Un país que pretende aspirar al grupo de cabeza mundial no
puede permitirse el sacrilegio de contar entre sus generales
con mentecatos tales como la ministra Leire Pajín; o ex
ministerios como el de Igualdad; o proyectos de ley como el
que propugna González Sinde. Con políticos mediocres de este
tipo que se refocilan en la superficialidad y desprecian la
profundidad, que ganan decenas de miles de euros al año y
que trabajan de cara a la galería empuñando la verdad de la
mentira nos va a ser muy complicado recuperar en un lustro
el poderío que poseímos. Aunque suene dañino, voy a retomar
la teoría de un filósofo clásico que, para sortear las
desavenencias y tentaciones de aquellos que ocupan el poder,
defendía un Gobierno representado por las cabezas más
dotadas del país, para lo cual, se necesitaba mantener los
salarios de sus trabajos corrientes una vez que pasaran a
presidir una Cartera. Es decir, que para conseguir que el
mejor abogado accediera a gobernar la parcela de Interior,
éste habría de mantener sus 100.000 euros o lo que fuera que
cobrara al mes. Operando así se obtendrían unos resultados
eficientes en calidad-precio. El dinero dejaría de
derrocharse y las políticas se ajustarían a las necesidades,
salvando ámbitos como las concesiones a dedo y los
favoritismos. Lógicamente, este sistema forma parte de lo
utópico, pero sirve para poner en evidencia la baldía de
terrenos arados por lumbreras como Pajín, Blanco o, en su
momento, Moratinos. Sin olvidarnos del propio presidente del
Gobierno, una rémora del presente. Duele ver que Rajoy
disponga de una valoración rácana entre el grueso de los
españoles, quienes sumergidos en modelos como Gran Hermano o
Cristiano Ronaldo castigan el tic nervioso y el anonimato
físico del jefe del PP, cuando estamos hablando de un hombre
con unas marcas en su carrera de primer nivel. Pero, lo que
de ningún modo se puede tolerar es que gente que yerra con
el castellano siga dirigiendo ministerios, a pesar de que
ocupemos escalafones grotescos en la educación
occidentalizada. Brindo por un año nuevo sin mangoneos
políticos y por una cascada de dimisiones.
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