Igual que hace 50, 60 o 75 años,
aunque , posiblemente, con menos ilusión para los que van a
recibir un regalo, pero con más cantidad y más calidad que
en los años 50 , pues entonces, allá por el “año del hambre”
todo lo que se viera el día de Reyes, por la mañana, como
regalo, era bien recibido.
Entonces no se pedía nada “los Reyes eran sabios” y traían
lo que hacía falta, aunque fuera “medio jersey”, con media
docena de caramelos baratos y poco más. Era lo que había y
con eso había que conformarse.
Hoy es diferente, desde el mes de septiembre que es cuando
comienza la publicidad de las novedades, para niños y para
mayores, los nenes comienzan a hacer su lista, casi
interminable, con la anuencia de los “papás”, las “mamás” y
la tía Elvira que es la que más insta a los pequeños a
pedir, cuanto más mejor.
Y luego, el día 6 de enero, por la mañana, en más de una
ocasión, junto a la tanda de juguetes, llega también la
decepción, la rabieta o el pataleo, de uno de los pequeños,
porque a él no le han dejado esa maquinita, la de última
hora, que es lo que hubiera preferido el chaval.
Es lo que ocurre cuando se tienen tantas cosas y se quieren
tener, incluso, más.
Hoy, con los chiquillos de cuatro o cinco años se pierde uno
y no llega a comprender las series de “productos” que
dominan simultáneamente y que quieren tener, uno a
continuación del otro.
Pero ahora llegamos incluso más lejos. En la época en la que
los de mi generación éramos niños, los Reyes traían,
únicamente, a los niños, especialmente, a los que se habían
portado bien.
Era, entonces, el “do ut des”, yo te doy un buen
comportamiento para que tú me des los regalos que quieras
traerme. Entonces las listas las hacían los propios Reyes.
Todo era más fácil.
Hoy las cosas han cambiado, niños, niñas, tíos, abuelos,
padre y madre, todos van a tener sus regalos, los Reyes
suelen ser generosos, si es que no lo había sido Papá Noel,
con lo que las grandes redes comerciales hacen un poco más
de caja, incluso, en estos días salvan los problemas que se
avecinan en toda la cuesta de enero, y en el nefasto
febrero.
Y sin querer, porque en el fondo es lo que pensamos, hemos
llegado a algo que venimos diciendo sobre estas fiestas, que
son, cada día, más comerciales y que son, precisamente, las
grandes redes comerciales, o las grandes superficies, las
que los dan la vida, para poder vivir ellos, a su vez.
Unas fiestas navideñas sin mucha iluminación son menos
fiestas navideñas. Una cabalgata de Reyes, sin una
publicidad grande, aunque sea enmascarada no sería vistosa y
no nos aportaría casi nada.
Ahora, los Reyes vienen a mezclarse con las gentes, en el
peaje de una autopista, en los grandes almacenes, en la
plaza central del pueblo, en todas partes.
Antes, hace 60 años, los Reyes entraban por la chimenea,
saltaban por la ventana más alta, venían por los caminos más
difíciles, y con todas esas dificultades no es extraño que
los regalos fueran escasos, no podían con tanta carga, hoy,
sin embargo, si es preciso utilizan el avión propio, los
camiones más grandes que haya y todo a la luz, con la mejor
iluminación, de la noche del 5 al 6 de enero.
Estamos llegando a esa fecha mágica, por ello voy a
confeccionar mi lista de pedidos, lo malo es que el servicio
de Correos no envíe con rapidez esta carta. Esperemos que
llegue a tiempo.
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