un niño o una niña que mira hacia lo alto de la torre, despistado de las enseñanzas del maestro, ve que, desde arriba, un anciano con barba blanca le guiña un ojo señalándole con el dedo y el alumno, sin conocerle, sabrá con el saber del corazón, que le ha guiñado un ojo Antonio Gaudí, un arquitecto de Dios.
 

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