Será la crisis, que hace que los
comerciantes necesiten perentoriamente aumentar sus ventas,
los hosteleros atraer clientela y las ciudades y los pueblos
ofrecer incentivos y diversiones para incentivar el consumo.
Pero lo cierto es que, en la mayor parte de la península y
sobre todo en aquellos lugares donde la llegada de turistas
es una golosa fuente de ingresos y tratan de engatusarles
,para que aprovechen a tope la cultura del ocio, en todas
partes o casi, los fines de semana las zonas comerciales de
las ciudades ofrecen servicios al completo. Todo abierto.
Bares, tiendas, restaurantes, estancos, centros comerciales,
supermercados, cafeterías, tascas, terrazas iluminadas y
entrada gratuita a museos y monumentos. El caso es animar a
la gente para que salga y para que gaste. Y aunque no haya
mucho que gastar por la ruina que nos tienen metida estos
gafes de arriba, al menos algo “se pica”, un café en una
terraza viendo pasar a la gente, esa tontería que no hace
mucha falta pero sí hace “mucha” ilusión y la juventud
arremolinándose en torno a los músicos. Porque siempre suele
haber “algún” músico, ya saben, chicos y chicas del
conservatorio que van a sacarse unos eurillos saliendo con
su arte a las calles, un guitarrista que rasguea en
solitario o algún guiri de esos que recorren el mundo
ayudándose tocando un violín que llena las aceras de
corcheas y de semicorcheas.
Lo importante es que los centros de las ciudades estén
vivos, que bullan de actividad y que los ciudadanos los
vivan y los paseen, los disfruten y los aprovechen. Esa es
la política general. ¿Qué les cuente algún caso concreto en
plan chismorreo? Vale. Les cuento de Málaga. Que quiere
incentivar el turismo de cruceros y el turismo cultureta.
Pero llegaban los barcos cargados de guiris y el centro
parecía un cementerio, los bares y tal abiertos, pero lo
demás cerrado, hasta que intervino, hecho un basilisco, el
Ayuntamiento, a bronquearse con los comerciantes, porque,
los forasteros, van a los lugares en razón de la calidad de
los servicios que se prestan y de lo entretenidos que sean.
La ciudadanía se quería comer a los de las tiendas que no
estaban dispuestos a abrir los fines de semana “¡ruineros!
¡gandules! ¡que vais a hundir Málaga!”. Claro, llegar a un
lugar y encontrarse con un aburrimiento con los cierres
echados y sin tener adonde ir es garantía de que allí no vas
a volver.¡Valiente coñazo!.
Y, en el último mes, Málaga ha imitado a Marbella, abierto
total y las calles a rebosar de gente. Y encima bandas
municipales de jóvenes de otros lugares y de cofradías,
acudiendo al centro con todos los instrumentos a tocar y a
sacarse el aguinaldo con su chimpún de villancicos y de
pasodobles. La anécdota. El primer día que llegó una banda
los Municipales les querían echar porque no tenían permiso y
el público se amotinó y abucheó a los guardias. Entonces los
músicos se desplazaron unos metros y cuando la gente les
avisó comenzaron a tocar “Suspiros de España” en plan
fanfarria jubilosa y la calle entera bailando el pasodoble,
todo el mundo emparejado, sin conocerse, pero gozando de las
luces, de la música, de la compañía y con una emoción muy
grande porque todos nos sentíamos allí, con “lo nuestro”,
latiendo con la España alegre que pasa de bailar con garbo a
corear a ese chiquirritín nacidito entre pajas, a ese
chiquirritín queridito del alma…
Voy y se lo cuento a un amigo ceutí ¿Y vosotros, el week
kend, qué? Y me responde lúgubremente “Esto se queda
muerto”. ¿Muerto? Pues en lugar de turistas y de visitantes
del otro lado que aprovechen el fin de semana para alargarse
a comprar vendrán vampiros, por aquello de que, si se queda
muerto, están ustedes en plan cementerio. ¡Que agobio!.
Se ve que el personal es poco reivindicativo porque, la
gente, quiere usar y abusar de las ciudades en los días
festivos y a quienes no quieran abrir por rácanos se les
multa y a los que no quieran abrir por falta de medios se
les ayuda. Todo sea por mantener “la imagen” de lugar
atractivo donde se vive y se disfruta de la cultura del
ocio, se pasea, se consume y se regodea el personal con la
obsesión generalizada de los Ayuntamientos por colocar
guirnaldas de luces festivas a la menor ocasión. Que si la
feria, que si la bienvenida al otoño, que si las Navidades,
luego los carnavales y enseguida se amañan unas fiestas de
primavera, todo por tal de iluminar y embellecer las
ciudades porque el marketing ya ha demostrado ampliamente
que la belleza de la decoración urbana y la utilización de
adornos de luz, incentivan el gasto, optimizan el consumo y
hace felices a los ciudadanos. Eso y la cultura de sacar la
música a las plazas y a las aceras, se corre la voz, el
público acude, los jóvenes hacen camarilla y los jubilados,
que son generalmente muy bailones, se lían a dar vueltas con
todo el arte del mundo.
Pero que una ciudad tan mágica y con tantas posibilidades
como Ceuta se quede amuermada, eso no tiene perdón de Dios y
que no exista una cultura de ocio del week end, menos aún.
Es desperdiciarlo todo, clima, ubicación, servicios,
atractivos turísticos, potencial cultural… Una pena, una
auténtica pena.
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