Su viaje arrancaba en Francia para recorrer miles de
kilómetros hasta Camerún con la casa a cuestas. Sí, con una
turbina que genera energía eólica para recargar la batería,
varios recipientes de biodiesel que consigue a través del
reciclaje de aceite, una improvisada cama repleta de mantas
y anécdotas a descifrar y apenas varios metros que
representan su filosofía, que no es otra que “desear que la
humanidad llegue a la eternidad. Por eso esta furgoneta
ecológica, para no contaminar el mundo y hacer que la
naturaleza continúe viva”.
Pero, pese a sus buenos deseos que no sólo guiñan a la
Navidad, el senegalés Sulliman Kano no ve muy claro el
sendero hacia su destino. Así, tras cruzar mares y tierras
desde Francia para llegar a Camerún, la frontera del Tarajal
se presentó como su primer obstáculo. “Cuando la Policía
marroquí vio mi furgoneta e inspeccionó su interior ya me
puso problemas. Me dijo que el biodiesel no estaba permitido
y que necesitaba un documento especial del Ministerio de
Medio Ambiente de Marruecos como autorización”, explicaba
ayer el senegalés que, sin muchos recursos en el bolsillo,
hizo todo lo posible por contactar con sus compatriotas
franceses para contarles lo sucedido gracias a las nuevas
tecnologías y las personas de buena fe. Marcha atrás en su
camino, Sulliman decidió aparcar su furgoneta ecológica en
la explanada de Juan XXIII que, además de recibir golpes de
frío y sal, también tropezó con un vehículo de la Delegación
de Gobierno. “Me comentaron que aquí no estaba permitido
dejar el vehículo y que lo llevase a otra zona. Por lo que
fue a la Comisaría para preguntar dónde dejaba mi
furgoneta”.
Y como las malas noticias y los problemas llegan con la
misma tormenta, los agentes de la Policía Local recomendaron
al senegalés que estacionase en otras explanadas de la
ciudad pero “no en el centro, porque los vehículos de estas
características no podían acceder”. Otra vez marcando en la
palanca de cambios la marcha atrás, Sulliman Kano regresó a
Juan XXIII, donde acompañado por otros ambulantes de la
carretera decidió reposar sus inquietudes y esperar a que el
destino no le jugase otra peor pasada. Pero la suerte sólo
tiene dos caras y para el senegalés la de ayer fue la negra.
“Ya estaba en la explanada cuando se acercaron los agentes
de la Guardia Civil para recomendarme que me fuese a otra
lugar porque si no, me multarían por supuesta infracción de
la Ley de Costas. Aunque”, reafirmaba, “aquí esperaré hasta
que lo hagan”.
|