Lo que no puede ser no puede ser y
además es imposible. El forzoso “exilio” de mi Tetuán del
alma me ha impedido ayer asistir físicamente, porque en
espíritu allí estaba no lo duden, a la sede del Instituto
Cervantes, eficazmente dirigido en la actualidad por el
activo Luis Moratinos, para escuchar la sin duda
interesantísima conferencia sobre “El Tetuán de los años
sesenta y noventa” del doctor Enrique Gozalbes Cravioto,
profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y tetuaní
de nacimiento y adopción, ya que vivió un buen tiempo en la
Blanca Paloma de la Yebala. De casta le viene al galgo, pues
el conferenciante es hijo del notorio investigador Gozalbes
Busto, gran experto en la historia de Marruecos así como en
la de Ceuta, su ciudad natal. Gozalbes Cravioto,
especialista en Historia Antigua, es autor de interesantes
monografías como “El nombre romano de Ceuta”, “los
bizantinos en Ceuta” o “Atlas Arqueológico del Mar
Mediterráneo”, publicando en la revista de estudios
tarifeños “Aljaranda” documentados artículos sobre “La
primera incursión árabe a España. Tarifa, año 710”, “Tarifa,
puerto estratégico de los almohades”, “Descripción de la
Tarifa musulmana” o “Guzmán El Bueno desde otra
perspectiva”, entre otros.
Siento pues profundamente no poder disfrutar de los
profundos conocimientos y verbo fácil del doctor Gozalbes
Cravioto y, particularmente, de su impresión de estos años
convulsos de la antigua capital del Protectorado español:
primero, de su forzada decadencia en detrimento de
Casablanca tras alcanzar el Reino de Marruecos la
independencia en 1956, declive que se aceleró tras la
implacable y torpe “hasanización” de su tejido empresarial
en los años sesenta, que “invitó” a partir a la inmensa
mayoría de los emprendedores españoles que habían confiado
en la estabilidad del país; de la descontrolada emigración
campo-ciudad que desbordó su contorno urbano, creando
barriadas insalubles, focos de marginación y yihadismo
terrorista; el brutal castigo sufrido en las revueltas de
1984... Hubo que esperar a la afortunada llegada al Trono
del joven soberano Mohamed VI el 30 de julio de 1999, para
que la “novia de la Yebala” comenzara a recuperar, “chuia
chuia”, su antiguo porte y perdida dignidad...
Por cierto, querido Luis, gracias por tu temprana
felicitación... y talante. El duendecillo que se coló ayer
ya ha sido corregido en la edición por internet de esta
columna. Confío en que podamos disfrutar pronto en casa del
acogedor ambiente tetuaní y de una sabrosa fabada asturiana.
Salud.
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