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sociedad - JUEVES,30 DE DICIEMBRE DE 2010


casa de acogida de las Adoratrices. p.r.

reportaje / CENTRO DE ACOGIDA DE LAS ADORATRICES
 

Siempre hay un camino
hacia la esperanza

Cuatro madres solteras y una anciana
conviven en la casa de acogida del convento de las Adoratrices, un lugar desde el que se intenta dar una segunda oportunidad a quienes han tenido experiencias duras en sus vidas
 

CEUTA
Paulina Rodríguez

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Te miran con recelo. Han sido citadas para contar sus vidas a una completa extraña y eso, nunca es fácil. Sin embargo poco a poco van confiando en quien les escucha, que no es sólo la periodista que acude a hacer este reportaje, sino también sus propias compañeras que han tenido experiencias tan similares. Hoy, todas ellas: Rabea, Dalila, Nuria, Awate, Chaima y la anciana Antonia tratan de recomponer los trozos de una existencia marcada por el infortunio y la falta de oportunidades. Lo hacen en la casa de acogida del convento de Santa María Micaela, donde han llegado a convertirse en una familia, por diversas circunstancias, pero en una familia al fin y al cabo.

Comienza su exposición Nuria, una madrileña a la que casi desde el primer vistazo se le intuye una fuerza descomunal. Es imposible contar en apenas unos minutos toda una vida pero lo que expone conmueve, especialmente, por sus ganas de intentar tener una “vida normal”, algo que parece tan fácil para muchos de los mortales, pero que es tan difícil de lograr en algunas ocasiones. Lleva 5 meses en el centro, aunque a ella le parece mucho más. Ha pasado por varios trabajos pero ninguno le ha podido durar y de su expareja, residente en Marruecos, ya no sabe nada. Nuria tiene dos hijas, Yamila y María. Esta última quiere ser cantante famosa, quizás para poder darle a su madre todo lo que le ha faltado. Yamila, por su parte, desea ser profesora, ya apunta maneras si se observa el cariño con el que cuida al resto de niños que conviven en la casa de acogida.

Awate tiene una sonrisa que deslumbra. Le cuesta expresarse en español pero se nota que empieza a recuperar la confianza perdida. Sufrió frecuentes episodios de maltrato y deambuló de casa en casa durante más de dos años. Finalmente, hace 10 años llegó a la casa de acogida junto a su hijo. Hoy es una mujer nueva, ha conseguido trabajo gracias al Plan de Empleo en el instituto Siete Colinas y quiere alquilar una casa. De momento es un proyecto pero puede suponer una puerta hacia la esperanza.

Antonia se presenta con una frase contundente, “mi historia es la más triste de las que vas a escuchar esta tarde”, y no le falta razón. El pasado 29 de noviembre fue abandonada a primera hora de la mañana en el convento. Su sobrina, residente en Granada e hija de un hermano fallecido, la echaba de una casa donde había vivido gran parte de su existencia. Su pariente pretende venderla y no les han facilitado otro lugar para poder vivir. Llegó a la casa de acogida sin apenas ropas, dada la premura de la partida. A pesar de todo, Antonia habla sin rencor, sólo con una profunda tristeza por el cambio tan drástico que ha dado su vida, en la época donde más cuesta adaptarse a estos, la senectud. Por suerte, no le falta el cariño del resto de residentes y cuenta emocionada que hasta ha venido a verla el Vicario. Aún mantiene la esperanza de que su situación pueda resolverse y lo único que pide para el próximo año es salud.

Rabea y su hijo también se han debido de adaptar a ocupar su espacio con extrañas. A pesar de ello, cuentan con habitaciones propias para disponer de un poco de intimidad. Rabea entró para dar a luz. Antes, una señora la había recogido de la calle para aprovecharse de ella. Por suerte, pudo llegar al centro donde hoy trata de poder arreglar los papeles que le permitan marcharse de Ceuta.

En parecidas circunstancias se encuentra Dalila. Hace dos meses dos chicas musulmanas la encontraron en la calle junto a su hija con discapacidad, que lloraba de hambre. Dalila es la que menos sabe español pero su mirada es capaz de decirte mucho más de lo que jamás te dirán las palabras. Ha sido infeliz durante mucho tiempo y ahora sólo pide una segunda oportunidad.

Historias diferentes pero, a la vez, tan sumamente parecidas. Mujeres que han tenido que adaptarse a las penurias que la vida les iba poniendo en el camino. Por suerte, se encontraron con la inestimable ayuda de la hermana Juana, artífice de esta casa de acogida. Junto a ella, y la ayudante social Chaima tratan de ayudar a que las residentes encuentren su propio camino. Documentación, apoyo psicológico y múltiples gestiones para que al final consigan esa porción de felicidad a la que todos tenemos derecho.
 

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