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OPINIÓN - MARTES, 21 DE DICIEMBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Respuesta a un bobo de nacimiento
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tenía razón Gide -escritor francés y Premio Nobel de Literatura en 1947-: Todo está ya dicho; pero, como nadie escucha, es preciso repetirse cada equis tiempo. Por lo que me veo obligado, aunque sin desagrado, a repetir lo que tantas veces he puesto en negro sobre blanco: mis relaciones con Juan Vivas nunca fueron buenas. Jamás nos llevamos bien. Y a fe que lo intentamos. Aunque nunca pudimos evitar desencuentros que terminaron como el rosario de la aurora.

-Lo que dices, Manolo, te lo he oído ya innumerables veces. Aunque no entiendo los motivos por los cuales te sigue pareciendo Vivas el mejor político que hay en esta ciudad –dice la persona con la que comparto mesa y mantel.

-La respuesta es fácil: los demás políticos están muy por debajo de Vivas en todos los aspectos. Y, ante tamaña evidencia, a mí no me queda más remedio que anteponer el bien general al daño que me pudiera haber ocasionado mi trato con el actual presidente cuando éste era un funcionario poderoso.

-Tampoco entiendo, y espero que no te molestes, el que sigas hablando de Gordillo. Cuando yo sé que éste te denunció por haberle reprendido severamente, y ante testigos.

-Llevas razón. Un día, en la terraza de la ‘Tasca de Pedro’, Gordillo, Francisco Antonio González, José Luis Morales y Manolo González Bolorino llamaron mi atención y me acerqué ellos. E hicieron mofa del editor de un periódico añejo. A mí, en ese momento, me pareció de muy mal gusto lo que estaban diciendo. Y me enfrenté a Pedro. El cual me denunció. Llegó el día del acto de conciliación y me mantuve en mis trece. Y, además de no haber juicio, jamás volví a cruzar palabra con el entonces todopoderoso político del PP. Cuando Gordillo cayó enfermo, me interesé por su salud y tuve a bien decirle que se protegiera porque estaba llamado a sufrir un varapalo del cual le iba a ser más difícil recuperarse que de los males superados. Y no tuve el menor inconveniente en escribir mi vaticinio.

-Lo que me estás diciendo es una verdad que conozco muy bien. Y, por tanto, me extraña mucho que aún no hayas contestado a esa carta que, días atrás, fue publicada en tu periódico y en la cual te ponían como chupa de dómine por decir que lo que le habían hecho a Gordillo era una canallada.

-Mira, Fulano, en principio, te diré que yo no suelo responderle a ninguna persona que me es desconocida. Si no obra en mi poder el carné de identidad de ella. Y el autor de la misiva de la que tú me hablas, parece ser que o bien no cumplió con ese requisito o en mi periódico se han olvidado de ponerlo a mi disposición. Pero hay más...

-¿Me lo puedes decir...?

-Faltaría más. Un bobo, por más que se esmere en escribir una carta insidiosa, no puede agraviar a nadie. Y menos a quien tiene una vida tan transparente como salpicada de errores humanos. Y es que el bobo que firmó la carta, que lo es de nacimiento, no puede agraviar a nadie. Y, por semejante motivo, no debe ser afrentado.

-Bien. Pero yo sé que en cuanto el carné de identidad del bobo esté en tu poder no dudarás en darle réplica merecida.

“A un bobo, querido, lo mejor es hacerle una higa”.
 

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