Con las mismas ilusiones que en
años anteriores, con los mismos deseos y, especialmente, con
ganas de que, de ahora en adelante, los problemas que nos
están rodeando desaparezcan, hemos recibido el nuevo año.
Bien venido sea, si es para mejor, decepcionante, si fuera
para seguir por los derroteros que ha transcurrido el
anterior y los anteriores.
Pero no todo, al menos eso parecía, debe haber sido malo,
porque en esta despedida, como en todas las anteriores, el
personal rodeado de sus más allegados, sin escatimar ni un
mínimo aspecto en sus ganas de pasarlo bien, parecía haberse
olvidado de toda la serie de contratiempos que han existido,
meses atrás.
Y que las cosas parecían caminar en los primeros pasos por
situaciones tortuosas, nos lo mostraba, nada más y nada
menos, que el fútbol, que hasta pocas horas antes del
comienzo de la primera jornada del año, no se sabía si había
fútbol o no, si se iba a retrasar la jornada o si se iba a
jugar, teniendo que intervenir, hasta el mismísimo
“juzgado”.
El fútbol, en su etapa de los huevos de oro, puede haberse
dado a sí mismo un fuerte golpe, y ya veremos si esta etapa
dorada no se convierte, poco a poco, en una aventura venida
a menos.
Y, como siempre, si algo quieres que empiece a funcionar
mal, colócalo en manos de los sindicatos que, en tres días,
lo dejan como un auténtico sembrado, pero sin simiente.
La AFE, el sindicato de los futbolistas, no sé si considera
que los problemas del fútbol son similares a los de los
trabajadores de la mina, o a los de los empleados del metro,
del metal o de la construcción.
Y están muy confundidos, porque, aunque haya equipos que no
pagan, hoy por hoy todos sabemos quien es cada uno y muchos
de los futbolistas eligen los “100, 200, 1000” ofrecidos,
pero sabiendo que van a tener complicado cobrarlos, antes
que los “40 o 50” que les ofrecen otros y que están seguros
que eso sí lo van a cobrar.
En el fútbol, la parte más noble es el balón y es el que se
lleva todas las patadas.
De momento, ese problema se quedó en sólo amagar, sin que
nadie haya dado, y la competición sigue.
Pero lo que no creemos que haya terminado de ser algo de
amagar, simplemente, es el paro y las perspectivas que se
presentan tienen el mismo tinte, el mismo cariz y las mismas
trazas que venía teniendo.
Cuando, incluso, desde las alturas se dice que los problemas
pueden durar muchos más años, es que la herida no tiene
solución, al menos a corto plazo, y estamos condenados a
cosas todavía peores que las del año que terminó.
Han pasado días de fe, para muchos, de juerga a secas, para
otros y de tratar de olvidarse de lo que hay, para la
mayoría, pero esos días están pasando, los villancicos se
van archivando para otros años, el turrón se va agotando y
con las rebajas que comenzarán el día 7 llega el mes más
largo del año, en el que, no puede ser de otra forma,
abundarán los “sobres del avecrém” y productos similares.
Un comienzo de año que ha dejado atrás las doce campanadas
de la suerte. Un año que empieza, rumbo a no sé donde, y el
personal que se va acostumbrando a todo lo que llegue, ahora
en la época de las vacas flacas. De momento, bien venido el
2011 y luego “que sea lo que Dios quiera”.
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