El capitalismo parece que no va con él y tan sencillo y
divertido como desear que en estas fiestas el buen ambiente,
el humor, y la amistad sean los regalos que repartan sus
Reyes Magos a los que le rodean. Por pedir, pide poco, pero
para este Año Nuevo sí tiene claro que su deseo es “seguir
siendo como soy”, con sus defectos, sus virtudes, y un gesto
tan carismático como sus propias palabras, que siempre
terminan con bromas inocentes y naturales que siempre
despiertan la risa.
Y así es Manolo Muñoz, un joven ceutí de 28 años que padece
un 73% de discapacidad que le afecta tanto a las
extremidades superiores como inferiores y desde nacimiento.
Cuando era pequeño y residía en el centro de la ciudad sólo
existía un centro de Educación Especial, el Valle-Inclán, al
que se desplazaba en el autocar escolar como un alumno más.
Para él, los espacios en Ceuta están “relativamente cerca”
pero sí confiesa que a sus 28 años las barreras
arquitectónicas siguen existiendo aunque, con optimismo, un
rasgo que le caracteriza las casi 24 horas al día, “las
cosas van mejor” pero los transportes públicos siguen siendo
un hándicap puesto que no llegan a todas las zonas de la
ciudad. Y los taxis, “si vas de aquí para allá, a imaginar
el dinero que puedes dejar”, apuntaba Manolo Muñoz, el joven
ceutí.
Se hubiera sacado el permiso de conducir puesto que se
informó sobre los concesionarios que adaptaban sus
vehículos, las autoescuelas que impartían las prácticas en
su propio turismo e incluso la ONCE, “algo te pagaba”, pero
confesaba, entre risas, que la paciencia no era su virtud y
menos con “el tráfico ceutí y con lo que me gustaría pisar
el acelerador”, bromeaba este caballa. Y sobre los
estereotipos o las discriminaciones a causa de su
discapacidad, Manolo Muñoz también admite haber tenido un
golpe de suerte y haber sufrido “poquísimas”.
La etapa de la adolescencia pasó por la vida del ceutí con
el mismo entusiasmo y la misma pasión que por cualquier
joven de su edad. “Si he tenido que jugar al fútbol, he
jugado. Si he tenido que coger un avión e irme al Caribe, me
he ido. Y como siempre he estado rodeado de gente, tenía a
quienes me ayudaran ante cualquier limitación que pudiese
tener. Por ejemplo en la playa, que si me tengo que tirar en
la arena, me reboleo y luego me ayudan a subir”, especifica,
entre carcajadas. Y es que Manolo es consciente de que son
sólo dos las situaciones que, a diario, le pueden causar
algún que otro contratiempo que siempre resuelve con los
mejores chistes: “doblar las piernas para ponerme de pie,
con lo cual si se me desata el cordón, se agacha el que
tenga enfrente”.
Aunque la discapacidad también le afecta a la extremidades
superiores, la rutina diaria le ha hecho valerse por sí
mismo, con autonomía y sin contemplaciones para nada. Sólo
el querer es poder ya que “no se trata de manejarme con una
escayola que me acaban de poner y no lo haces igual los dos
primeros días pero luego te acostumbras”. Han pasado varias
etapas por este joven ceutí que ahora está a falta de un par
de asignaturas para ser profesor de Educación Infantil, y
que incluso podía haber acabado antes pero admite haber
probado suerte en otras carreras universitarias hasta
descubrir su auténtica vocación, a lo se unió un cierto
toque de “flojera”, confesó risueño. Pero quizás lo más
llamativo, además de la normalidad pese a limitación que
sufre este caballa, es que el optimismo, el ver en la broma
situaciones que hubieran sido más negras. Por ello, el
regalo de Navidad para otros que como él padecen
discapacidad sólo es un mensaje que seguro llama a las
conciencias: “cada persona es como es pero qué se ganaría
con lamentaciones. No se consigue nada quedándose en casa,
llorando o lamentándose. Y siempre pensar que podía haber
sido peor”.
Vistas así las cosas y desde la buena filosofía del ceutí
Manolo Muñoz, qué más se puede pedir para el próximo año y
como regalo de Navidad que una buena dosis de optimismo,
positivas y a la Ciudad, “que todo se puede mejorar”.
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