Hace ya muchos años, que Octavio Cesar Alvarez, me inoculó
uno de los virus mas potentes que existen: el de interesarme
por la defensa de los problemas de los demás.
Muchos han calificado la ideología personal de Octavio. Le
encasillaron en lo que desde hace muchos años se viene
denominando alegremente “la derecha”. ¡Sea! Octavio era de
derechas. ¡Ah! Y además era funcionario y se atrevió a
proponer, que los funcionarios eran trabajadores como los
demás y que, por lo tanto, tenían (o debían de tener, que en
sus tiempos eso no estaba tan claro) derecho a participar en
las decisiones que, finalmente, definían sus condiciones de
trabajo.
Octavio fue en Ceuta un precursor de muchas cosas. No tengo
nada contra los sindicatos denominados de clase. Todo lo
contrario. Pero tuvo que aparecer un movimiento sindical
sectorial, para que aquellos se dieran cuenta del potencial
que millones de trabajadores de las administraciones
públicas, representaban en el conjunto de toda la masa
salarial. Y Octavio se anticipó a los líderes ceutíes de
aquellos tiempos de los sindicatos tradicionales, liderando
una nueva forma de sindicalismo propia de un nuevo siglo, a
la que luego se sumaron todos, para beneficio del conjunto
del sector público.
Hoy nadie discute que la fuerza de los grandes sindicatos
está en el sector público, cuyas federaciones son las que
marcan la pauta en las grandes decisiones sindicales,
gracias a lo cual, la negociación colectiva se ha
consolidado también para los funcionarios (palabra ya no
maldita entre los sindicatos de clase, igual que la palabra
“España” en los partidos de izquierdas. Vease, la diferencia
de años plasmada entre la frase “Gobierno de la Nación”, en
época del Presidente González, grande entre los grandes por
otra parte, y la de “Gobierno de España” del actual
Gobierno. Una y otra cosa, que siempre fueron lenguaje de la
“derecha” según los de “izquierdas”, ahora son patrimonio
común de todos. Vale).
Nunca, los precursores suelen ser reconocidos en el momento
en el que despliegan su idea o su mensaje. Suelen ser otros,
quienes a posteriori, incluso desde posiciones a priori
contrarias, los que, apropiándose de lo que nunca fue suyo
y, tal vez, en lo que nunca creyeron, terminan por reconocer
y ser reconocidos como creadores de un nuevo concepto
social. Y así es la vida. Pero la perspectiva del tiempo
sólo perdona a quienes son de verdad. Y Octavio era de esos:
de los de verdad.
Para resaltar los defectos de una persona, ya estamos todos
los demás. Ya se sabe: lo de la paja en el ojo ajeno antes
que ver la viga en el nuestro. En ese saco de defectos
estamos todos. Y en esta sociedad hipócrita, que entre todos
hemos construido, hemos decidido además, que quienes sepan
disimular lo suficiente su natural condición humana, pueden
ser aceptados en el círculo de personas respetables, en
contra de quienes no siendo ni mejores ni peores, le
prestaron menos atención a la inquisitiva mirada de, quienes
siendo unos cerdos redomados, se vistieron de lagarteranas.
Allá ellos con su miseria y su juicio. A eso le llaman
sociedad.
Octavio era auténtico. Yo tuve la suerte de ser su amigo, de
conocerle y de compartir con él toda aquella fuerza que le
invadía y con la que él invadía.
No pretendo que nadie comparta lo que digo, pero lo que aquí
digo lo siento de corazón.
Hasta pronto amigo
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