Lograr, en plena crisis, unos
presupuestos que se vean rebajados en casi un 7% (unos 20
millones de euros), llegar a su equilibrio sin aumentar la
presión fiscal ni la carga financiera, sin renunciar a lo
que ha sido -en estos últimos nueve años- objetivos del
Ejecutivo, es una tarea que rezuma responsabilidad, por
cuanto, no ha cogido por sorpresa las vacas flacas. El Plan
de Austeridad elaborado por el Gobierno local llegó a
ponerse en marcha en el marco de la Ciudad, mucho antes de
que el Estado tomara alguna medida.
Añádase a ello el hecho de que la inversión pública emanada
de la propia Ciudad Autónoma superó sólo en 2010 que ahora
acaba los 73 millones de euros y previsto está que para 2011
sean 57 millones los que se inviertan en obra pública. Pero
son unos presupuestos garantistas en políticas de protección
social, y unas cuentas públicas que, sin tener competencias
en ello, mira por la Educación de los ceutíes con ayudas,
programas concretos de formación y becas. Tampoco tiene
competencias en Políticas Activas de Empleo pero la Escuela
de Construcción está a punto de iniciarse.
Probablemente habría otros modos de presupuestar, pero ello
caería en manos de quienes no sabrían qué hacer si quiera
con las cuentas de su comunidad de vecinos, o sencillamente
en otros que han dejado a España temblando.
En unos presupuestos, los últimos antes de unas elecciones,
salen a relucir siempre -es sistemático- lo más granado de
una oposición que, sin nada que perder, se lanza a saco sin
importar el nivel de demagogia que desprenda. Puede ser
entendible y, a veces, en un esfuerzo apropiado, puede
llegar a ser razonable. A nadie le gusta perder y, quitando
al PSOE que mantiene su esencia guste más o menos, la otra
formación en la Asamblea ha echado demasiados huevos en una
misma cesta que, además y para mayor desasosiego de quienes
estuvieron ahí desde el principio, no es ni propia y los
nervios están aún más en flor.
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