Te miran con recelo. Han sido citadas para contar sus vidas
a una completa extraña y eso, nunca es fácil. Sin embargo
poco a poco van confiando en quien les escucha, que no es
sólo la periodista que acude a hacer este reportaje, sino
también sus propias compañeras que han tenido experiencias
tan similares. Hoy, todas ellas: Rabea, Dalila, Nuria, Awate,
Chaima y la anciana Antonia tratan de recomponer los trozos
de una existencia marcada por el infortunio y la falta de
oportunidades. Lo hacen en la casa de acogida del convento
de Santa María Micaela, donde han llegado a convertirse en
una familia, por diversas circunstancias, pero en una
familia al fin y al cabo.
Comienza su exposición Nuria, una madrileña a la que casi
desde el primer vistazo se le intuye una fuerza descomunal.
Es imposible contar en apenas unos minutos toda una vida
pero lo que expone conmueve, especialmente, por sus ganas de
intentar tener una “vida normal”, algo que parece tan fácil
para muchos de los mortales, pero que es tan difícil de
lograr en algunas ocasiones. Lleva 5 meses en el centro,
aunque a ella le parece mucho más. Ha pasado por varios
trabajos pero ninguno le ha podido durar y de su expareja,
residente en Marruecos, ya no sabe nada. Nuria tiene dos
hijas, Yamila y María. Esta última quiere ser cantante
famosa, quizás para poder darle a su madre todo lo que le ha
faltado. Yamila, por su parte, desea ser profesora, ya
apunta maneras si se observa el cariño con el que cuida al
resto de niños que conviven en la casa de acogida.
Awate tiene una sonrisa que deslumbra. Le cuesta expresarse
en español pero se nota que empieza a recuperar la confianza
perdida. Sufrió frecuentes episodios de maltrato y deambuló
de casa en casa durante más de dos años. Finalmente, hace 10
años llegó a la casa de acogida junto a su hijo. Hoy es una
mujer nueva, ha conseguido trabajo gracias al Plan de Empleo
en el instituto Siete Colinas y quiere alquilar una casa. De
momento es un proyecto pero puede suponer una puerta hacia
la esperanza.
Antonia se presenta con una frase contundente, “mi historia
es la más triste de las que vas a escuchar esta tarde”, y no
le falta razón. El pasado 29 de noviembre fue abandonada a
primera hora de la mañana en el convento. Su sobrina,
residente en Granada e hija de un hermano fallecido, la
echaba de una casa donde había vivido gran parte de su
existencia. Su pariente pretende venderla y no les han
facilitado otro lugar para poder vivir. Llegó a la casa de
acogida sin apenas ropas, dada la premura de la partida. A
pesar de todo, Antonia habla sin rencor, sólo con una
profunda tristeza por el cambio tan drástico que ha dado su
vida, en la época donde más cuesta adaptarse a estos, la
senectud. Por suerte, no le falta el cariño del resto de
residentes y cuenta emocionada que hasta ha venido a verla
el Vicario. Aún mantiene la esperanza de que su situación
pueda resolverse y lo único que pide para el próximo año es
salud.
Rabea y su hijo también se han debido de adaptar a ocupar su
espacio con extrañas. A pesar de ello, cuentan con
habitaciones propias para disponer de un poco de intimidad.
Rabea entró para dar a luz. Antes, una señora la había
recogido de la calle para aprovecharse de ella. Por suerte,
pudo llegar al centro donde hoy trata de poder arreglar los
papeles que le permitan marcharse de Ceuta.
En parecidas circunstancias se encuentra Dalila. Hace dos
meses dos chicas musulmanas la encontraron en la calle junto
a su hija con discapacidad, que lloraba de hambre. Dalila es
la que menos sabe español pero su mirada es capaz de decirte
mucho más de lo que jamás te dirán las palabras. Ha sido
infeliz durante mucho tiempo y ahora sólo pide una segunda
oportunidad.
Historias diferentes pero, a la vez, tan sumamente
parecidas. Mujeres que han tenido que adaptarse a las
penurias que la vida les iba poniendo en el camino. Por
suerte, se encontraron con la inestimable ayuda de la
hermana Juana, artífice de esta casa de acogida. Junto a
ella, y la ayudante social Chaima tratan de ayudar a que las
residentes encuentren su propio camino. Documentación, apoyo
psicológico y múltiples gestiones para que al final consigan
esa porción de felicidad a la que todos tenemos derecho.
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