Aquel grupo finalizaba su
escolarización. Estudiaba 8º de la EGB. Decía adiós a la
escuela. Era Diciembre y las vacaciones estaban cercanas y,
como era costumbre en las distintas unidades del Colegio, se
preparaban las aulas para celebrar la Navidad. En todas
ellas se montaban los “belenes” y se decoraban con cadenetas
elaboradas por los propios alumnos y alumnas. Donde
abundaban ellas, se conseguían mejores resultados.
Nuestro centro, ya “Santiago Ramón y Cajal”, antes “Convoy
de la Victoria”, en aquellos momentos se respiraba un
auténtico clima de convivencia. Los grupos, ya mixtos,
estaban formados por católicos y musulmanes, en distintas
proporciones.
Los cursos superiores se mostraban remisos para dar el
primer paso e iniciar la instalación del belén. Los grupos
de Primera Etapa quizás más motivados, como los de Educación
Infantil, se adelantaban y daban ánimos a los demás.
En mi grupo, ya aludido, no se sentían muy animados para dar
comienzo a esa costumbre ya establecida en el Centro. Pero
alguien, un animoso compañero, quiso dar el primer paso,
teniendo en cuenta que no disponían de recursos para que se
convirtiera en realidad. Este improvisado “líder” tenía una
gran habilidad para contagiar al resto. Y se constituyó una
especie de “comisión” para poner en marcha el proyecto.
Bien cierto es que lo que, en estos grupos imperaba era
“hacer una fiesta”, que solicitaban a final de cada
trimestre, y que consistía en cada uno hacía su propia
aportación de “chucherías” y refrescos, un aparato
reproductor de canciones y una buena disponibilidad para
bailar. Se recomendaba que, al final, el aula quedara limpia
y ordenada.
Pero el trimestre Navideño era distinto, Junto al “belén” la
decoración tenía que ser la apropiada, con predominio de
luces y, en algunos casos, en noble “competencia” el
arbolito. Por otra parte, los villancicos disfrutaban de un
trato especial.
Así, que manos a la obra, y el animoso compañero, nos
sorprendió al día siguiente con un magnífico portal de
belén, elaborado por él, mostrando una vez más, su habilidad
para los trabajos manuales. Había “perdido” toda la tarde en
elaborarlo, confesando que en su casa le habían echado una
mano.
Con el portal ya construido, faltaba completarlo con los
“protagonistas” del mismo y, sin dudarlo, acordaron que cada
uno aportaría una figurita que, para que no se repitiera se
responsabilizó a cada alumno y alumna de conseguir el
personaje correspondiente y elementos decorativos, incluidas
las luces.
Nadie falló y, con todos los elementos disponibles montaron
el belén, prestos y dispuestos para que todos disfrutáramos
del mismo.
Causó sensación el belén, y en horas de recreos el resto de
los grupos del Centro se acercaban a nuestro aula y se
quedaban admirados de los logros conseguidos por nuestra
clase, que con el tiempo record lograron conseguir el
objetivo de tener su belén, hecho que daba el grupo como
irrealizable.
Destacar en este relato lo más significativo: una puesta en
funcionamiento del belén, colaboraron y participaron de
manera activa todos los miembros del grupo. Los chicos y
chicas musulmanes, sin reparo alguno fueron activos
colaboradores para conseguir el objetivo propuesto.
Aparecían entusiasmados con las figuras del belén que se les
habían asignados; colaboraron activamente en la colocación y
decoración del aula, dando un ejemplo de convivencia y
tolerancia, muy necesario en nuestros días.
Con el escenario dispuesto y, llegado el último día de
clase, se dispusieron a celebrarlo. Ese día nadie quiso
salir al recreo. Venían provistos de instrumentos típicos
navideños, en especial panderos, y por parte de los alumnos
cristianos portadores de villancicos clásicos de la Navidad,
que los alumnos musulmanes también los conocían.
Los bocadillos del diario, se mezclaron con los productos
navideños y una modesta botella de sidra, que me ofrecieron,
así como otras chucherías y refrescos. ¡Y la fiesta empezó!
En el transcurso de la misma, la consiguiente parada para
“picar”.
Ya finalizada la jornada, y antes de arreglar el aula, como
colofón a tan bonita jornada, tenían una agradable sorpresa
para mi: el “poeta” musulmán del grupo había compuesto un
villancico, con el que me obsequiaron: “El maestro y su
familia/ se han ido a Sierra Bullones/ y todos llenos de
alegría/ se han ido a Sierra Bullones”. Después de su
exposición aplausos, risas, emoción… Y punto final a una
jornada de clases, que no fue como la de todos los días, con
el sello inconfundible de dar por finalizado el primer
trimestre del curso.
|