Hace pocas fechas, tomé el
aperitivo con alguien que está muy puesto en cuestiones de
asesoramientos. Metidos ya en conversación, acordamos seguir
hablando mientras comíamos. Y, cuando nos dimos cuenta, la
tarde se había hecho casi noche.
Ese alguien con quien tuve la oportunidad de charlar de
muchas situaciones vividas este año que está a punto de
fenecer, tiene el don de hablar pausadamente y de arriesgar
lo mínimo en lo que dice. Aunque goza lo indecible cuando se
le cuentan situaciones para él desconocidas.
Tuvo cabida, en ese hablar extensamente, la situación de
Francisco Sánchez Paris. Y debo decir, porque así fue,
que el nombre del Jefe de Gabinete salió a relucir porque
así lo quiso la persona que compartía mesa y mantel conmigo.
Y que, además, no tuvo el menor inconveniente en decirme que
su relación con él era excelente.
En principio, y para que no hubiera la menor duda, lo
primero que le dije es que mi relación con Sánchez Paris no
era ni buena ni mala, por ser inexistente. Ya que con este
ceutí, que regresó a su tierra procedente de tierras
iliturgitanas, habré hablado yo en cuatro o cinco ocasiones
y nunca hubo entre nosotros terreno abonado para que se
produjera la menor simpatía. Lo cual me permite referirme al
asesor del presidente con entera libertad.
-Entonces, podrás opinar de él, ¿no?
No tengo el menor inconveniente. Mira, los asesores de
personas poderosas, llamados validos o favoritos en los
siglos XVI y XVII, nunca tuvieron buen cartel y casi siempre
terminaron muy mal. Porque siempre han aparecido como
personajes capaces de usurpar competencias y obligaciones
normalmente ejercidas por sus asesorados. Aunque, en este
caso, es decir, en el de Sánchez Paris, a fe que yo no sé si
es verdad que ha gozado, y sigue gozando, de tanto poder
como sus enemigos airean. De modo que a ti te corresponde
sacarme de dudas al respecto.
-Bien, te diré que, como Jefe de Gabinete, Paco ha mandado
mucho. Y ha tenido más libertad de decisión que ninguna otra
persona en ese puesto. Si bien, y créeme que no trato de
defenderle, debido a que nos llevamos bien, es justo
denunciar que se le ha venido persiguiendo con saña. Lo cual
me parece una injusticia.
-De acuerdo. Pero, según tengo entendido, por lo que se
viene hablando, le queda poco tiempo de tener que aguantar
las duras embestidas de quienes no le pueden ver ni en
pintura.
-Cierto. Y, desde luego, el problema radicará, cuando llegue
ese momento, en que el presidente sepa elegir bien a su
sustituto, O sea, al sustituto de Francisco Sánchez Paris.
Porque no es tan fácil encontrar a una persona que sepa
entender a Juan Vivas al primer golpe de vista o bien
lleve con resignación y mejores modos todos los varapalos
que suelen recibir los asesores. Que son muchos y, en
bastantes ocasiones, inmerecidos.
-Ya, pero tan ingrata labor va incluida en el sueldo. Que no
es moco de pavo, ¿verdad? Pero dejando ello a un lado, ¿te
atreverías a darme el nombre del próximo Jefe de Gabinete,
si acaso Sánchez Paris decide darse el piro?
-No tengo el menor inconveniente: Juan Antonio Osuna Díez
sería un excelente Jefe de Gabinete. Aunque sería difícil
convencerle.
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