Vaya entradita de año, la lluvia
hizo su aparición y el día uno que iniciaba el año nuevo
cayó lo que no estaba escrito. Ante las pocas ganas que
tenía se salir y la que estaba cayendo, me dio por escuchar
música, que dicen que la música amansa a las fieras. No es
que uno sea una fiera, pero de vez en cuando, más bien de
muy tarde en muy tarde, se me revela el rebelde que llevo
dentro y no acierto a comprender la actitud de algunas
personas que me quieren borrar de algunos sitios donde
estuve años escribiendo, y por qué no decirlo, si se ajusta
a la auténtica realidad, alcance pese a quien le pase a más
de uno, durante ese época de mí vida una gran popularidad,
con “Mis Cosas”, “El Ojo de la Cerradura”, “Dardos” , “Mi
vecina y yo” y “La cesta de la compra”
Tal fue la popularidad alcanzada, escribiendo con un estilo
jocoso muy peculiar como nadie había escrito hasta entonces,
que merecí dos primeras planas. Una por un chiste mío sobre
las primeras elecciones autonómicas del que se hicieron eco
varias rotativos a nivel nacional, y en otra ocasión debido
a esas elecciones, donde en la pared frente al periódico y
por varias calles de nuestra tierra, se colocaron una
especie de pancartas, en las que un grupo me solicitaba que
fuese el líder de su partido.
Han sido muchos años, miles de escritos y eso, para
desgracia de quienes quieren borrarlo, les va a resultar
imposible, porque para eso y para desgracia de los que me
quieren olvidar, haciendo creer que pase de puntillas por el
periódico están las hemerotecas. ¡Dita sean las papas en
amarillo!.
Todo aquello terminó, hay que decir siempre la verdad, no
porque me fuese a otro periódico sino, simple y llanamente,
porque el editor me echó, alegando que escribía de derechas,
sin querer darse cuenta de que quien mandaba en el
periódico, no era su director Antonio Arroyo, hombre
perteneciente al Partido del Trabajo, sino mi buen amigo, ya
fallecido, Francisco Amores que, por cierto, no creo yo que
fuese un hombre de izquierdas.
Tengo que reconocer, porque es justo hacerlo, que fue del
periódico, el decano, del único sitio que me han dado
puertas. Igual se pensaba que ya no volvería a escribir más,
puesto que no había otro periódico en la ciudad. Mire usted
lo que son las cosa, nace un nuevo periódico y me llaman y,
de nuevo, vuelta a empezar.
Se cierra ese periódico en plena democracia, porque así lo
deciden un par de autoridades, muy competentes por cierto.
Aquel cierre fue un alarde de grades demócratas, cerrar un
periódico en plena democracia donde debería brillar, digo
yo, la libertad de expresión.
Pero sale “EL PUEBLO” y de nuevo aparecen “Mis Cosas”, para
cabreo generalizado de todos aquello que esperaban y
deseaban que no volviese a escribir, olvidándose de que mi
profesión es la de periodista. Y aquí vamos a seguir hasta
que el cuerpo aguante, valiendo más por lo que callo que por
lo que cuento.
Y así voy a seguir, hasta que un día me canse de todos estos
que tanto me quieren y tire de la manta incluyendo, entre
otras cosas el precio de un mostrador, que por su precio
debería ser de oro macizo. Lo siento, por ustedes, pero las
hemerotecas están ahí y yo he estado muchos años en esas
hemerotecas. Adiós, tú
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