El taxista me conoce desde hace ya
bastantes años. De religión musulmana, ávido lector y capaz
de hacer sus pinitos escribiendo sobre asuntos variados,
cada vez que le ha tocado prestarme un servicio, ha gustado
de hablar conmigo del tema de actualidad.
Así lo hicimos en el mes de marzo, cuando estaba recién
nacida la coalición “Caballas”. Una agrupación política,
salida de la alianza habida entre Mohamed Alí y
Juan Luis Aróstegui. Y que propició la siguiente
proclama del segundo. Vino a decir, más o menos, lo que
sigue:
Que los ceutíes, gracias a la formación “Caballas”, iban a
dejar de vivir en el siglo XIX. Que “Caballas” había nacido
con fuerza suficiente para sacar del atraso en el cual
estaban inmersos los ciudadanos de esta tierra. Y denunciaba
el que aquí se siguiera pensando que lo más importante de
cada día fuera presenciar el levantamiento del puente del
Cristo y estar atento a oír el cañonazo de las doce.
Finalizó su discurso parafraseando a Alfonso Guerra:
-“Caballas” será capaz de hacer una Ceuta que no la va a
conocer ni la madre que la parió”.
El lunes, nueve meses después del nacimiento de esa
criatura, bautizada como “Caballas”, el taxista y yo
volvimos a coincidir. Y en el trayecto de mi casa al centro,
lo primero que me dijo es que si me acordaba de cuando él me
anticipó que Mohamed Alí, pactando con Aróstegui, había
propiciado su derrumbe político.
Y le respondí que sí. Que mi memoria, aunque haya perdido
cierto vigor, continúa respondiéndome bien, incluso más que
bien. Y el hombre, curtido ya en mil batallas y ladrón de
oído por su actividad, me puso al tanto del posible
descalabro que puede sufrir Mohamed Alí en las urnas. Y
debido a que el tiempo apremiaba, ya que mi destino estaba
ya muy cerca, se expresó con celeridad:
-Mire usted, De la Torre, hay muchas personas, al igual que
yo, que votaron a Mohamed Alí, convencidas de que era la
persona ideal para que se hiciera notar en la Asamblea de la
Ciudad. Para que su voz fuera respetada y, de paso, sacarle
beneficio a un posible acercamiento al gobierno. Pero a Alí,
con todos mis respetos para él, le ha faltado cintura para
realizar semejante labor. Y se ha dedicado a perder el
tiempo arremetiendo contra socialistas y populares, sin ton
ni son. Y no contento con actuar de manera tan absurda,
teniendo tres diputados, va un día y, de la noche a la
mañana, decide darle participación en su éxito a un tío,
perdedor nato y que cuenta con escasas simpatías entre los
musulmanes. Pues, por si usted no lo sabe, ese muchacho, el
Aróstegui, nunca fue bien visto entre nosotros. Aunque él
crea que el ponerse al frente de unos parados recorriendo
las calles de la ciudad, le ha dado algún prestigio. Pues
no. Está más que equivocado. En fin, que me ha encantado
poderle contar lo que le he contado. Y, además, sé que usted
no mencionará mi nombre. Porque tampoco hay ninguna
necesidad de complicarse la vida.
En virtud del curioso principio, tan corriente en esta
tierra, que nos lleva a creernos diferentes de lo que somos
en realidad, el líder de la UDCE, que se ha tenido siempre
por práctico, por ser un hombre de acción, acabó metiéndose
en una aventura ruinosa para su partido. Así pues, nada
extraño resulta cuando se oye preguntar: ¿habrá habido algo
a cambio de esa absurda decisión tomada por Mohamed Alí:
persona formada y tenida por inteligente?
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