Ya lo sabía, pero no me trajo la paz el descubrir lo que
desentrañaba esa telaraña de cuernos y mentiras, sólo me
sacó de la ignorancia y las dudas para padecer esta crisis,
aunque tengo aún la seguridad que vivir esta cruda realidad
era lo mejor y lo más sensato. Mi amada esposa y mi querido
hermano, posiblemente las personas más importantes de mi
vida a parte de mis tres retoños, por ellos haría todo lo
que estuviese en mis manos, daría la cara por ellos sin
dudarlo, sacrificaría parte de mi felicidad a cambio de
dársela a ellos; jamás pensé que me tomarían la palabra por
la espalda.
¿Qué sentí al descubrirlo todo? No lo negaré, me fastidió
más que nada, ganas de enfurecerme, de gritarles e incluso
de pegarles y otras barbaries se posaron en mi cabeza
enajenada, incapaz de atender a razones; pero al mismo
tiempo me sentí incapaz siquiera de moverme ni de llorar
debido a la impresión, pues en ese momento mi vida y mi
mundo se desmoronaron como un enorme castillo de naipes
expuesto a una repentina corriente de aire. Y después de
estos escasos meses en los que tengo plena consciencia de lo
que en verdad ocurría, aún no lo puedo concebir pese a
tenerlo tan asimilado, los sentimientos y las emociones se
mezclan en un constante y conflictivo debate moral. Amor y
odio, tristeza e incredulidad, ganas de perdonar y de
castigar, la tentación de empujarles a confesar para
hacerles caer la cara de vergüenza pasa muchas veces por mi
cabeza, más que la idea del diálogo para poner fin a los
engaños y las traiciones sobre mi persona y dejarnos de
tanto dolor innecesario hacia los demás y a nosotros mismos.
Me encuentro en medio de un cruce de tantos caminos que, aún
pudiendo tomar uno y luego otro distinto, no me siento capaz
de orientarme, demasiadas direcciones y ninguna me hará
feliz, todas tan tortuosas y con consecuencias llenas de
pérdidas y destrozos en mi vida, en la de mi esposa, la de
mi hermano, la de mis hijos, en la de toda mi familia y mis
amigos de siempre. En medio de ese abanico de posibilidades
tan poco gratas sólo siento ganas de caer de rodillas y
gritar para desgarrar el cielo, pero sé que de mi garganta
no saldría el menor sonido, porque en muchos aspectos la
vida ya se me ha escapado del cuerpo y el que vuelva a mí a
día de hoy lo veo tan incierto, tan imposible...
No sé que hacer, ni que sentir, sólo sigo con mi vida, yendo
a mi trabajo, cuidando de mi descendencia, haciendo lo
habitual con la gente que me rodea, pero ya me siento como
un autómata que simplemente hace pero sin el sentimiento y
las ganas de antes. Lo único que puedo hacer a día de hoy es
permitir lo que está violando los preceptos de mi
matrimonio, quizás la opción más cobarde, inexplicable y
fácil de tomar, siguiendo con el dicho de “ojos que no ven,
corazón que no siente”.
Me gustaría dialogarlo con ella, salvar lo nuestro de alguna
manera, de que esté sólo por mí, que piense al menos en
nuestros niños, pero no me siento capaz porque dudo que
sirva de algo. No puedo culparla por volver a los brazos de
su amante, él apareció en su vida antes que yo y tuve mejor
suerte al aprovecharme en su momento de esa oportunidad para
quedarme con la chica que me gustaba. Tampoco me siento
capaz de odiarla, porque estos cuernos son el único mal que
me ha causado, en lo demás a lo largo de estos casi quince
años desde que estamos juntos ha sido intachable; una
compañera amable, dulce, cariñosa, leal y comprensiva, que
me ha apoyado siempre en buenos y malos momentos, que ha
dado la cara por mí y por nuestra relación, y sobre todo que
me ha dado unos hijos que son lo mejor que he podido recibir
jamás. No lo tengo en duda, ella me ha amado siempre de
verdad, nunca habría accedido a casarse conmigo sin ganas ni
por compasión, aunque puede que yo la atosigase algo en
adelantar aquel mágico momento de mi vida; sé que sus
sentimientos hacia mí son parecidos a los que manifiesta por
mi hermano, pero sé también que él en este aspecto me saca
un par de cabezas de ventaja, y que el hecho de tenerme
prácticamente día a día y a él con menos frecuencia han
hecho que ella vuelque sus ganas, sus deseos y su atención
sobre su amante, o eso es lo que en mi opinión personal creo
con convicción.
Respecto a él, quien cualquiera le pondría la etiqueta de
“vil, sucio, asqueroso y rastrero traidor”, pese a las ganas
que a veces tengo de partirle la cara me gustaría que
fuésemos tan sinceros como antaño, sin este culpable
secreto, el único misterio que me ha ocultado en toda su
vida. ¡No puedo culparle! Yo tampoco me habría resignado a
lamentarme por perder el último tranvía y seguir adelante
con mi vida, si él ama a mi mujer al menos con la misma
intensidad que yo la amo, no perdería la ocasión, aunque
tuviese que tragar la misma culpa por toda la eternidad y
tener que conformarme con ser “el otro”. Aunque es esta una
falta grande, también es la única que ha cometido; siempre
ha sido un buenísimo hermano para mí, nos hemos apoyado
tanto, hemos sido los mejores amigos del mundo, le he
cuidado como el mayor que soy pero él tampoco a dudado en
liarse a puñetazos con el primer gilipuertas que se haya
metido conmigo, y los mejores momentos fuera de mi relación
y mi hogar familiar, las mejores juergas de mi vida, han
sido con él a mi lado, fiel e inseparable.
Después de tantos llantos, tanta rabia, conteniendo con un
esfuerzo sobrehumano las ganas de pillarles in fraganti y
echarles desnudos a la calle para que sufriesen la mayor de
las humillaciones, o de desquitar mi sufrimiento sobre ellos
y que sintiesen en sus propias carnes mi dolor, tras tantos
lamentos, buscando en mí mismo mis fallos para ganarme estos
cuernos, pensé fríamente lo que estaba pasando y me puse por
un momento en el lugar de aquellos que en primera reacción
se convirtieron en mis más odiados enemigos.
Les conozco demasiado bien, tanto como a mí mismo, y ellos
son las personas que mejor pueden entenderme; y como ya he
dicho, esta infidelidad es el único desliz que podría
echarles en cara. No dudo en pensar que ellos trataron de
contener sus sentimientos y deseos para no ser egoístas y no
traicionarme, porque me quieren, pero al final tuvieron que
ceder al romperse las cadenas con las que estaban
reprimiendo de lo que parece imposible de frenar. Sí,
egoístas son, pero yo también, porque sé que esa relación de
amantes que mantienen es distinta a las de otras, que sólo
lo hacen por vicio, por despecho, por venganza o por pura
malicia, y en muchas ocasiones sin mantener ataduras de
ningún tipo; pero ellos se mantienen fieles el uno al otro,
ni el desquite, ni la malevolencia, ni la lujuria, ninguno
de esos sentimientos se vislumbra en ellos, y creo que no me
sentiría tampoco bien si ellos tuviesen que castrar una
parte importante por mi propia dicha.
Definitivamente veo imposible que exista una alternativa que
sea de pleno gusto para los tres, y temo que esto acabe
volviéndose una bola de nieve que rueda y rueda por una
pendiente, haciéndose más y más grande a cada paso, hasta
que se vuelva enorme y sólo pueda detenerse en el momento
que choque contra algo de forma destructiva y desatándose
una hecatombe. No puedo dejar a mi mujer, la necesito y la
amo tanto a pesar de esta situación que me tiene en un
infierno en vida. Que mi hermano la deje no lo veo posible,
aunque descubriesen que lo sé todo dudo que renuncien tan
fácilmente, ni siquiera por mí, además sería ególatra por mi
parte. ¿Una relación a tres bandas? El no es rotundo ante
esa alternativa impensable, por más que fuese posible, por
más que existan este tipo de relaciones y que en muchos
casos llegan a funcionar en realidad sería un placebo; ese
tipo de mentalidad no se amolda a la mía ni a la de mi mujer
ni la de mi hermano, además están mis niños de por medio,
sería una situación demasiado violenta que siempre nos
echaría en cara en el futuro. Tampoco puedo tener una
aventura para “devolvérsela” a ella, eso no me desquitaría
ni me sentiría a gusto, porque la quiero a ella, no soy
capaz de mantener relaciones con otra; además las razones
serían distintas a las suyas, en mi caso sería sexo
puramente carnal y para mí, traición en toda regla que
estropearía aún más todo; puede que para algunos les sirva
esta última alternativa, al más puro “ojo por ojo, diente
por diente”, pero soy incapaz en todos los aspectos y que
tampoco sería justo para esa cuarta persona, ya bastante nos
toca pasar a los tres que formamos esta particular y real
tragicomedia.
Tantas reflexiones, tantas palabras, tantas posibilidades y
alternativas, demasiadas quizás, pero ninguna me parece la
panacea que busco para este calvario que sufro en silencio.
Seré cobarde y estúpido, cada vez estoy más seguro de ello,
quiero que todo vuelva a ser como antes y al mismo tiempo
quiero que ellos sean felices, pero esto es como juntar el
agua y el aceite. Sé perfectamente que elija lo que elija,
haga lo que haga, saldré perdiendo algo importante, pero no
soy capaz, no puedo, me aterra, me siento desorientado,
aunque me asesorase la persona más sabia, inteligente y
sensata sobre la faz de la tierra; ya el mero hecho de saber
la verdad y asimilarla me tiene con el alma en pie y a más
no podría. Sólo puedo consentir y callarme, estando al lado
de ambos aunque sepa que tras sus sonrisas y sus palabras
hay máscaras y sombras que me aterra e incluso me repugnan
de ver que están allí.
A ti, desconocido, o a ti, conocido que llegues a saber toda
esta verdad de falsas, lo siento, lo siento si lo consiento,
pero esto es lo que he decidido a día de hoy, hasta que
llegue alguna solución o una luz que me ilumine, dejando
ahora que el tiempo hable mañana. Gracias a estas líneas en
las que me desahogo, preguntándome si alguna vez serán
leídas y a saber cuanta incredulidad reflejarán esos ojos
lectores o si llegarán hasta este punto sin sentir asco,
pena, vergüenza o lo que sea que salga de sus adentros; pero
como ya dejé bien claro al principio de estos pensamientos,
me es indiferente lo que penséis o sintáis por mí.
Es increíble que no me tiemble el pulso escribiendo estas
confesiones tan privadas, aquí sentado en el asiento de mi
coche, estacionado en el aparcamiento de mi casa, porque en
estos momentos aún deben estar mi mujer y mi hermano en ese
cuerpo a cuerpo que les regocija, ese cuerpo a cuerpo que a
día de hoy ella no es capaz de manifestar conmigo como
tiempo atrás. Seré masoquistas a nivel emocional, porque
muchas veces me tienta subir y estar cerca de la habitación
en la deben estar copulando, para así intentar comprenderles
más, o para ver si eso sería el estímulo que definitivamente
me saque de mis dudas y mi consentimiento para acabar con
todo tan violentamente y dejar de padecer esto que tanto
aborrezco; pero no, aún sigo aquí como imantado al asiento
del conductor, resignándome a esperar una hora o dos más
para que terminen y poder subir a casa con fingida
ignorancia, haciendo igual que ellos un teatro, mostrando
una expresión tan habitual en mi semblante, como si
estuviese ajeno a eso que ha crecido tanto sobre mi cabeza.
A fin de cuentas, yo también estoy mintiendo, además de
consolidar esta charada de infidelidades. En definitiva,
todos somos culpables, aunque algunos piensen lo contrario.
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